¿Nuevo sendero económico?
Carlos Raúl Hernández
El poder ejecutivo apeló a facultades económicas especiales, llover sobre el mar, porque su influencia en la AN y el TSJ, las hace innecesarias. Se reafirma para emprender cualquier reforma y ojalá hagan lo que es, con acierto, rapidez y eficacia, porque sí no…. El país enfrentará negatividades por decisiones de Trump por el momento y víctimas serán nuestras mayorías populares. Tenemos dos caminos: la lenguarada incandescente e inútil del “antiimperialismo” cubano, o la acción férrea, consistente para salir del cepo como demuestran China y Rusia sin paja retórica. En nuestro caso el mercado petrolero alternativo es lejano, pero la necesidad se asemeja a la de Argentina en la crisis del 29 del siglo pasado. La escasez mundial de capitales hizo al Estado promover una amplia alianza social contra las barreras a la inversión nacional, coyuntura denominada simbólicamente “insuficiencia dinámica”.
Así los poderes especiales servirían a una revolución económica en el buen sentido de la palabra, mejorar la vida colectiva. Previo es librarse de la camisa de fuerza de ideologías desenterradas por el trumpismo, que más bien funden la máquina del mundo. Equivocado, el vice. Vance afirma que “EE. UU se equivocó con la globalización”. Gracias a ella, EE. UU superó una crisis que lucía terminal, acabó al comunismo, recuperó el liderazgo ahora unipolar y la revolución tecnológica. Vance coincide con profesores izquierdistas barbudos y reaccionarios en lucha durante cuatro décadas “contra el neoliberalismo”, es decir, contra la democratización de las redes de suministro, producción y consumo. Acuerdos de apertura económica que hicieron potencias productivas a países asfixiados y arruinados por socialistas y socialistoides.
Mientras en Iberoamérica “luchaban contra el neoliberalismo”, EE. UU, China, India, Brasil, México, Surcorea, Taiwán, Singapur, Hong Kong, Australia, Vietnam, Nueva Zelanda, Chile, Uruguay, y muchos más, gracias al influjo Reagan-Clinton, pasaron de miserables en los 80, a ejemplos universales. Trump pretende “reindustrializar”, resucitar el “rust belt”, cinturón del óxido, industrias automovilísticas, del acero, carbón, maquinaria, que murieron de vejez e ineficiencia por la globalización, la informática y los “nuevos materiales”. Ciudades aledañas a los Grandes Lagos, Cincinnati, Cleveland, Detroit, Jersey City, Búfalo, Milwaukee, Toledo, vieron afectadas sus economías o poblaciones, mientras la riqueza se desplazó a los nuevos centros tecnológicos, destrucción creativa efecto de la economía abierta, según Schumpeter.
Recuperar nuestro cinturón de óxido, las empresas de Guayana, Carabobo, Aragua, hoy chatarra, solo sería posible por medio de acuerdos con consorcios internacionales de alta tecnología, creando “zonas económicas especiales” de verdad, como ofreció Den Xiaoping a las transnacionales. Por eso da escalofrío oír de una vuelta a la sustitución de importaciones y, en vez de descentralizar, centralizar los tributos, dos ideas de rincón arruinado y mohoso. La reacción anti libre comercio, la locura arancelaria, la “sustitución de importaciones” trumpista, lanzará países y mercados hacia China. El gobierno venezolano debería seguir al modelo de Pekín y no el correístas, que cuando gobernó, liquidó el milagro económico ecuatoriano. Ni siquiera la atractiva figura de Luisa González soportó llevar al cuello el ancla del caudillo y sufrió la reacción contra el “peligro correísta”.
El gobierno aquí debería de urgencia enderezar con medidas drásticas, las anormalidades monetaria y cambiaria. Este año habría retracción del crecimiento económico y repunte de la inflación. Recuperar el valor del bolívar, según el gobierno objetivo estratégico, parece una mera consigna y obligaría sine qua non a cosas prácticas, como fijar tasas de interés positivas para estimular el ahorro en bolívares y fortalecer el sistema financiero, al lado de la flexibilización del encaje cambiario. El bolívar podría estabilizarse y con una flotación libre de la divisa, desaparecería la diferencia entre precios bancocentral y paralelo, castigo absurdo contra simples mortales que vamos al abasto y regalo a los comerciantes con un diferencial del 30%. Lejos de disparates como “dolarizar”, que implicaría un acuerdo con la Reserva Federal, la experiencia apunta microdevaluaciones planificadas, periódicas, el crawling peg, ,
Así los inversores operarían con expectativas estables. El gobierno prácticamente eliminó la administración pública, al reducir radicalmente la semana de trabajo con una motosierra que ya quisiera Milei. Lo hizo correctamente para ahorrar electricidad, pero esto debía ser un blockbuster comunicacional, un acontecimiento noticioso, pero pasó como si tal cosa porque no importa ni afecta a nadie. 80% de la administración pública es inútil, ilusión de empleo, ya que no es posible vivir con los “salarios” que allí se pagan. Los funcionarios van muy poco a su “trabajo” para recibir una bolsa de comida y como tienen la mala costumbre de comer, producen el sustento en la economía informal. Liquidada de hecho, es momento de liquidar el exceso de burocracia formalmente, con bajísimo costo social y económico, y vender empresas públicas si alguien quisiera comprarlas, eliminando costos inútiles.
Eso crea condiciones para la inversión y el empleo. Con los empresarios habría que hacer un registro de obstáculos institucionales y legales a la inversión y producir una fast-track para crear empresas en tiempo mínimo. Datos de años atrás indicaban que mientras en EE. UU hacer una empresa tardaba 24 horas, en Venezuela la permisomanía duraba 18 meses, ventaja de los capitales constituidos sobre los emprendedores, atenazados por la burocracia y los impuestos. La alta tributación de 65%, es otro morral de ladrillos para crear empleos que vienen con una precaria contraprestación en servicios. Reducir impuestos aumentaría la demanda, particularmente el que pecha las Grandes Transacciones Financieras (cebollas, ajo, leche, sardinas y harina de maíz). Hay que organizar la informalidad porque los pobres dependen de ella. Conviene leer un viejo libro aún vigente, El otro sendero (1986), del peruano Hernando de Soto. @CarlosRaulHer