Alex Caruso no busca ser el protagonista, pero cada vez que pisa la duela en estas Finales de la NBA, juega como si lo fuera. Después del Juego 4 ante los Pacers, el veterano escolta del Thunder fue consultado sobre su sorpresiva transformación en figura de culto entre la afición de Oklahoma City. Su respuesta fue tan humilde como contundente.
“Solo podría ser Robin, es el único con el que podría tener algunas similitudes”, aseguró. “Tengo mejores jugadores a mi alrededor que están haciendo más”.
La analogía no es descabellada. Como en aquel campeonato con los Lakers junto a LeBron James (léase: Batman), Caruso vuelve a desempeñar el papel del valioso escudero, esta vez al lado de otro MVP enmascarado: Shai Gilgeous-Alexander. Y el impacto es innegable.
En esta serie final frente a Indiana, Caruso acumula dos partidos de 20 puntos, ambos en victorias para el Thunder. El más reciente, en el Juego 4, pasará a los libros: ningún suplente en la historia de unas Finales había registrado 20 unidades y cinco robos en un mismo juego.
“Es un monstruo competitivo”, declaró el entrenador Mark Daigneault. “Lo ha demostrado toda su carrera, y ahora lo vuelve a hacer”.
A sus 31 años, Caruso es el veterano del grupo. Respaldado por un anillo, admirado por sus compañeros y respetado por rivales que una vez lo pasaron por alto, encarna la resiliencia. De no ser seleccionado en el draft a convertirse en pieza clave en la recta final por el título. Incluso Rick Carlisle, hoy coach de los Pacers, admite haber cometido un error al no darle una oportunidad años atrás.
LeBron lo llamó “uno de mis compañeros favoritos de todos los tiempos”. En OKC, el sentimiento es mutuo.
Para Caruso, no se trata de ser Batman. Se trata de ganar. Y para eso, basta con ser el mejor Robin posible.