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viernes, abril 19, 2024
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Comercio informal en autobuses: ¿Qué tan rentable es?

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Cada vez son más las personas que deciden abandonar sus empleos tradicionales para subir a unidades de transporte público de Carabobo y ofrecer chupetas, caramelos, bombones, tostones, galletas, entre otras chucherías y golosinas.

Eulises Javier Ravelo ya es todo un experto. Tiene siete años ganándose la vida de autobús en autobús y conoce bien el mercado. Incluso, se ha atrevido a diversificar su oferta en mercancía no comestible, como sobres de desodorantes, lapiceros y bálsamos mentolados, aunque no sean tan requeridos como las golosinas. De esa forma le garantiza vestimenta y alimento a su esposa y a sus dos hijas. “Siempre escojo lo que tiene más demanda y lo que es más rentable para el bolsillo de la gente. Por eso me gusta trabajar con presentaciones pequeñas”. 

El padre de familia sale a la calle de lunes a sábados, inicia su jornada a las 4:00 de la madrugada y culmina a las 7:00 de la noche. Si el día “es bueno”, puede obtener de 15 a 20 dólares, el equivalente a tres o cuatro salarios mínimos en menos de 24 horas. “Soy de los primeros que llegan y de los últimos que se van”, comentó Ravelo en las cercanías de la estación Lara del metro de la ciudad, una de las zonas más comerciales del municipio y epicentro de los vendedores ambulantes.

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Sin embargo, hay veces donde Eulises regresa a su casa con no más de dos dólares de ganancia. “Hay días rudos en los que se gana muy poco. A veces es por temporadas: antes y durante Carnaval y Semana Santa siempre es flojo. Pero en épocas como diciembre hay tanto movimiento que a veces vienen vendedores de otras partes y eso genera más competencia”, explicó.

De empleado a jefe

Hace casi una década atrás, Ravelo era el empleado de una empresa y cumplía al pie de la letra el horario de oficina. Con las niñas pequeñas y la situación económica nacional acechando en arrebatarle su capacidad financiera, decidió dejar atrás el escritorio y ser su propio jefe. Tan solo debe entenderse con sus proveedores, a quienes les cancela por anticipado. 

Yusami Castellanos tomó la misma decisión hace un par de años. Tiene un bebé en etapa maternal y una pequeña de 7 años de edad. A ninguno de los dos les ha faltado un par de zapatos o un plato de comida desde que su madre vende caramelos, chupetas y pepitos en las busetas de la Av. Lara con Av. Las Ferias. “Antes trabajaba en el Mercado Los Guajiros vendiendo pantalones y zapatos pero no me daba resultados. Ahora gano más de independiente que trabajándole a otro donde cobras una miseria semanal o quincenal para que todo se te vaya en pasaje”.

El cliente del comerciante informal

En una encuesta realizada a pasajeros de unidades de transporte público en Valencia, se pudo constatar que la mayoría de quienes se trasladan en camioneticas se han acostumbrado a la presencia de vendedores. El momento selecto por éstos es mientras los choferes aguardan estacionados a que se ocupen los asientos.

En ocasiones sube el de los chupi-chupis a la par del del papelón con limón y algunas personas se sienten sofocadas. “Es incómodo y estresante. Sobre todo a medio día que hace tanto calor, tanto ruido y hay mucha gente”, comentó Geraldine Pedrón, una usuario recurrente del centro de la ciudad.

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Padrón aclaró que, aunque comprende que la situación económica del país no es la más beneficiosa para los comerciantes, prefiere que los vendedores no suban con tanta frecuencia a los autobuses. “Uno entiende que ellos también tienen sus necesidades de trabajar, pero a veces se siente como obligada. Es diferente cuando ellos tienen sus puestos o sus tiendas y si una quiere comprar, va y compra”.

Para Cristian Muñoz lo único que le preocupa del comercio  informal dentro de las camionetas es cuando los niños son los protagonistas. “Pienso que es peligroso para ellos. Tantas cosas que suceden con la inseguridad, como robos y accidentes. Además, hay veces que se nota que sus padres los obligan a trabajar. Debería haber más control cuando se trata de menores de edad”, exigió.

Aunque este tipo de actividad económica está lejos de acabar con el negocio de las bodegas y ha impulsado las ventas en mercados mayoristas de la ciudad, el presidente de la Cámara de Comercio de Valencia, Lorenzo Araujo, alertó que los vendedores informales atentan contra los comerciantes formales. “Quienes están legalmente constituidos pagan impuestos, patentes, aseo urbano entre otros servicios, por lo tanto, el comercio informal en cualquiera de sus formas es una competencia desleal muy fuerte que se busca formalizar”, añadió.

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