Por: Jesús Santander

En un momento en que Venezuela atraviesa una de sus etapas más complejas, el Presidente Nicolás Maduro ha hecho un llamado a todos los sectores de la población para participar en un Gran Diálogo Nacional, con el objetivo de garantizar la paz y la estabilidad en el país. Este esfuerzo es fundamental, especialmente tras la reciente victoria electoral del mandatario el pasado 28 de julio, que debería ser un motivo de celebración y unidad, pero que lamentablemente ha sido empañado por actos de violencia y desestabilización.

La democracia se basa en el respeto a los resultados electorales, y es imperativo que todos los actores políticos, así como la ciudadanía, comprendan la importancia de este principio. Sin embargo, hemos sido testigos de cómo grupos extremistas de la oposición han optado por la violencia y la destrucción como respuesta a los resultados, deslegitimando así no solo su propia postura, sino también el deseo de paz y progreso que anhela la mayoría del pueblo venezolano.

El diálogo no debe ser visto como un signo de debilidad, sino como una herramienta poderosa para construir puentes entre las diferencias y encontrar soluciones pacíficas a los conflictos. La historia nos ha demostrado que el diálogo puede abrir caminos hacia la reconciliación y la cohesión social. En este sentido, es esencial que todos los sectores, incluyendo aquellos que se oponen al gobierno, se sientan incluidos en este proceso. La paz no puede ser impuesta; debe ser el resultado de un esfuerzo conjunto.

La violencia solo engendra más violencia, y es responsabilidad de todos trabajar para romper este ciclo. La invitación del Presidente Maduro a un diálogo nacional es una oportunidad invaluable para abordar las preocupaciones legítimas de todos los venezolanos y construir un futuro donde la paz sea la norma y no la excepción. Este esfuerzo debe ir acompañado de un compromiso genuino por parte de todos los actores políticos para dejar atrás las diferencias y enfocarse en lo que realmente importa: el bienestar del pueblo.

El Diálogo Nacional propuesto por el Presidente Maduro representa una luz de esperanza en tiempos oscuros. Es un llamado a la reflexión y a la acción conjunta. Solo a través del entendimiento mutuo y el respeto por las diferencias podremos avanzar hacia una Venezuela en paz, donde cada ciudadano tenga la oportunidad de contribuir al desarrollo y bienestar de nuestra nación. La paz es posible, pero requiere el esfuerzo de todos. Es hora de dejar atrás la violencia y construir juntos un futuro mejor.

Llamado a la Paz y al Encuentro en Carabobo: Un Mensaje de Rafael Lacava

El Gobernador del estado Carabobo, Rafael Lacava, ha lanzado un importante llamado a la paz y al entendimiento, instando a las madres y padres a dialogar con sus hijos sobre la situación actual del país. En su mensaje, Lacava enfatiza la necesidad de que las familias comprendan el esfuerzo que se ha realizado en Carabobo para convertirlo en un ejemplo de gestión pública exitosa a nivel nacional.

El Gobernador reconoce el derecho de los opositores a manifestarse, pero subraya la importancia de hacerlo de manera pacífica. «Es fundamental que las manifestaciones se realicen sin violencia, sin dañar nuestras ciudades, sin quemar ni destruir, y sin asediar o maltratar a quienes piensan diferente», afirmó Lacava. Este llamado busca fomentar un clima de respeto y convivencia, donde las diferencias políticas no se traduzcan en agresiones ni en acciones que afecten la vida cotidiana de los ciudadanos.

Lacava invita a todos los sectores de la sociedad a unirse en un esfuerzo colectivo por la paz y la reconciliación. En su visión, Carabobo puede ser un modelo a seguir si se prioriza el diálogo y el entendimiento por encima de la confrontación. La construcción de una sociedad más justa y equitativa depende de la capacidad de todos para escuchar y encontrar puntos en común.

Este llamado a la paz es un recordatorio de que, a pesar de las diferencias políticas, todos compartimos un mismo hogar: Carabobo y Venezuela. La invitación de Lacava es clara: trabajemos juntos para construir un futuro donde el respeto y la convivencia sean la norma, y donde cada ciudadano pueda expresar sus ideas sin temor a represalias. La paz es un camino que se construye día a día, y es responsabilidad de todos recorrerlo juntos.

@jesussantanderl

Hoy en el mundo
En Rusia, Vladímir Putin avisó que retomará la producción de armas nucleares intermedias, si los Estados Unidos confirman su intención de desplegar misiles en Alemania. Esos misiles, que pueden llevar armas nucleares desde 500 a 5.500 kilómetros de distancia, son objeto de un tratado que firmaron la extinta Unión Soviética y los Estados Unidos para limitar su uso. Ambos países se retiraron de ese tratado, en el año 2019. Y más abajo, el presidente turco, Recep Erdogan, continúa con sus manifestaciones altisonantes. Esta vez, debido a la posibilidad de que Israel bombardee al Líbano en respuesta a los ataques de Hezbolá, el mandatario turco amenazó con entrar en Palestina. Un cohete iraní, disparado por Hezbolá desde el Líbano, cayó en el sábado 27 de julio en el pueblo druso de Majdal Shams, en los Altos del Golán, matando a 12 niños. “Debemos ser muy fuertes para que Israel no pueda hacer estas cosas ridículas a Palestina. Así como entramos en Azerbaiyán y en Libia, igualmente entraremos en Palestina”, declaró Erdogan en una reunión de su partido AKP en su ciudad natal de Rize. El Ministro de Relaciones Exteriores judío, Israel Katz, contestó enseguida que “Erdogan está siguiendo los pasos de Sadam Hussein al amenazar con atacar a Israel. Debería recordar lo que sucedió allí y cómo terminó”. Ya Israel comenzó a contestar, con el asesinato del máximo líder de Hamás, Ismail Haniye, en Teherán, y del más alto comandante militar de Hezbolah, Fuad Shukur, en el Líbano. Eso revela cuán cruenta está la situación. Y uno se pregunta: ¿De verdad estará tan ofuscado Erdogan como para querer meter a Turquía en una guerra contra Israel? A lo mejor en su furor no se acuerda, pero, al ser miembro de la OTAN, es poco probable que Turquía pueda intervenir militarmente en ese conflicto. Y por los lados de Francia, no todo gira alrededor de los Juegos Olímpicos. Al reconocer el 30 de julio la soberanía marroquí sobre el antiguo Sahara Español, cosa que hizo Donald Trump en el año 2020 y España en el 2022, Argelia, que no tendría nada que ver en ese asunto, pero apoya al Frente Polisario que busca la independencia del territorio, entró en una especie de crisis de nervios diplomáticos y retiró su embajador en París. Muy complicado ese equilibrio diplomático entre París con los gobiernos de Rabat y Argel, capitales de las excolonias francesas. Lo ideal será llevársela bien con ambos, y lo han intentado. Pero los franceses no son tontos: a la hora de escoger aliados, parece mucho mejor ponerse del lado de Marruecos, que es el país más estable del norte de África. Y mucho más lejos, en el extremo oriente, la ayuda militar de USD 500 millones acordada por los Estados Unidos a Filipinas, para contrarrestar la ofensiva de Pekín en el Mar de China, forma parte de un paquete mucho mayor. En abril, el congreso norteamericano aprobó una ayuda militar de USD 2.000 millones a los países de la región. Se siguen calentando las aguas de esos mares.

Tenis Olímpico sin Nadal
Al ser derrotado el lunes por Novak Djokovic, Rafael Nadal firmó su despedida de París en los individuales. Alcaraz y Djokovic se metieron ya en la siguiente ronda.

Las diversas versiones de King Kong, tienen cambios argumentales sutiles, pero el centro de la historia es el mismo, pese a la distancia de fechas. La ciudad malvada, burlona, rica, frívola, mujeres cubiertas de pieles y hombres vestidos de etiqueta en el teatro, inferiores humanamente a la Bestia que da la vida por un sentimiento sublime. Se sacrifica como Dido, Werther, Romeo o Madame Butterfly, el acto romántico por excelencia de seres superiores, morir por el objeto amado. Se inmola en el mero símbolo del mal, dos veces en el Empire State (Cooper-Schoedsack 1933 y Jackson 2005) y una en las Torres Gemelas (Guillermin 1976), de las que más tarde se ocupará Bin Laden. Babel recibe el castigo bíblico, confundida por lenguas diferentes e irguiendo una torre blasfema para llegar al cielo, antro de minusválidos morales y vanidades pecaminosas. Kong yace entre el llanto de la Bella y la curiosidad mediocre de paseantes que se fotografían con el héroe muerto, indiferentes a la tragedia. Pese a sus maravillas creadas, la civilización urbana se considera a sí misma el mal. La ciudad en el infraconsciente se asocia a una “profesional”, el mito de “la prostituta de Babilonia”, cualquier ciudad en cualquier época: alcohol, “mujeres”, vida fácil, perdición. El Diluvio fue para ahogar los pecados al comienzo de la civilización urbana. Juvenal identificaba a Roma con “sus mujeres de entrepierna húmeda y caliente” (se comprende su saudade en el exilio)

Rousseau piensa que la fuente de corrupción humana son las ciudades, donde las artesanías dejan de servir a las necesidades simples y “honestas” y se convierten en vanidades para el hedonismo de los ricos. El primer movimiento revolucionario con una filosofía, el Romanticismo alemán del siglo XVIII, reivindicaba el folk, la tradición, la religión, el campo, la vida simple, contra las influencias disolventes del cosmopolitismo, la ciencia y la Razón. Contamina la palabra “pueblo” con la carga metafísica que hoy tiene, síntesis de las virtudes y los sufrimientos. Tanhausser de Wagner, una especie de Ulises del siglo XIII que enfrenta las tentaciones de la muelle ciudad de Venusberg (Monte de Venus, no por casualidad) que lo seducen a abandonar su vida de vengador errante. La revolución se entendió como lucha contra la modernidad urbana hasta que Marx en el Manifiesto Comunista se quitó de tonterías y encumbró las ciudades, la industria, el comercio y la clase obrera. Definió a los campesinos como “bárbaros” de “vida reptante”, celebró la colonización y consideró payaso al héroe antiespañol Simón Bolívar. La prédica bárbara sólo caló en el tercer mundo, mientras más brutales, primitivas y anacrónicas fueran las revoluciones. Ya Lenin había hecho su alianza entre “obreros, campesinos y soldados” y Mao sostiene que “el campo tome las ciudades” contra las concepciones de la Tercera Internacional.

Pese al heroísmo del levantamiento de Shanghái, al triunfar la revolución, la ciudad recibe un brutal castigo, un genocidio llamado “Cacería del Tigre” en 1951, al costo de cientos de miles de vidas. Era el símbolo de la corrupción “capitalista”, el comercio en el que se había basado desde siempre y se basa hoy China. La Revolución Cultural en 1960, otro millón de víctimas, comenzó en la gran Shanghái, tal vez porque ahí trabajó como actriz y prostituta “La manzana azul”, Chiang-Chig, la esposa de Mao. Pol Pot, acompañado de muchachos harapientos, toma la capital Phon Phen, asesina un tercio de su población, destruye la ciudad, convierte las escuelas en cámaras de tortura. Y el Che Guevara se burlaba de los revolucionarios urbanos, despreciables “pequeñoburgueses”. Como Juana la Loca, los posmos abrazan el cadáver del comunismo con el sueño de darle vida, ahora identitaria. Donde hubo bares, restaurantes, colores, ahora, dice Neruda, “la noche, madre madrastra, sale con un puñal en medio de sus ojos de búho­/ un grito, un crimen, se levantan y apagan, tragados por la sombra”. Mohamed Atta estrelló los aviones contra las Torres Gemelas en 2001, un arquitecto egipcio obsesionado en retroceder la historia, que aborrecía la modestísima modernización del mundo musulmán. Se doctoró en Hamburgo con un proyecto contra natura: regresar un barrio en la ciudad siria de Aleppo a su origen, sin autopistas ni edificios altos.