Por FRANKLIN BRICEÑO Associated Press
CHICLAYO, Perú (AP) — Antes de que una votación en la capilla más famosa del planeta lo convirtiera en el pastor de 1.400 millones de católicos, León XIV fue un obispo que lavaba sus propios trastes, disfrutaba desayunar tortillas de maíz y jugaba tenis con otros religiosos de la ciudad peruana de Chiclayo.
Su nombre de entonces era Robert Prevost y, para quienes aún habitan las calles y aldeas empobrecidas de este punto en Sudamérica, sigue siendo uno más entre los suyos.
Alonso Alarcón, mozo en un restaurante de Chiclayo, estuvo ahí cuando el nuevo pontífice comió ceviche. Y Hugo Pérez, taxista, lo vio manejando rumbo a las aldeas de la periferia golpeadas por las lluvias intensas de 2022.
Según Jorge Millán, quien fue párroco de la catedral de esta pequeña ciudad peruana y vivió con Prevost y otros ocho hermanos hace más de una década, recuerda que el obispo se levantaba a las 6 de la mañana y se acostaba a las 11 de la noche. Los domingos desayunaba hojuelas de maíz con yogur, tortillas y huevos sancochados, y continuamente miraba su reloj Apple Watch, que le recordaba sus actividades diarias.
De acuerdo con el párroco, a Prevost le gustaba arreglar autos. No siempre sabía cómo hacerlo, pero buscaba tutoriales en Youtube. También estaba atento a la venta de vehículos de segunda mano para comprarlos a precios cómodos y arreglarlos para luego usarlos en las parroquias del obispado.
Chiclayo, a 14 kilómetros del Pacífico, es una ciudad con más de 800.000 habitantes y desempeña un papel vital como eje comercial de la costa norte de Perú. Tiene carreteras que la conectan con las montañas de los Andes y la Amazonía. Sus tierras circundantes son productivas en términos agrícolas.
Sin embargo, también enfrenta problemas sociales y alrededor del 20% de su población vive en la pobreza.
Ése fue el hogar de León XIV durante casi una década antes de que partiera a Roma en 2023, cuando el entonces papa Francisco le pidió asumir la presidencia de la Comisión Pontificia para América Latina.
Su rol en la Iglesia católica cambió desde entonces, pero Chiclayo sigue siendo la misma. En su centro histórico, las casas de dos plantas están pintadas en tonalidades crema o blanco. Las calles estrechas se congestionan al medio día y, a pocos kilómetros del corazón de la ciudad, las barriadas crecen donde el pavimento se esfuma.
Ahí, antes de ser papa, León XIV cantaba, se detenía a media calle a conversar con su rebaño y bendecía a quienes ocupaban su cobijo espiritual.
«Es un hombre muy sencillo, los chiclayanos jamás nos imaginamos que el representante de Dios en la Tierra iba a vivir entre nosotros», dijo Alejandro Bazalar.
El peruano es miembro de la hermandad del Señor de los Milagros de Chiclayo y conserva un tesoro: una foto de Prevost lavándole los pies, rito común entre sacerdotes que intentan emular el gesto de humildad y servicio de Jesús hacia sus discípulos.
Como él, Ricardo Ulloque también guarda recuerdos. Cuenta que un día lo vio con micrófono en mano entonando una canción navideña y bilingüe de José Feliciano. Era diciembre de 2017 y lo acompañaba una pequeña banda de guitarras y baterías durante un encuentro juvenil.
Los vecinos de Chiclayo valoran que Prevost los recuerde pese a haberse convertido en papa.
Minutos después de haber salido al balcón más importante del Vaticano, en sus primeras palabras a las multitudes que lo vitoreaban en la Plaza de San Pedro, saludó a su pueblo peruano en español: «mi querida diócesis de Chiclayo, en el Perú, donde un pueblo fiel ha acompañado a su obispo, ha compartido su fe».
Una de sus obras más trascendentes ocurrió tras las lluvias intensas de 2022 y 2023.
El ahora papa condujo una camioneta con la que transportó víveres para las aldeas rurales pegadas al río La Leche. En medio de las inundaciones caminó usando botas de jebe mientras del cuello le colgaba un collar con una cruz.
«No se hace problemas en medio de las dificultades», recordó Janinna Sesa, una ingeniera que lo conoció cuando ella trabajaba para la organización internacional Caritas.
Añadió que el religioso también impulsó la compra de dos plantas de producción de oxígeno durante la pandemia de coronavirus, que mató a más de 217.00 personas en Perú.
«Se esforzó tanto en buscar ayuda que no sólo alcanzó para una, sino para dos plantas de oxígeno», recalcó Sesa.
Tras su elección el 8 de mayo no se anunció de inmediato cuál sería la residencia de León XIV, pero en Perú el obispo Prevost pernoctaba en aldeas remotas donde se habla la lengua quechua. Dormía en colchones delgados. Comía queso, patatas sancochadas y maíz como los campesinos.
Su huella también se imprimió fuera de Chiclayo. En Chulucanas, una ciudad de la región de Piura, Mildred Camacho lo recuerda como su padrino.
«Al ver que fue elegido corrí gritando a mi padre, ‘papi, mi padrino se convirtió en el papa'», dijo la mujer de 28 a medios locales.
Contó que cuando Prevost se fue a Roma mantuvo contacto con ella e incluso le envió una foto trabajando con el entonces papa Francisco.
«Se siente que es un padrino de verdad».
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La periodista de AP Nicole Windfield colaboró con este despacho desde el Vaticano.
Aquí todos conocen a León XIV. ¿Quién es Robert Prevost para los peruanos de Chiclayo?
