En agosto de 1996, un jurado de un juzgado de Oakland, California, condenó a un hombre por cortar parte del cuero cabelludo de su novia. La fiscala era Kamala Harris, y ese espantoso caso fue uno de los pocos que fueron noticia al principio de su carrera.
“Fue un crimen brutal”, declaró Harris al periódico The Oakland Tribune. Era su séptimo año como fiscala en el condado de Alameda, librando batallas contra presuntos capos de la droga y asesinos en Oakland, que aún se enfrentaba a la epidemia de crack.
Semanas más tarde, Harris volvía a estar en las noticias, ahora al otro lado de la bahía, en San Francisco, con su nombre impreso en negritas en la sección de sociedad, entre los jóvenes a la moda que se habían reunido para una fiesta de martinis en una tienda Polo Ralph Lauren antes de la Exposición de Antigüedades de Otoño. La reunión fue ofrecida por un grupo de amantes del arte autodenominado Jóvenes Coleccionistas; ellos recaudaban fondos para niños desfavorecidos al tiempo que coleccionaban “antigüedades, arte, conocimientos – y fiestas”, escribió Pat Steger, editor y columnista de sociedad de The San Francisco Chronicle.
Durante estos años de formación, cuando Harris tenía entre 20 y 40 años, su vida siguió dos caminos que resultaron fundamentales para su ascenso político. De día, desarrollaba las habilidades de litigación que han definido su enfoque metódico como candidata. De noche, se movía en la alta sociedad de San Francisco, cultivando las conexiones financieras y políticas que fueron decisivas en su ascenso nacional.
Harris, que creció con una madre soltera en un barrio modesto de Berkeley, California, demostró talento para forjar relaciones con algunas de las élites más influyentes de California cuando aún era una joven fiscala.
Salió con Willie Brown, uno de los legisladores más poderosos en la historia del estado, quien llegó a ser alcalde de San Francisco. Cultivó relaciones con Susie Tompkins Buell, fundadora de dos marcas de ropa emblemáticas, y con Laurene Powell Jobs, una empresaria que estuvo casada con Steve Jobs, el emprendedor que convirtió a Apple en una potencia tecnológica.
“La capacidad de hacer que las personas quieran abrirse contigo no es tan diferente en un juzgado o en un coctel”, dijo Teresa Drenick, quien trabajó con Harris como fiscala en la década de 199