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Adolescente murió durante colisión de vehículos en Falcón

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Un adolescente perdió la vida tras sufrir graves lesiones producto de una colisión.

Los hechos ocurrieron la tarde del domingo 4 de mayo, en  la carretera nacional Morón-Coro en las adyacencias del estadio Lorenzo Domínguez de Sanare, municipio Silva, del estado Falcón.

Sobre el hecho se conoció, que el fallecido Adrián Medina, de 16 años de edad, se trasladaba en una motocicleta  moto Empire, la cual conducía, cuando chocó  contra una gandola cisterna Mack de la empresa Araguagas.

Ante esta situación,  tuvo que ser trasladado hasta el Hospital Doctor Lino Arévalo, siendo referido a Puerto Cabello estado Carabobo, donde finalmente murió.

Trascendió, que el muchacho sufrió  traumatismo torácico abdominal cerrado, fractura cerrada de la tibia y peroné izquierdo, herida abierta en la tibia derecha, amputación traumática de un dedo y escoriaciones. 

El adolescente vivía en el sector El Esfuerzo de Tucacas.

Por su parte, el conductor de la gandola involucrada,  es un ciudadano de 56 años, natural de Maracay, estado Aragua. El mismo resultó ileso y quedó detenido como parte de las actuaciones que sustenta una comisión de la PNB.

Con Adrián Medina suman 26 muertos en accidentes de moto en Falcón este año.

Se trata de la quinta muerte en accidentes de tránsito en general en lo que va de mayo.

Alcatraz Regresa: Trump Ordena la Reapertura de la Prisión

Alcatraz Regresa: Trump Ordena la Reapertura de la Prisión

El presidente Donald Trump ha anunciado su directiva para la reapertura y expansión de la prisión de Alcatraz, una instalación que ha permanecido inactiva durante más de seis décadas. Esta decisión, dada a conocer recientemente, ha generado un amplio debate y suscita numerosas interrogantes sobre la viabilidad, los costos y las profundas implicaciones de reactivar esta antigua y notoria penitenciaría federal.

Alcatraz: Un Ícono de la Historia Penitenciaria

La historia de la isla de Alcatraz se remonta a la década de 1850, cuando fue designada como una reserva militar y se erigió una fortaleza en su superficie. Su ubicación estratégica en la Bahía de San Francisco la convirtió en un punto clave para la defensa costera. Con el tiempo, la isla también albergó una prisión militar, aprovechando su aislamiento natural. E

La Decisión de Trump: Motivos y Planes

El presidente Trump ha declarado que la razón principal para ordenar la reapertura de Alcatraz es albergar a los criminales «más violentos» de los Estados Unidos. Este enfoque en los «criminales violentos» se alinea con su postura de «mano dura contra el crimen» y sugiere un deseo de crear una instalación de alta seguridad para individuos considerados una amenaza significativa para la seguridad pública. Además, se ha insinuado la posibilidad de utilizar Alcatraz para encarcelar a inmigrantes ilegales. Esta potencial utilización para la detención de inmigrantes plantea importantes cuestiones legales y éticas, especialmente a la luz de críticas pasadas sobre el trato de los migrantes en los centros de detención de Estados Unidos.

Trump también ha presentado la reapertura de Alcatraz como un símbolo de «ley, orden y justicia». Al hacerlo, busca aprovechar la imagen histórica de la prisión como un lugar de castigo severo para proyectar un mensaje de firmeza y determinación en el abordaje del crimen y la inmigración. La decisión se enmarca dentro de una agenda más amplia para combatir el crimen y restaurar un sentido de orden, apelando a los votantes que priorizan la aplicación de la ley. Curiosamente, Donald Trump Jr. había sugerido previamente la reapertura de Alcatraz después de que su padre anunciara la habilitación de un centro de detención en Guantánamo para migrantes , lo que indica que esta idea ha estado circulando dentro de su círculo familiar.

Día Mundial de la Lengua Portuguesa: AULA MAGNA #05/05/25

Un viaje musical para celebrar
el Día Mundial de la Lengua Portuguesa

Una alianza cultural entre las embajadas de Portugal y Brasil

El 5 de mayo, el mundo lusófono vuelve a unirse para celebrar con orgullo, emoción y profunda identidad el Día Mundial de la Lengua Portuguesa, instituido oficialmente por la UNESCO en 2019 y celebrado por primera vez en 2020. Este año, Caracas se suma a las conmemoraciones con una programación cultural de gran calidad artística y simbólica, que promete emocionar a quienes sienten que las lenguas no solo se hablan, sino que se viven, se cantan y se sueñan. Celebrar el portugués es reafirmar un compromiso con la palabra, la cultura y la humanidad.

Una alianza cultural entre las embajadas de Portugal y Brasil

Las Embajadas de Portugal y Brasil en Venezuela, conscientes del legado lingüístico común que une a más de 260 millones de hablantes en los cinco continentes, presentan conjuntamente una programación que celebra no solo la historia de la lengua, sino también su vibrante presente y su prometedor futuro, en colaboración con Camões, Instituto da Cooperação e Língua, el Instituto Guimarães Rosa do Brasil, la Coordinación para la Enseñanza del Portugués en Venezuela, la Universidad Central de Venezuela, la Asociación Cultural Humboldt, el Centro de Lengua Portuguesa de Caracas y el Centro de Lengua Portuguesa UPEL de Maracay.

En un mundo a veces fragmentado, el portugués une culturas, generaciones, orillas y tradiciones. Desde Lisboa a Luanda, de Maputo a Río de Janeiro, de Timor Oriental a Caracas, la lengua portuguesa es una patria sonora que trasciende fronteras, una melodía compartida por pueblos diversos, una narrativa viva, tejida por siglos de historia, ciencia, arte y afectos.

Recitales para una lengua viva: el portugués transformado en música

Desde Caracas, el Día Mundial de la Lengua Portuguesa 2025 nos invita a escuchar, cantar, enseñar y hablar con el alma abierta, con la memoria viva y con la mirada puesta en un futuro en el cual las lenguas pueden seguir uniéndonos, no separándonos. Este año, la soprano venezolana Betzabeth Talavera y el pianista cubano Andrés Roig nos invitan a un viaje sonoro que rinde homenaje a la riqueza de la lengua portuguesa. Los recitales tendrán lugar el domingo 4 de mayo a las 4:00 pm en la Asociación Cultural Humboldt de San Bernardino y el lunes 5 de mayo a las 10:30 am en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela. Ambos eventos tienen entrada gratuita, con aforo limitado, por lo que se recomienda llegar temprano.

El programa incluirá obras de grandes compositores, como Heitor Villa-Lobos, cuyo genio logró fusionar el folclore brasileño con la tradición clásica europea, creando composiciones que evocan selvas, ciudades y emociones profundas. A su lado, Claudio Santoro, con su lenguaje musical más moderno y comprometido, incorpora la densidad emocional y la introspección de la vida urbana contemporánea, una voz perfecta para reflejar la dimensión actual y cosmopolita de la lengua portuguesa. También escucharemos a José Viana da Mota, compositor portugués, cuya música refleja una gran riqueza melódica, transmitiendo sentimientos tan característicos de la identidad cultural portuguesa. También se escucharán obras de Luís de Freitas Branco y Francisco de Lacerda, que, con un estilo introspectivo y evocador, incorporan en sus melodías elementos de la música clásica europea, así como influencias de la música popular y folclórica de Portugal.

Un homenaje a Luís de Camões, poeta del alma portuguesa

Este año, las conmemoraciones son especialmente importantes, ya que se celebran los 500 años del nacimiento de Luís Vaz de Camões, el gran poeta autor de Os Lusíadas, que canta las grandes travesías marítimas y espirituales de los portugueses, la hazaña humana de navegar hacia lo desconocido y de encontrar, en la lengua, una brújula para comprender el mundo. Celebrar a Camões es celebrar la universalidad del portugués, su capacidad de ser vehículo de épicos y susurros, de guerras y amores, de conocimientos y sueños. Su obra sigue inspirando, cinco siglos después, a nuevas generaciones de artistas, profesores, estudiantes y soñadores.

El portugués: lengua de la ciencia, la cultura, la paz y las oportunidades

El portugués es actualmente la cuarta lengua más hablada en el mundo como lengua materna y la quinta lengua más utilizada en Internet. Es lengua oficial en nueve países, lengua de trabajo en organismos internacionales y un vehículo estratégico para la cooperación y el desarrollo sostenible. Más que una herramienta de comunicación, es un instrumento de paz, de encuentro y de entendimiento entre los pueblos. A través del portugués, compartimos literatura, gastronomía, música, tecnología, conocimientos ancestrales, cine, teatro, solidaridad y diplomacia cultural.

El portugués en Venezuela: una historia que sigue escribiéndose

En Venezuela, el interés por el portugués ha crecido exponencialmente. Alrededor de 13.6500 estudiantes, en 61 escuelas, han apostado por la lengua de Camões, porque elegir y aprender portugués es elegir pertenecer a una comunidad global. Es como lanzar una botella al mar: «¡Quiero entenderte, mundo, en tu propia lengua!».

Este esfuerzo se sustenta en el compromiso de profesores apasionados y preparados, cuyo trabajo también merece un lugar destacado en esta celebración. Son ellos quienes, cada día, siembran esta lengua en suelo venezolano, con vocación y sensibilidad.

Enseñar una lengua no es simplemente transmitir estructuras gramaticales, es invitar a mirar el mundo con otros ojos. El portugués, con su historia de mezcla, resistencia y creatividad, es ideal para alcanzar este objetivo.

Una lengua hecha de muchas voces

El Día Mundial de la Lengua Portuguesa es también una oportunidad para dar a conocer su diversidad. Desde el fado hasta la samba, desde el criollo caboverdiano hasta las expresiones indígenas amazónicas que habitan el portugués brasileño, el portugués está compuesto por muchas lenguas. Cada acento y cada palabra son un testimonio del alma de un pueblo.

Las redes culturales exteriores del Instituto Camões y del Instituto Guimarães Rosa, los centros de enseñanza, los centros culturales lusófonos y las comunidades de hablantes de todo el mundo contribuyen a que el portugués siga vivo y continúe creciendo, expandiéndose y reinventándose.

Este concierto no será una simple sucesión de obras, sino una ceremonia en la que el portugués se transformará en emoción, canto y memoria, una experiencia sensorial y afectiva con una lengua que se vive más allá de las palabras. Porque cada palabra pronunciada en portugués es un gesto de pertenencia a una cultura global, rica, luminosa y profundamente humana.

Para más información, visite el sitio web caracas.embaixadaportugal.mne.gov.pt

TASA BCV: 05/05/25

El Banco Central de Venezuela (BCV), fijó la tasa del dólar oficial que estará vigente para hoy lunes 05 de mayo, cuya tendencia sigue en alza.

El dólar oficial se cotizará en las próximas horas, en 88,64 bolívares por unidad, de acuerdo el BCV en su sitio web.

Un siglo de investigación sobre la felicidad condujo a un gran hallazgo

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Mientras crecía en Maryland, Sonja Lyubomirsky podía ver que su madre era infeliz. Cuando Sonja tenía 9 años, sus padres trasladaron a la familia de Moscú, donde su madre enseñaba literatura en una secundaria, a Estados Unidos, con la esperanza de ofrecer a sus hijos más oportunidades. En su nuevo país, la madre de Sonja ya no podía dar clases, así que se dedicó a limpiar casas para ayudar a la familia a salir adelante. Echaba de menos su antigua carrera, añoraba su país natal, lloraba con frecuencia. Era infeliz a escala tolstoiana. Sonja comprendía su nostalgia y sus frustraciones, agravadas por un matrimonio miserable, pero seguía preguntándose: ¿eran los rusos menos felices que los estadounidenses? ¿Su madre estaba destinada a ser infeliz en cualquier lugar, o era el resultado de las circunstancias de la vida? ¿Qué podría hacer que alguien como su madre fuera más feliz, si no es que totalmente dichosa?

 

En 1985, Lyubomirsky partió a la universidad de Harvard, donde, según le recordó años más tarde su asesor, sacaba con frecuencia el tema de la felicidad, a pesar de que la especialidad de este era la psicología social del mercado de valores. En aquella época, el estudio de la felicidad distaba mucho de ser el megacampo del bienestar en que se ha convertido hoy. En la década de 1960, un investigador que hacía una rara incursión en el tema observó que se había avanzado muy poco en la teoría de la felicidad desde que Aristóteles la sopesara dos milenios atrás. Aquel trabajo concluía que la juventud y unas aspiraciones de vida modestas eran componentes clave de la felicidad (conclusiones puestas en duda posteriormente).

Muchos científicos de la época creían que la felicidad era esencialmente aleatoria: no era algo que cultivar, como un jardín, ni algo que alcanzar mediante el establecimiento y el logro de metas significativas. Era algo que les ocurría a las personas, en virtud de sus genes, sus circunstancias o ambas cosas. “Puede que intentar ser más feliz sea tan inútil como intentar ser más alto y, por tanto, contraproducente”, concluyeron los autores de un estudio de 1996.

Cuando Lyubomirsky llegó al posgrado de psicología social en Stanford en 1989, la investigación académica sobre la felicidad apenas empezaba a ganar legitimidad. Ed Diener, psicólogo de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, quien con el tiempo sería reconocido por su trabajo en este campo, esperó hasta obtener la titularidad antes de abordar el tema, a pesar de albergar un antiguo interés por él. Lyubomirsky también recelaba de elegir la felicidad como especialidad: era una mujer en el campo de la ciencia, deseosa de que la tomaran en serio, y todo lo relacionado con las “emociones” se consideraba algo blando. Sin embargo, el primer día de su posgrado en Stanford, en 1989, tras una enérgica conversación con su asesor, decidió centrarse en la felicidad.

Lyubomirsky empezó con la pregunta básica de por qué algunas personas son más felices que otras. Unos años antes, Diener había publicado un estudio sobre la investigación existente, en el que se mencionaban los tipos de comportamientos a los que parecían inclinarse las personas felices: la observancia religiosa, por ejemplo, o la socialización y el ejercicio físico. Pero los estudios, que a veces arrojaban resultados contradictorios, no llegaron a un consenso claro. La propia investigación de Lyubomirsky, a lo largo de muchos años, señaló la importancia de la mentalidad de una persona: las personas felices tendían a abstenerse de compararse con los demás, tenían percepciones más positivas de los demás, encontraban formas de sentirse satisfechas con una serie de opciones y no se detenían en lo negativo.

Pero Lyubomirsky sabía que no podía separar causa y efecto: ¿ser feliz fomentaba una mentalidad sana o adoptar esa mentalidad hacía a la gente más feliz? ¿Las personas como su madre estaban condenadas a vivir con su nivel natural de felicidad, o podían controlar su estado de ánimo, si solo supieran cómo? Aunque pudieras cambiar tu mentalidad, ese proceso parecía llevar mucho tiempo —la gente pasa años en terapia intentando (y a menudo fracasando) hacerlo— y Lyubomirsky se preguntó si había comportamientos más sencillos y fáciles que pudieran adoptar y que mejoraran rápidamente su sensación de bienestar. Decidió ponerlo a prueba.

Lyubomirsky empezó estudiando algunos de los hábitos y prácticas que se creía que mejoraban el estado de ánimo: los actos de bondad aleatorios y las expresiones de gratitud. Cada semana, durante seis semanas, hizo que los estudiantes realizaran cinco actos de bondad —donar sangre, por ejemplo, o ayudar a otro estudiante con un trabajo— y descubrió que eran más felices al final de ese periodo que los estudiantes de su grupo de control. Pidió a otro grupo de alumnos que contemplaran, una vez a la semana, las cosas por las que estaban agradecidos, como “mi mamá” o el “AOL Instant Messenger”. También ellos se sintieron más felices después de hacerlo que el grupo de control. Los cambios en el bienestar no fueron especialmente grandes en ninguno de los dos estudios, pero a Lyubomirsky le pareció extraordinario que una intervención tan pequeña y de tan bajo costo pudiera mejorar la calidad de vida de los estudiantes. En 2005, publicó un artículo basado en esos estudios en el que sostenía que las personas tenían un control considerable sobre su felicidad.

La investigación de Lyubomirsky salió a la luz justo cuando el campo de la psicología reconsideraba sus objetivos e incluso su finalidad. Cuando Martin Seligman, psicólogo de la Universidad de Pensilvania, tomó el timón de la Asociación Americana de Psicología en 1998, expresó su preocupación por el hecho de que él y sus colegas habían dedicado demasiado tiempo a centrarse en la disfunción y no el suficiente a fomentar la satisfacción vital; animó a sus colegas a perseguir “la comprensión y el desarrollo de las cualidades más positivas de un individuo: el optimismo, el valor, la ética laboral, la visión de futuro, las habilidades interpersonales, la capacidad de placer y perspicacia y la responsabilidad social”. Pidió que el campo volviera a sus orígenes, “que consistían en hacer que la vida de todas las personas fuera más plena y productiva”.

Los psicólogos atendieron el llamado y se lanzaron a nuevos campos de investigación, como el bienestar y la felicidad. Realizaron miles de estudios de intervención sobre la felicidad durante los 15 años siguientes: estudios sobre actos de bondad y gratitud, como el de Lyubomirsky, pero también estudios sobre sonrisas forzadas, estudios sobre “mirar el lado bueno de las cosas”, estudios sobre dietas y sobre meditación. Muchos de ellos parecían demostrar que la gente podía, de hecho, hacerse más feliz, pero la mayoría de los efectos eran pequeños, los resultados eran a corto plazo y las opciones parecían infinitas. Quienes aspiraban a una mayor felicidad podían incluso sufrir la paradoja de la elección: con el poco tiempo de que disponían, ¿debían dedicarlo a escribir un diario? ¿Practicar la gratitud? ¿A meditar? El público tendría que esperar otras dos décadas para que se abriera paso una respuesta más decisiva, dada por un investigador que dirigió el estudio sobre la felicidad más largo de la historia del campo.

En 2003, el psiquiatra Robert Waldinger aceptó un nuevo empleo en Harvard, donde llevaba tiempo afiliado, supervisando uno de sus proyectos de investigación más preciados. A Waldinger, psicoanalista de formación que más tarde se ordenaría sacerdote budista zen, siempre le habían preocupado las cuestiones “con sabor existencial”, razón por la cual, cuando la universidad le pidió que se encargara del estudio sobre el bienestar más prolongado de la historia de Estados Unidos, aceptó de buen grado. Se trataba de un estudio poco frecuente en el que se encuestara a las personas a lo largo de toda su vida, desde la juventud hasta la vejez, y que contenía pistas sobre las elecciones y circunstancias que llevan a las personas a mirar hacia atrás con pesar o satisfacción.

El estudio comenzó en 1938, en un intento de discernir los hábitos de los jóvenes sanos y saludables. Dos médicos que atendían a estudiantes de Harvard lo llevaban a cabo con una subvención de un magnate minorista del Medio Oeste, cuyo objetivo, según se le informó a Waldinger, era descubrir qué caracterizaba a un buen gerente de grandes almacenes. El objetivo de los investigadores, por el contrario, era invertir la trayectoria habitual de la investigación médica, que consistía en estudiar a quien estaba enfermo con la esperanza de encontrar formas de curarlo. En lugar de examinar a los pacientes después de que empezaran sus problemas, los médicos esperaban “intentar analizar las fuerzas que han producido hombres jóvenes normales”.

En busca de jóvenes que pudieran, como dijo un investigador, “remar en su propia canoa”, los dos médicos reclutaron a un grupo de 268 estudiantes de Harvard de las generaciones de 1939 a 1944, entre los que se encontraban John F. Kennedy y Ben Bradlee, futuro editor del Washington Post. Los estudiantes (todos ellos blancos) fueron seleccionados por sus decanos como modelos ejemplares. “Todos nosotros necesitamos más cosas que ‘hacer’ y menos que ‘no hacer’”, escribieron los médicos en un comunicado de prensa en el que anunciaban sus objetivos.

Los universitarios fueron estudiados desde todos los ángulos imaginables. Hablaron durante más de 20 horas con psiquiatras individualmente; se exploraron sus antecedentes familiares; se entrevistó a sus padres sobre sus debilidades infantiles, y se les sometió a un aluvión de pruebas fisiológicas. Se evaluó su tolerancia a la insulina, junto con su función respiratoria y cómo respondía su cuerpo cuando al pedirles que corrieran en una cinta caminadora hasta el punto de agotamiento. Se les midió de pies a cabeza en una búsqueda pseudocientífica de una conexión entre la forma del cuerpo y la personalidad. Una vez que dejaron la universidad, la mayoría de los hombres siguieron sometiéndose a reconocimientos médicos periódicos y rellenaron largos cuestionarios en los que se les preguntaba por su vida y su estado de ánimo; aproximadamente una vez por década, un investigador viajaba para entrevistarlos en persona.

En la década de 1970, los investigadores incorporaron al estudio a otro grupo de hombres: la llamada generación Glueck, 456 hombres, en su mayoría blancos, de la zona de Boston que procedían de entornos desfavorecidos. Sheldon Glueck, profesor de la Facultad de Derecho de Harvard, y su esposa, Eleanor, trabajadora social e investigadora, habían empezado a entrevistarlos cuando aún eran niños en 1939, con la esperanza inicial de comparar sus destinos con los de otro grupo de jóvenes de su comunidad que habían sido etiquetados como delincuentes juveniles.

Unos 30 años después de que se iniciara el estudio, el psiquiatra e investigador George Vaillant se había hecho cargo de él, desviando el énfasis de la búsqueda de las cualidades inherentes de aquellos considerados mejores y más brillantes hacia cuestiones más profundas sobre cuánto cambian las personas con el tiempo y qué las hace felices y saludables a largo plazo. La encuesta planteaba preguntas abiertas que captaban los cambios en la visión del mundo y el sentido del ser de los hombres. “Tengo un impulso, uno terrible”, dijo inicialmente un estudiante de Harvard al psiquiatra que lo entrevistó. “Siempre he tenido metas y ambiciones que iban más allá de cualquier cosa práctica”. Añadió que desconfiaba de los “liberales tramposos”, hasta el punto de que había destruido “propaganda” de la Unión Liberal de Harvard. A los 30 años, ese mismo hombre dijo que su objetivo ya no era “ser bueno en ciencia, sino disfrutar trabajando con la gente”. A los 50, había resuelto, según los investigadores, que “los pobres del mundo eran responsabilidad de los ricos del mundo”.

Muchos de los participantes en el estudio sirvieron en la Segunda Guerra Mundial; luego trabajaron en campos como la mercadotecnia, la albañilería, la banca, la promoción inmobiliaria y la mudanza de muebles. Sesenta y cinco años después de someterse por primera vez a la investigación, muchos de los participantes de Harvard y Glueck se encontraron en condiciones difíciles, mientras que otros continuaron disfrutando de vidas sin problemas. En 2001, cuando los hombres tenían entre 70 y 80 años, Vaillant publicó algunas de sus conclusiones más significativas: descubrió que, para ambas generaciones, uno de los mejores indicadores del bienestar general de los hombres en su vejez era lo felizmente casados que estaban a los 50 años.

Waldinger, que trabajó como terapeuta durante muchos años, siempre había pensado que su principal objetivo era ayudar a sus pacientes a tener una vida emocional más satisfactoria, permitiéndoles mantener relaciones significativas. Pero le fascinó comprobar que el estudio de Harvard corroboraba tan claramente su intuición. Cuando se le pidió que dijera de qué se arrepentía, un hombre respondió: “Ojalá hubiera pasado más tiempo con mi esposa. Murió justo cuando yo empezaba a reducir mi trabajo”. Cuando Waldinger se incorporó, una de sus primeras iniciativas fue ampliar el estudio para incluir a las esposas de los hombres de Harvard y Glueck. Una mujer de 80 años entrevistada dijo que desearía haber dedicado menos tiempo a enfadarse por “tonterías” y, en cambio, haberse centrado más en “pasar más tiempo con mis hijos, mi esposo, mi madre, mi padre”.

Waldinger sabía que estar casado estaba relacionado con el bienestar general, pero le intrigaban otros estudios más recientes que encontraron que el matrimonio por sí solo no era suficiente: lo que importaba era lo feliz que fuera el matrimonio. Waldinger decidió investigar por su cuenta: siguió a 47 parejas octogenarias del estudio durante un periodo de ocho días, anotando cuánto tiempo pasaba cada persona con su cónyuge y con sus amigos y familiares. Descubrió que, en el caso de los matrimonios felices, socializar con otras personas de su círculo contribuía a su felicidad. Sin embargo, si sufrían o estaban mal de salud, solo pasar tiempo con sus cónyuges parecía protegerlos de los efectos desalentadores del sufrimiento físico. Otras investigaciones que llevó a cabo descubrieron que las personas que obtenían las puntuaciones más altas en las medidas de apego a sus cónyuges eran también las que declaraban los niveles más altos de felicidad.

Waldinger, el cuarto responsable del estudio de Harvard, se sintió conmovido por la coherencia de su propia investigación y del trabajo que le precedió: los miles de cuestionarios, muestras de saliva, análisis genéticos, informes sobre el colesterol, historiales dentales, pruebas de cociente intelectual, entrevistas de amplio alcance y escáneres cerebrales. Mucho de ello se sumó a una idea clave: “El mensaje más claro que obtenemos de este estudio de 75 años es el siguiente: las buenas relaciones nos mantienen más felices y sanos. Y punto”, dijo en una charla TED en 2015. Lo que predecía el bienestar eran las relaciones sólidas y duraderas con los cónyuges, la familia y los amigos, basadas en una profunda confianza, y no los logros, la fortuna o la fama. A Waldinger le preocupaba que su gran revelación fuera tan intuitiva que se rieran de él en el escenario; en cambio, la charla es una de las más vistas de TED hasta la fecha, con más de 40 millones de visitas.

Waldinger sabía que estar casado estaba relacionado con el bienestar general, pero le intrigaban otros estudios más recientes que encontraron que el matrimonio por sí solo no era suficiente: lo que importaba era lo feliz que fuera el matrimonio. Waldinger decidió investigar por su cuenta: siguió a 47 parejas octogenarias del estudio durante un periodo de ocho días, anotando cuánto tiempo pasaba cada persona con su cónyuge y con sus amigos y familiares. Descubrió que, en el caso de los matrimonios felices, socializar con otras personas de su círculo contribuía a su felicidad. Sin embargo, si sufrían o estaban mal de salud, solo pasar tiempo con sus cónyuges parecía protegerlos de los efectos desalentadores del sufrimiento físico. Otras investigaciones que llevó a cabo descubrieron que las personas que obtenían las puntuaciones más altas en las medidas de apego a sus cónyuges eran también las que declaraban los niveles más altos de felicidad.

Waldinger, el cuarto responsable del estudio de Harvard, se sintió conmovido por la coherencia de su propia investigación y del trabajo que le precedió: los miles de cuestionarios, muestras de saliva, análisis genéticos, informes sobre el colesterol, historiales dentales, pruebas de cociente intelectual, entrevistas de amplio alcance y escáneres cerebrales. Mucho de ello se sumó a una idea clave: “El mensaje más claro que obtenemos de este estudio de 75 años es el siguiente: las buenas relaciones nos mantienen más felices y sanos. Y punto”, dijo en una charla TED en 2015. Lo que predecía el bienestar eran las relaciones sólidas y duraderas con los cónyuges, la familia y los amigos, basadas en una profunda confianza, y no los logros, la fortuna o la fama. A Waldinger le preocupaba que su gran revelación fuera tan intuitiva que se rieran de él en el escenario; en cambio, la charla es una de las más vistas de TED hasta la fecha, con más de 40 millones de visitas.

Julia Rohrer, quien llegó como estudiante de posgrado al Instituto Max Planck de Berlín en 2016, formaba parte de esa nueva generación. Deseosa de que su trabajo tuviera un significado real, intentó encontrar una forma rigurosa de examinar la conexión entre la felicidad y las relaciones sociales. Tres años después de la charla TED de Waldinger, Rohrer analizó una encuesta en la que se pedía a casi 2000 alemanes que escribieran cómo creían que podrían ser más felices, o al menos igual de felices, en el futuro. Codificó las respuestas en “no sociales” (“conseguir un trabajo mejor”) o “sociales” (“pasar más tiempo con los amigos y la familia”). Rohrer descubrió que quien se proponía un objetivo social había dado más pasos hacia ese objetivo y era más feliz un año después. Llegó a la conclusión de que “las búsquedas socialmente comprometidas predicen aumentos en la satisfacción vital”, como dijo en la prestigiosa revista Psychological Science.

El trabajo de Rohrer se publicó más o menos al mismo tiempo que otros investigadores descubrían, en estudios de alta calidad y replicados, que incluso las interacciones sociales fugaces podían mejorar la felicidad. Nicholas Epley y Juliana Schroeder, ambos investigadores de la Universidad de Chicago, llevaron a cabo un experimento en el que pedían a la gente que interactuara con desconocidos en el transporte público —para intentar tener un momento de conexión— y descubrieron que los viajeros parecían mejorar su estado de ánimo con el ejercicio. La investigación de Epley y Schroeder y otros estudios han descubierto que las personas subestimaban lo mucho que disfrutarían de la experiencia y lo abiertos que estarían los desconocidos a ella.

Ese trabajo era importante más allá de la decisión sobre si hablar o no con un desconocido en un tren, dice Waldinger, quien considera que estos hallazgos son de los más útiles de los últimos años. “Tenemos esta reticencia innata a relacionarnos socialmente, sobre todo con desconocidos, y luego somos más felices cuando nos obligamos. Me parece algo realmente útil de saber”.

Encontrar un propósito en el servicio a los demás, pasar más tiempo con los demás… Todo apunta hacia lo mismo, afirma Lyubomirsky. “Después de todos estos años, me di cuenta”, dice. “La razón de que todas estas intervenciones funcionen es que hacen que la gente se sienta más conectada con los demás. Cuando escribo una carta de agradecimiento a mi madre, me siento más unida a ella. Cuando realizo un acto de bondad, me hace sentir más conectada con la persona a la que ayudo, o simplemente con la humanidad en general. Sí, podrías salir a correr, y eso te haría más feliz, y la meditación no tiene por qué girar necesariamente en torno a otras personas. Pero yo diría que el 95 por ciento de las cosas que son efectivas para hacer feliz a la gente, y que han demostrado ser ciertas mediante intervenciones sobre la felicidad, se deben a que hacen que las personas se sientan más conectadas con los demás”.

Aunque las redes sociales se han llegado a asociar con estados de ánimo negativos, la investigación sobre sus efectos en la felicidad es en realidad más variada, afirma Lyubomirsky, porque proporcionan cierto tipo de conexión. En su propia investigación, Lyubomirsky ha descubierto que cuando la gente habla con alguien —ya sea en persona, por teléfono o videochat—, esas simples interacciones parecen aumentar la felicidad por igual, y que todas ellas son preferibles a los mensajes de texto. “Quizá se deba a que nuestros cerebros no están hechos para ello”, afirma. A excepción del escroleo pasivo por las redes sociales, que a menudo inspira a los que lo hacen a comparar desfavorablemente sus propias vidas con las de quienes publican, cree que relacionarse con viejos amigos o con posibles nuevos amigos en las redes sociales es mejor que no relacionarse en absoluto.

Que los matrimonios y las relaciones familiares fuertes hacen más feliz a la gente, sí, es intuitivo, reconoce Lyubomirsky. Lo que le pareció más sorprendente fue lo eficaz que puede ser para la felicidad incluso tener pequeños puntos de conexión a lo largo del día, y lo factible que es, si la gente pudiera solo superar su vacilación. “Si alguien me preguntara qué es lo único que podrías hacer mañana para ser más feliz, mi respuesta sería: mantener una conversación con alguien, o una conversación más profunda de lo habitual”, afirma.

Hablar con desconocidos —en el tren, en una cafetería, en el parque infantil, en la cola de la oficina de tránsito, en la sala de espera de una consulta médica— podría descartarse como un ejercicio que simplemente hace pasar el tiempo. Pero también podría verse como una conmovedora reflexión de lo ansiosos que estamos todos, cada día, por conectar con otros seres humanos cuya interioridad, de otro modo, sería un misterio, individuos en cuyos rostros podríamos leer amenaza, juicio, aburrimiento o desconfianza. Hablar con desconocidos garantiza la novedad, posiblemente incluso el aprendizaje. Ofrece la promesa, cada vez, de una percepción inesperada.

Unas semanas después de hablar por primera vez con Waldinger por teléfono, volé a Florida, donde estaba pasando un mes con su esposa en la casa que un querido amigo le había prestado. Yo luchaba por salir de un bajón anímico que me sobrevino en las últimas semanas tras una lesión. Había subestimado enormemente la duración del trayecto en coche desde mi hotel hasta la casa, y recordé una investigación de hace una década según la cual por cada 10 minutos de tiempo extra de trayecto al trabajo, la probabilidad de tener síntomas de depresión aumenta en un 0,5 por ciento. Cuando llegué, estaba irritable y me dolía la espalda, hasta el punto de que durante los 10 primeros minutos de nuestra conversación sentí una doble conciencia: escuchaba a la vez que pensaba en mi dolor, controlaba su nivel, preocupada de que solo aumentara.

En un patiecito junto a una piscina muy pequeña, Waldinger y yo hablamos del auge de la industria de la felicidad —los innumerables pódcasts, conferencias, libros de superventas— y de su propio papel en ella. Piensa mucho en cómo mantener su propia felicidad cuando se convierte en una especie de influente, alguien llamado a viajar por todo el mundo para hablar de la felicidad en conferencias, a veces ante multitudes de personas muy ricas, repitiendo las mismas frases y dando los mismos consejos sobre relaciones profundas.

Como sacerdote zen, alguien acostumbrado a reconocer su lugar en el mundo, Waldinger es plenamente consciente de la tensión entre alcanzar un estatus y realizar un trabajo que exige humildad. Antes de convertirse en director del estudio de Harvard, abandonó un trabajo de alto nivel como director de formación y educación en el Centro de Salud Mental de Massachusetts, tras decidir que el prestigio del cargo no compensaba su falta de entusiasmo por el trabajo administrativo que exigía. A los 45 años, empezó de nuevo, al aceptar un importante recorte salarial para dedicarse a un trabajo que le resultaba más satisfactorio: trabajar bajo la dirección de Stuart Hauser, psiquiatra reconocido por su labor en el desarrollo adolescente. Ese paso profesional, por supuesto, condujo a Waldinger al estudio de Harvard y al trabajo que ha catapultado su visibilidad mucho más allá de la de su carrera anterior.

Reflexionó con honestidad sobre lo mucho que piensa en mantener su nueva fama en perspectiva. “Lucho con la sensación de que es importante”, me dijo, mientras estábamos sentados frente a unos sandwiches de pavo que había preparado su esposa; normalmente, ambos almuerzan juntos, un pequeño momento de conexión que empezaron a compartir durante la pandemia. El trabajo es significativo, dijo; era el sentimiento de gratificación del ego lo que le costaba. “Parece importante”, dijo. “Pero en realidad no lo es. Trabajo en un hospital en el que todas las fuentes de agua llevan el nombre de alguien que quizá fue famoso en su día. Pero ahora nadie sabe quiénes son”. Las insignias de los logros son la parte menos importante de quien es, intenta recordarse a sí mismo. Porque, si no, ¿quién será cuando dejen de llamarle del New York Times, de Aspen, de TED?

Incluso al saber que Waldinger era un sacerdote budista, en cierto modo me sorprendió la rapidez con la que nuestra conversación dejó atrás el debate sobre la investigación y se adentró en algo que me pareció honesto y reconfortante. Cuando por fin nos despedimos tras unas horas de charla, casi siempre al sol, me fui con la sensación de haber conectado con quien, unas horas antes, era un desconocido. Al subir al coche y recordar mis preocupaciones sobre mi espalda, me di cuenta de que era innegable: me sentía mejor.

Por: NYT

Hallan muertos a 13 trabajadores secuestrados en una mina de oro en Perú

Trece trabajadores vinculados a una de las grandes compañías mineras de Perú fueron hallados muertos dentro de una mina de oro en Pataz, en el noroeste del país, días después de denunciarse su secuestro en ese lugar, informaron el domingo la empresa y autoridades.

La minería es un impulsor económico clave en Perú, uno de los mayores productores de oro en América Latina. Pataz, ubicada a unos 900 kilómetros de la capital Lima, está en estado de emergencia desde febrero de 2024 debido a la escalada de violencia causada por la fiebre del oro.

«Esta madrugada, tras intensas labores de búsqueda, el equipo de rescate de la Policía pudo recuperar los cuerpos de los 13 trabajadores que fueron secuestrados (…) por mineros ilegales coludidos con elementos criminales», dijo en un comunicado la minera Poderosa, en cuyas instalaciones ocurrieron los hechos.

Las víctimas eran trabajadores de una compañía que prestaba servicios a Poderosa, una importante minera que cotiza en la Bolsa de Valores de Lima, que en los últimos meses ha sido blanco de grupos armados relacionados con la minería ilegal.

Fuentes policiales indicaron a la AFP que los cuerpos de los trabajadores aún se encuentran en el interior de la mina.

El gobierno de la presidenta Dina Boluarte ordenó el despliegue de equipos de élite especializados en crimen organizado y de divisiones de investigacion para capturar a los responsables.

«Nuestros agentes (…) están plenamente facultados para hacer uso de sus armas de fuego si las circunstancias lo ameritan, en estricto cumplimiento del marco legal vigente», indicó el Ministerio del Interior en un comunicado.

Según Poderosa, «suman ya 39 los colaboradores, mineros artesanales y sus trabajadores ultimados por las bandas criminales que han tomado el control» de la localidad.

La minera hizo un «llamado urgente» a replantear la estrategia de seguridad del gobierno.

La «espiral de violencia descontrolada que vive Pataz se da a pesar de la declaración del estado de emergencia y la presencia de un importante contingente policial que, lamentablemente, no ha podido frenar el deterioro de las condiciones de seguridad en la zona», enfatizó.

En la ciudad de Trujillo, nueve horas al oeste de Pataz, los familiares de algunas víctimas esperaban el traslado de los cadáveres de sus seres queridos a la morgue de esa localidad.

«Queremos justicia, que esto no se quede allí nomás», dijo a la televisora Canal N Abraham Domínguez, padre de Alexander Domínguez, cuyos restos fueron encontrados en el interior de la mina.

El alcalde de Pataz, Aldo Carlos, señaló que el lunes se reunirá con la presidenta Boluarte para buscar soluciones a la inseguridad.

«Vengo levantando la voz fuerte, no soy revoltoso, pero me duele lo que pasa en mi pueblo (…) Si me meten a la cárcel o me asesinan, el único responsable será el gobierno central», afirmó, acongojado.

Entre 2013 y 2023, la Unidad de Inteligencia Financiera de Perú identificó operaciones por 8.241 millones de dólares sospechosas de provenir de la minería ilegal.

El país vive una ola de extorsiones y criminalidad violenta que ha llevado a las autoridades a decretar el estado de emergencia en varios puntos del país.

 

Fuente: AFP y AP

5 cosas que quizás no sabías de la Capilla Sixtina

5 cosas que quizás no sabías de la Capilla Sixtina: Conclave #07/05/25

Desde entonces, durante ese paréntesis en el que se elige a un papa, es en la delgada chimenea que está en su techo y no en sus magníficas obras de arte donde se fijan los ojos del mundo, a la espera de señales de humo, las únicas pistas de lo que está ocurriendo en su interior.

Y es que, a partir del momento en el que se proclama extra omnes, y todos los que no forman parte del cónclave se retiran, los cardenales electores se quedan encerrados entre esas cuatro paredes y con un techo tapándoles el cielo.

Suena claustrofóbico, ¡pero qué paredes y qué techo!

La Capilla Sixtina es una obra de arte que a lo largo de los siglos ha dejado a millones maravillados.

Algunos se quedan sin palabras; otros, como el erudito alemán Goethe, las encuentran:

«Hasta que no hayas visto la Capilla Sixtina, no tendrás una idea adecuada de lo que el hombre es capaz de lograr».

Y, ¿sabías que…?

1. Miguel Ángel escribió un poema lamentando las dificultades de embellecer uno de los lugares más sagrados de la cristiandad

Es incongruente que Miguel Ángel creara una obra tan sublime en la bóveda de la Capilla Sixtina contra su voluntad.

Pero así fue.

Siempre se consideró más escultor que pintor.

El Techo Sixtino

Fuente de la imagen, Getty Images

Pie de foto, Para Miguel Ángel, ya famoso como escultor del David en Florencia, el fresco de la Capilla Sixtina fue una prueba de su habilidad y resistencia, y del potencial del arte para asombrar, que materializó en su asombrosa maestría de la forma humana.

Cuando el papa Julio II le pidió que se encargara de la capilla, estaba trabajando en la tumba de mármol del pontífice y nunca antes había terminado un fresco completo.

A pesar de que la comisión llegaba de tan alta autoridad, intentó rechazarlo dos veces, pero finalmente capituló.

Una de las pruebas más fehacientes de su reticencia es un soneto que le envió a su amigo Giovanni di Pistoia en 1509, apenas un año después de empezar su obra en el techo Sixtino, tarea que se extendería durante tres años más.

Sus quejas y dolencias ya eran numerosas.

Tenía la glándula tiroides inflamada, decía, la columna vertebral torcida y encorvada, el pecho oprimido y retorcido, los muslos acalambrados constantemente y el trasero dolorido por el esfuerzo.

Por si fuera poco, «¡Mi pincel, encima de mí todo el tiempo, gotea pintura para que mi cara sea un buen piso para los excrementos!«.

No eran lamentos vanos.

Para pintar el techo de 3.300 metros, tenía que estar parado en un andamio precario de 18 metros de altura, con el cuello doblado hacia atrás y el brazo elevado por encima de la cabeza.

Gran parte del tiempo trabajaba en soledad, pues, como demostró el trabajo de restauración en la Capilla Sixtina, sus frescos fueron realizados en gran parte por su mano, a excepción de partes relativamente menores hechas por asistentes.

Le precupaba su estado mental.

«Porque estoy atascado así,

mis pensamientos son estupideces locas, pérfidas:

cualquiera dispara mal por una cerbatana torcida«.

Y le preocupaba también que pintar en esas condiciones afectara la obra, de ahí que declarara, al final del poema:

«Mi pintura está muerta.

Defiéndela por mí, Giovanni, protege mi honor.

No estoy en el lugar correcto, no soy pintor«.

2. En «La creación de Adán» aparece otro humano (y es mujer)

"La creación de Adán"

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Pie de foto, Miguel Ángel tuvo en cuenta la curvatura de la bóveda y ajustó los dibujos para que la obra se viera como debía ser.

La imagen central del techo de la capilla, que muestra a Dios creando a Adán, con sus dedos casi tocándose, es una de las más impactantes de todo el edificio.

Como le dijo a la BBC la historiadora del Renacimiento Catherine Fletcher, es «una de las pocas pinturas que se ven por todas partes».

«Junto con la Mona Lisa, es posiblemente la única pintura del arte occidental que alcanza ese nivel icónico».

La obra no sólo asombró por su gran maestría, sino también por su gran originalidad.

Dios aparece como un superhéroe, arrastrado por el viento, musculoso, con ropajes ceñidos que revelan sus piernas y un manto.

El acto de la creación, realizado con la punta del dedo, también fue invención de Miguel Ángel.

Pero hay algo que, dado cuán hipnóticas son esas dos manos en el centro, puede pasar desapercibido.

De hecho, no fue hasta la década de 1870, tras la primera publicación de fotografías del Techo Sixtino, que se observó una presencia significativa bajo el brazo de Dios.

Está entre figuras envueltas en el manto rojo ovalado del Creador, y es una mujer que dirige a Adán una mirada atenta.

Pero ¿quién puede ser?

Detalle de la Creación de Adán

Fuente de la imagen, Getty Images

Pie de foto, Ahí está, la misteriosa mujer cobijada por Dios.

La interpretación más ampliamente aceptada es la presentada por primera vez por el crítico de arte inglés Walter Pater (1839-1894), quien afirmó que la persona a quien Dios cobija bajo su brazo es Eva, antes de su creación.

Las otras 11 figuras, añadió, representan simbólicamente las almas de la progenie por nacer de Adán y Eva: la humanidad entera.

El creador, señaló Pater, «viene con las formas de las cosas que serán, la mujer y su progenie, en el pliegue de su manto».

«Ella parece muy consciente de lo que sucede», le dijo a la BBC Matthias Wivel de la Galería Nacional en Londres.

«Dios le está dando a Adán un alma, le está dando libre albedrío, y eso es lo que Eva personifica», agregó.

Más recientemente se ha planteado que la mujer que ocupa ese lugar de honor junto a Dios es la Virgen María.

Esta teoría surgió a raíz del niño pintado junto a la figura femenina, sobre quien se posan suavemente los dedos de Dios; se debate si podría ser el niño Jesús, quien espera pacientemente junto a su padre.

3. Además de las de Miguel Ángel, obras de otros grandes artistas cubren las paredes de la capilla

Cuando el papa Sixto IV encargó la construcción de la capilla que lleva su nombre, en 1480, Miguel Ángel tenía tan solo 5 años.

Pasarían casi tres décadas antes de que el famoso maestro del Renacimiento escalara el alto andamio y transformara el techo con su pincel.

Pero eso no quiere decir que estuviera en blanco: la bóveda estaba pintada de azul con estrellas doradas.

Era un cielo creado por Piermatteo d’Amelia, uno de los artistas convocados para decorar el sagrado recinto en un período sorprendentemente corto, apenas 11 meses, de julio de 1481 a mayo de 1482.

Escenas de la vida de Moisés de Sandro Boticcelli

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Pie de foto, «Escenas de la vida de Moisés» es uno de los tres frescos que Sandro Botticelli pintó en tan solo 11 meses.

El equipo estaba conformado por los más grandes pintores de la generación anterior, entre ellos Sandro Botticelli, Pinturicchio, Cosimo Rosselli, Pietro Perugino (maestro del pintor y arquitecto Rafael) y Domenico Ghirlandaio (maestro de Miguel Ángel).

El plan comprendía un ciclo del Antiguo y otro del Nuevo Testamento, con narraciones que comenzaban en el muro del altar, continuaban a lo largo de los largos muros de la capilla y finalizaban en el muro de la entrada.

Encima se pintó una galería de retratos papales, que se completaban debajo con representaciones de cortinas pintadas.

Doce frescos de esos artistas del siglo XV siguen mostrando hermosamente escenas de la vida de Cristo y de Moisés en las paredes de la capilla.

Solían ser 14, pero cuando, en 1533, Clemente VII de Médici le encargó a Miguel Ángel que pintara «El juicio final» en el muro del altar, se perdieron los dos primeros episodios de esas historias, pintados por Perugino, así como el retablo de la Virgen asunta entre los Apóstoles.

4. Un artista cubrió los genitales en «El juicio final»

"El juicio final"

Fuente de la imagen, Getty Images

Pie de foto, Con más de 300 figuras musculosas, en una gran variedad de poses dinámicas, la obra es sobrecogedora.

«El juicio final» fue pintado 25 años después del techo de la Capilla Sixtina, cuando Miguel Ángel tenía 60 años.

La tarea era abrumadora: visualizar el fin de los tiempos y el comienzo de la eternidad.

Nadie mejor que él para llevarla a cabo.

El fresco refleja magistralmente y sobre un fondo azul el significado textual del apocalipsis.

El término proviene del griego apokálypsis que significa «despojar lo que cubre», «retirar el velo», «descubrir», «develar», «revelar».

Así, muchas de las más de 300 figuras que rodean a Cristo, casi todas masculinas, están desnudas.

Cuando Biagio da Cesena, el maestro de ceremonias papal, se quejó de tal indecencia, la respuesta de Miguel Ángel fue inmortalizarlo en el fresco como juez de los condenados y del infierno.

Lo pintó desnudo salvo por una serpiente que le rodea las caderas y le muerde los genitales.

Hombre maduro con serpiente enrollada

Fuente de la imagen, Dominio Público

Pie de foto, La respuesta de Miguel Ángel a la crítica de Biagio da Cesena.

Sin embargo, Biagio no era el único escandalizado, y las críticas no cesaron ni con la muerte del artista.

Cuando el Concilio de Trento prohibió el arte «lascivo», la obra fue condenada como indecorosa.

En 1564 el papa Pío V le ordenó a Daniele da Volterra, quien había sido aprendiz de Miguel Ángel, que cubriera la desnudez de los personajes pintados por su maestro.

Eso le valió a Daniele el desafortunado apodo de Il Braghettone o «el creador de bragas».

Cuatro siglos después, cuando se hizo la limpieza de «El juicio final» en las décadas de 1980 y 1990, se presentó el dilema de si conservar o eliminar las adiciones que ocultaban lo que Miguel Ángel dejó a la vista.

La solución fue dejar algunos rastros de la censura como evidencia de la mentalidad dominante del siglo XVI, y recuperar tanto como fuera posible el aspecto original del fresco.

Así, San Pedro, San Bartolomé y Santa Catalina de Alejandría siguen vistiendo las prendas creadas por Il Braghettone.

5. Machu Picchu y los frescos de la Capilla Sixtina son de la misma época

Superposición de "La creación de Adán" sobre Machu Picchu

Fuente de la imagen, Getty Images

Pie de foto, Dos exquisitas obras a 10.500 kilómetros de distancia.

El Renacimiento italiano y el Imperio inca no suelen asociarse entre sí, pero ambos fueron fenómenos de la misma época.

La ciudadela de Machu Picchu, situada en los Andes en Perú, se completó alrededor de 1450, en el apogeo del poder del imperio, y probablemente estuvo ocupada hasta alrededor de 1530.

A más de 10.500 kilómetros de distancia, mientras los emperadores incas continuaban reinando en su incomparable retiro en la cima de la montaña, los grandes artistas italianos creaban sus frescos en la Capilla Sixtina del Vaticano.

Y Machu Picchu seguía habitado cuando, en 1512, Miguel Ángel le estaba dando los toques finales a su obra maestra en el techo.

Por: BBC NEWS

Eufrásia, la multimillonaria brasileña que fue pionera en invertir en la bolsa y dejó su fortuna para obras sociales:BBC

La aristócrata Eufrásia Teixeira Leite (1850-1930) dejó una fortuna suficiente para comprar 1.850 kilos de oro, lo que al cambio actual significa unos US$193.000.000.

Sin herederos directos, su testamento benefició a varias instituciones asistenciales y educativas, y promovió la caridad en su ciudad natal, Vassouras, en Río, y en París, donde vivió la mayor parte de su vida.

Su peculiar biografía, cada vez más escrutada por los investigadores, revela una mujer que supo superar los límites de la feminidad de su tiempo, trabajando en ámbitos entonces restringidos a los hombres, especialmente el mundo financiero.

Más que eso, supo leer la evidencia de su tiempo y, así, como una capitalista moderna, logró multiplicar sabiamente las inversiones de su familia.

«Su capacidad de iniciativa rompió las barreras de género», declaró a BBC News Brasil la antropóloga Priscila Faulhaber, profesora del programa de posgrado en museología y patrimonio de la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (UniRio) y del Museo de Astronomía y Ciencias Afines (Mast).

Sin hijos varones, su padre enseñó a sus hijas a dirigir el negocio familiar. Ella utilizó las habilidades que aprendió de su padre, quien la educó en un lenguaje cosmopolita, transmitiéndole las lecciones de buenos modales propias de las jóvenes aristocráticas».

Faulhaber recuerda cómo Eufrásia fue una mujer pionera en el mundo financiero.

«Se destacó por ser la primera mujer en invertir en la Bolsa de París, demostrando que las barreras que antes dificultaban el ingreso de otras, si bien eran prohibiciones sociales, no implicaban impedimentos formales para ejercer ese rol», comenta la antropóloga.

«Además de las técnicas que aprendió para manejarse en el mundo de las cuentas empresariales, también demostró intuición y capacidad para invertir y multiplicar la fortuna que heredó de sus padres», añadió.

«Observo un resurgimiento del interés por la figura de Eufrásia, destacando el papel de una mujer que alcanzó un éxito impresionante como pionera profesional indiscutible. Pero aún queda mucho por investigar», declaró la socióloga y antropóloga Cecília Elisabeth Barbosa Soares, investigadora independiente que está preparando un libro sobre esta figura histórica.

«Personalmente, veo a Eufrásia como una mujer aristocrática que tuvo en su padre un maestro y mentor de conocimientos diferentes, yendo más allá de lo que era ‘socialmente permitido’ en la educación femenina [en esa época]», dice el abogado Cirom Duarte e Alves, director del Museo Casa da Hera en Vassouras.

La institución, que preserva la historia personal y familiar de Eufrásia, funciona en la misma propiedad donde ella vivió durante su infancia.

«En una época en la que las mujeres debían limitar sus conocimientos a las tareas domésticas, la lectura y la escritura, las cuatro operaciones matemáticas básicas y, si pertenecían a la aristocracia, a saber tocar un instrumento musical y dominar al menos una lengua extranjera, las niñas Teixeira Leite también aprendían matemáticas financieras, nociones del mercado y los movimientos de las bolsas de valores», añade.

«Todo para que pudieran gestionar su propio destino», concluye.

Más allá de lo básico

Eufrásia nació hace 175 años, el 15 de abril de 1850, fruto de un matrimonio que unió dos apellidos ricos de la sociedad carioca: los Teixeira Leite, por parte paterna; y los Correia y Castro, por línea materna.

La menor de tres hermanos, fue educada desde pequeña para tomar las riendas del negocio familiar.

Su hermano primogénito murió siendo niño. Su hermana, 5 años mayor, Francisca Bernardina Teixeira Leite (1845-1899), tenía graves problemas de salud, probablemente congénitos.

Joaquim José Teixeira Leite (1812-1872), el padre, tenía una empresa que encargaba negocios de los caficultores y prestaba dinero con interés a esos grandes terratenientes.

Era licenciado en Derecho por la Facultad do Largo São Francisco, en São Paulo, y también era un político elocuente: llegó a ser vicepresidente de la provincia de Río de Janeiro.

Retrato de Eufrásia, cuadro realizado cuando tenía 37 años.

Fuente de la imagen, Dominio público/Colección del Museo Casa da Hera

Pie de foto, Retrato de Eufrásia, cuadro realizado cuando tenía 37 años.

Además, como relata el investigador de Casa da Hera, Marco Antônio Xavier, fue un hombre que demostró interés por varios temas relevantes de su época, como «la mecánica y el funcionamiento de las máquinas de vapor».

También «comprendió la importancia, a medio plazo, de sustituir el trabajo esclavo por el de los inmigrantes europeos».

«No porque fuera abolicionista, sino por su pragmatismo al analizar las reiteradas crisis en el uso de mano de obra esclavizada, incluidas las revueltas, y el futuro incierto de sus dueños», señala el investigador.

Joaquim José también dominaba «lo que hoy llamamos logística» y esto «fue fundamental para el éxito de las exportaciones de café».

Según Xavier, los padres de Eufrásia también disfrutaban del teatro, la literatura y las artes en general.

Para el investigador, Joaquim José preparó a su hija «para sucederle».

Profesor de la Universidad Veiga de Almeida (UVA), el museólogo Flávio Bragança destaca a BBC News Brasil que la educación ofrecida por Joaquim José a sus hijas era inusual para la época.

«La hipótesis más apoyada es que el padre […] habría enseñado matemáticas financieras a sus hijas, en contraposición a la tradición de la época de que la educación femenina estuviera específicamente dirigida a las actividades domésticas, con miras al matrimonio y la maternidad», destaca.

«La singular formación de la familia queda atestiguada por los casi mil libros que componen su biblioteca privada en el Museo Casa da Hera, un número raro de volúmenes en el siglo XIX», afirma el profesor.

«También es importante destacar que fue Eufrásia quien demostró talento para los negocios», añade.

Cuando tenía 7 años y su padre era diputado, la familia se trasladó a París y permaneció allí unos dos años, según recoge el periódico Correio Mercantil.

El objetivo era curar la enfermedad de Francisca.

«Se especula que tenía un problema en los huesos de la cadera y que no podía quedar embarazada por el riesgo de muerte», dice Duarte e Alves.

«El hecho es que [las dos hermanas] se hicieron compañía mutuamente, alejadas de familiares egoístas, durante toda su vida», añade.

En su investigación, Bragança también encontró una relación entre Eufrásia y su abuela materna, una baronesa que, viuda, administró con éxito una gran finca en el municipio de Vassouras.

Según él, especialmente cuando la futura magnate tenía entre 11 y 23 años, «habría sido influenciada» por su abuela «en la formación de su autoimagen por encima de las presiones sociales que caían sobre las mujeres».

En la Bolsa de París

Las hermanas Teixeira Leite perdieron a su madre en 1871 y a su padre en 1872, cuando Eufrásia tenía 22 años. Ambas heredaron una buena cantidad de dinero, inversiones y propiedades.

Al observar un cierto declive económico en los alrededores, con el escenario de crisis de las últimas décadas del régimen esclavista, decidieron partir hacia París.

Fue entonces que Eufrásia emprendió el proyecto con éxito, y no a la antigua usanza, es decir, comprando tierras, esclavizando a la gente y plantando para exportar.

Multiplicó su fortuna mediante el mercado financiero.

Soares contextualiza que, si bien provenía «de una familia muy involucrada en el vil sistema de la esclavitud», vivido en su apogeo por sus padres, en su generación «no siguió exactamente la tradición».

En cierto modo, innovó dentro de las posibilidades del capitalismo incipiente.

«Si consideramos que Eufrásia vivió entre las dos fuerzas del siglo XIX, el romanticismo y el capitalismo, debemos considerar que fue en la segunda donde mejor se desempeñó», comenta Bragança.

En la capital francesa, Eufrásia se convirtió en una inversora pionera en el mercado de valores. En aquel entonces era un ambiente estrictamente masculino.

«Eufrásia no reventó la burbuja, pero supo aprovechar las lagunas del sistema», contextualiza Duarte y Alves.

«No negoció directamente, en persona, en la bolsa. Sino que utilizó representantes de hombres de su confianza. No les delegó la toma de decisiones, sino que mantuvo el control de las inversiones», añade.

El jefe de éstos era un alemán naturalizado francés. «En París, quien gestionaba los negocios de Eufrásia y era responsable de su residencia […] era el corredor de bolsa Albert Théodore Guggenheim [(1860-1937)]», afirma Bragança.

«Él la ayudó mucho con ese tipo de actividades», destaca Soares.

Según el profesor Bragança, las cartas intercambiadas entre ellos demuestran que «los servicios de Guggenheim iban más allá de la gestión de asuntos financieros y alcanzaban el ámbito doméstico, ya que a través de él ella se comunicaba con gente de París y él la ayudaba en sus asuntos personales».

Pintura de Eufrásia, fecha desconocida.

Fuente de la imagen, Dominio público/Colección del Museo Casa da Hera

Pie de foto, Pintura de Eufrásia, fecha desconocida.

Tenía un buen sentido de la inversión, según información recogida por el Museo Casa da Hera.

Siempre invirtió dinero en sectores económicos que se destacaron en la época, comprando acciones de empresas ferroviarias -Companhia Paulista de Estradas de Ferro, Estrada de Ferro Madeira-Mamoré, Union Pacific Railway, Cairo Electric Railway, Canadian Pacific Railway, etc-, empresas mineras y petroleras, sectores agroindustriales y empresas de servicios como puertos, electricidad y transporte urbano.

Según Duarte y Alves, también compró acciones de empresas bancarias como Banco do Brasil, Banque Belge, Banque Suisse, Credit Suisse y Banque de L’Indo-Chine, así como títulos de deuda pública de estados y ciudades brasileñas.

«Además, invirtió en el sector inmobiliario, apostando por la valorización de los terrenos en Copacabana [en Río], [una región] todavía poco ocupada a finales de la década de 1920», destaca.

Soltera por elección

La larga temporada parisina estuvo marcada por una intensa relación romántica, la mayor parte del tiempo vivida a distancia.

En el barco, ella y el político, diplomático, historiador y abolicionista Joaquim Nabuco (1849-1910) se enamoraron.

Pronto se comprometieron. La relación, sin embargo, se interrumpió, sin matrimonio, 14 años después.

Según Bragança, fue una relación marcada por «encuentros y separaciones».

«Había una asimetría entre ambos, ella era una heredera millonaria de una familia de cafetaleros esclavistas, él era un hombre sin dinero y un líder abolicionista», afirma el profesor.

Para los estudiosos, la decisión de no casarse era una forma de permanecer independientes.

«No creo que ella expresara el motivo [de esta elección]. Pienso que, según los estándares del siglo XIX, el matrimonio le arrebataría su autonomía financiera y legal, algo inusual para las mujeres de la época», señala Bragança.

«Sus decisiones indican que no renunciaría a la independencia».

«Su trayectoria demuestra que nunca se conformó con lugares comunes destacados por los biógrafos, como el papel de amante o exesposa de un político prominente como Nabuco, ya que dejó su propia huella y fue reconocida por ello, distinguiéndose por sus actitudes, que destacan por su relación con la moda, pero eso no es todo.

Su individualidad fue producto de sus condiciones y del mundo en el que se insertó, analiza Faulhaber.

«Eufrásia fue una mujer adelantada a su tiempo, pero carecía de espíritu revolucionario.

«Expresó los deseos de una sociedad colonialista y capitalista del siglo XIX […], se relacionó con la alta sociedad francesa y mantuvo una actitud adinerada, pero no derrochadora», señalan Duarte y Alves.

«Esto la situó como una persona conservadora, consciente de su papel en la sociedad de la época».

Para él, el rechazo a la idea del matrimonio indica una preocupación por no perder las «libertades ganadas con su capacidad de administrar su propia fortuna», ya que «hasta las primeras décadas del siglo XX, los pocos derechos de las mujeres estaban prisioneros de la figura masculina, el padre, el marido, el tutor, etc., y de una moral que culpaba a las mujeres en cada ocasión en que se desviaban de las normas».

La vida de soltero no significaba en ningún caso aislamiento o exclusión social.

«En mi investigación en periódicos franceses de la época, identifiqué menciones a las hermanas Teixeira Leite en listas de eventos de la alta sociedad parisina: cenas, fiestas privadas, meriendas, representaciones musicales y teatrales, carreras de caballos y viajes», enumera Bragança.

En un extracto de un artículo fechado el 14 de julio de 1887, en el periódico francés de perfil monárquico y conservador Le Gaulois, Eufrásia es descrita como «la señorita Teixeira», alguien «muy conocida en París por su distinción y belleza» y «muy apreciada en la alta sociedad», cita Bragança.

Mientras circulaba entre la élite francesa, también se convirtió en un ejemplo de moda. Tanto es así que el Museo Casa da Hera atesora en su colección piezas exquisitas, entre ellas ejemplos de la famosa Maison Worth, fundada por el modisto Charles Frederick Worth (1825-1895), considerado el padre de la alta costura.

Testamento

Eufrásia viviría en Europa hasta 1928. En esos 54 años, estuvo en Brasil sólo dos veces. En uno de estos viajes, en 1884, redescubrieron en el país un clima en el que la abolición de la esclavitud pronto sería una realidad: ocurriría en 1888.

«Fue entonces cuando los esclavos [propiedad de la familia] fueron liberados. Sin embargo, es importante destacar que algunos de ellos permanecieron como empleados en la residencia de Vassouras», dice Bragança.

Su regreso definitivo no fue a Vassouras, sino a un apartamento en Copacabana, donde permaneció rodeada de sirvientes y dio la imagen de una anciana excéntrica.

Tras subrayar que no tenía «descendientes ni ascendientes», la multimillonaria se encargó de preparar un testamento detallado. Le encargó la tarea a dos primos abogados.

Eufrásia, en una foto publicada en obituarios de periódicos de la época, autor desconocido

Fuente de la imagen, Dominio Público

Pie de foto, Eufrásia, en una foto publicada en obituarios de periódicos de la época, autor desconocido.

Su hermana Francisca falleció en 1899.

Soltera, sin herederos, como abuelos y padres, ni descendientes, como hijos y nietos, Eufrásia podía beneficiar a quien quisiera.

Optó por la filantropía, dotando a su ciudad natal de mejoras, como escuelas y un hospital.

«La ciudad de Vassouras era un municipio en decadencia en la década de 1920 debido al desplazamiento de la producción de café hacia el norte del Estado de Río y hacia São Paulo», añade el profesor.

«Hubo oposición por parte de la familia, pero los albaceas mantuvieron lo que ella había designado», dice Faulhaber.

Los detalles de esta historia están bien contados en el libro Museu Casa de Hera, escrito por el museólogo Daniele de Sá Alves y la historiadora Cinthia Rocha.

Los principales herederos de Eufrásia fueron el Instituto de las Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, que mantenía una escuela en Río; el Colegio Santa Rosa de Niterói, de la orden salesiana; y la Santa Casa de la Misericordia de Vassouras.

«Otras instituciones y personas no fueron olvidadas, aunque recibieron una parte menor de la herencia», incluidos la Fundación Oswaldo Cruz, a la ex empleada doméstica Cecília Bonfim y a su padre, el exesclavo Ramiro Bonfim, y al corredor financiero Guggenheim.

También recordó destinar una cantidad para distribuir «entre los pobres de Vassouras» y otra cantidad «entre los mendigos» que vivían en su barrio de París. También se beneficiaron algunos parientes del lado materno: sólo tres primos.

Los que no fueron incluidos, de ambos lados de la familia, se rebelaron. La confusión comenzó tan pronto como murió la magnate.

Había designado como albaceas a dos primos, hermanos y abogados. Uno de ellos se apresuró a retirar el documento de su mesa de noche, temiendo que algún familiar llegara al apartamento y lo rompiera.

«Los primos por parte de su padre, Teixeira Leite, impugnaron la validez del testamento, alegando que Eufrásia estaba loca», dice el libro.

Fueron necesarios 7 años de batallas legales, con la herencia completamente paralizada, para que el deseo de la aristócrata finalmente se cumpliera.

Según publicó el periódico Correio de Vassouras el 29 de agosto de 1937, los familiares que no fueron incluidos pensaban apelar la decisión judicial. Pero una multitud de vassourenses organizó una violenta protesta a la entrada del foro de la ciudad.

Los abogados de quienes se quedaron sin herencia tuvieron que huir de la ciudad por la puerta trasera de la institución, informó el periódico.

Muchas de las instituciones de la ciudad de Vassouras funcionan en terrenos que pertenecieron a Eufrásia, como la sede de la policía militar, la comisaría, el depósito de la compañía de agua y alcantarillado, una guardería, una escuela municipal y una escuela estatal, entre otras entidades, y el citado Museo Casa da Hera.

Sá Alves y Rocha escribieron que el padre de Eufrásia «necesitaba un hijo varón que transmitiera su apellido».

Al final, acabó teniendo «una hija que lo inmortalizó».

Por: BBC NEWS

Los migrantes atrapados en México que buscan volver a casa

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Bajo el sol abrasador de la mañana, una multitud inquieta se agolpaba ante un funcionario de inmigración en un remoto rincón de México, cada una rogando por tomar un vuelo de salida.

No intentaban llegar a Estados Unidos, como muchos de ellos habían anhelado no hace mucho. Ahora intentaban regresar a Venezuela —o simplemente escapar de esta ciudad—, si al menos tuvieran los pasaportes, los papeles o los medios para salir.

Hay al menos 3000 venezolanos varados en Tapachula, una ciudad sofocante cerca del extremo sur de México, que solía ser una puerta de entrada para los migrantes procedentes de Guatemala. No hace mucho, miles de personas recorrían sus calles, abarrotando albergues y durmiendo en patios, parques y plazas.

Pero la ciudad se ha quedado quieta. Los refugios están vacíos. Los parques donde las familias se hacinaban están desiertos.

Ahora, el movimiento es a la inversa. Una a una, las personas suben a autobuses, vuelven sobre sus pasos a pie o cruzan flotando el río Suchiate, de vuelta a Guatemala y a sus países de origen.

Forman parte de una creciente ola de migración inversa: personas que, ante las políticas de línea dura del presidente Trump, han tomado la dolorosa decisión de regresar a los países de los que una vez huyeron —lugares marcados por la violencia, la pobreza y el cambio climático— y abandonar, al menos por ahora, sus sueños de una vida mejor.

 

Los miles de personas que permanecen en Tapachula carecen de documentación o recursos para hacer otra cosa que esperar. Las restricciones migratorias de México, adoptadas bajo la presión de los gobiernos de Joe Biden y Donald Trump, les impiden incluso salir de la ciudad, y tampoco pueden regresar fácilmente a Venezuela.

“Estamos atrapados”, dijo Patricia Marval, una venezolana de 23 años que tiene ocho meses de embarazo y lucha por cuidar a tres niños en una choza de una sola habitación hecha de bloques de hormigón.

Cada día, su pareja intenta reunir unos pocos pesos en un taller de carpintería: apenas lo suficiente para arroz y tortillas, pero nunca para comprar pañales para Siena, su hija de un año. Algunas noches, el hambre les atormenta mientras duermen, dijo.

La desesperación es tan aplastante que Marval dijo que incluso se ha planteado pedir a un vecino que se quede con uno de los niños, para que al menos puedan comer tres veces al día. “Si pudiera dejar a alguno te juro que lo haría”, dijo sollozando. “Pero no puedo”.

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Una mujer embarazada se sienta con las piernas cruzadas en una cama, en una habitación casi a oscuras, iluminada por una ventana a la derecha.
Patricia Marval, embarazada de ocho meses y luchando por cuidar a sus tres hijos, dijo que estuvo lo bastante desesperada como para haber considerado la posibilidad de acabar con su vida.

Hay entre 8000 y 10.000 migrantes en una situación similar dispersos por el estado sureño de Chiapas, según Eduardo Castillejos, subsecretario de una agencia del gobierno estatal que se ocupa de los asuntos de los migrantes en la frontera sur. La mayoría proceden de Venezuela, Cuba y Haití, y pretendían llegar a Estados Unidos.

By The New York Times

Pero son los venezolanos, dijo, los que están más desesperados por salir y los que se enfrentan a mayores obstáculos. Sin recursos y sin documentos de viaje, “a estas personas se les acabaron las alternativas”, dijo Castillejos. “Están enfrentando una situación color hormiga”.

Afirmó que se necesitan más recursos para emplear e integrar a los migrantes, no solo en Chiapas, sino en todo el país. “México ya no solo es un país de paso, poco a poco nos estamos convirtiendo en un país destino”, dijo. “Y necesitamos adaptarnos a esa nueva realidad”.

El gobierno mexicano, para tratar de evitar los duros aranceles amenazados por Trump, ha intensificado sus esfuerzos en los últimos meses para detener el flujo de migrantes que se dirigen hacia la frontera con Estados Unidos.

Los migrantes de Tapachula no pueden salir de la ciudad ni del estado sin un permiso especial de migrante concedido tras solicitar asilo, un proceso que puede llevar meses. Los que intentan salir sin los documentos adecuados suelen encontrarse con controles de inmigración en autobuses y carreteras, donde los funcionarios habitualmente detienen a los viajeros sin la documentación requerida, según las entrevistas con decenas de migrantes y defensores de los derechos.

Las personas dispuestas a abandonar el país también se enfrentan a obstáculos, ya que muchas carecen de pasaportes válidos, permisos de tránsito o documentos de identidad. Los que no tienen medios para emprender el largo viaje deben esperar a ser seleccionados para un vuelo humanitario proporcionado por México, y a que el gobierno venezolano apruebe su regreso.

Actualmente, hay miles de personas en lista de espera para un vuelo a Venezuela, según una funcionaria que hablaba con los migrantes, pero que se negó a dar su nombre porque no estaba autorizada a hablar con periodistas.

“Es como estar en la cárcel, porque no podemos ir ningún lado”, dijo Mari Angeli Useche, de 24 años, que salió de Venezuela hace ocho meses, con la esperanza de llegar a Estados Unidos, y ahora espera poder tomar un vuelo humanitario a Venezuela antes de dar a luz. El parto está previsto para dentro de unos tres meses.

Para algunos, especialmente los que ya llevan años viajando, la espera es insoportable.

Keila Mendoza, de 34 años, huyó de Venezuela hace ocho años, rumbo a Colombia y con la esperanza de llegar finalmente a Estados Unidos. En el camino, conoció a su pareja y dio a luz a sus hijos, que ahora tienen 7 y 3 años.

Llegaron a Tapachula hace seis meses y empezó su pesadilla. Un grupo de delincuentes secuestraron a Mendoza durante siete días, dijo, exigiendo rescate y robando el poco dinero que la familia había reunido. Poco después, su pareja los abandonó.

Ahora, Mendoza hace trabajos domésticos en una tienda de comestibles local, para intentar cubrir la comida y el alquiler, aunque a menudo no hay suficiente para ninguno de los dos. “A veces no tengo ni para darle de comer a mis hijos”, dice.

Los únicos documentos que tiene son los documentos de identidad de sus hijos, que prueban su nacionalidad colombiana. A pesar de estar desesperada, la idea de regresar al país del que escapó hace años la llena de temor.

“Quiero irme a mi casa, pero yo allá no tengo nada, ni nadie que me espere”, dijo. “¿Cómo empiezas una vida otra vez desde cero?”.

Incluso esos documentos son más de lo que tienen muchos migrantes. Entre las personas abandonadas en Tapachula hay mujeres que han criado a sus hijos durante el largo viaje desde Venezuela. Algunas dieron a luz en lugares como Perú y Colombia, trayendo al mundo niños que ahora tienen nacionalidades diferentes, pero no documentos oficiales que demuestren quiénes son. Sin siquiera certificados de nacimiento o pasaportes, su futuro incierto pende aún más de un hilo.

“Estoy desesperada por irme, pero no puedo, no sé qué hacer”, dijo Marval, que tiene tres hijos: Alan, de 7 años, nacido en Venezuela; Ailan, de 4, nacido en Colombia; y Siena, de 1, nacida en Perú.

Muchas de las madres sienten que las únicas opciones que les quedan son imposibles. Marielis Luque, que salió de Venezuela hace ocho meses con sus dos hijas, recorrió siete países antes de que su marcha se detuviera en México.

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Tres mujeres están sentadas en un banco de hormigón de un parque, y un hombre está sentado a unos metros. A lo lejos se ve un edificio con las palabras, en español, “Gobierno de México”.
Marielis Luque, en el centro, salió de Venezuela hace ocho meses y fue secuestrada en Tapachula.
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Personas con carpetas con papeles hablan con una mujer cuyo parche en el brazo indica que representa al gobierno mexicano.
Migrantes esperando vuelos de repatriación en Tapachula.

Fue secuestrada en Tapachula y obligada a pagar 100 dólares por su libertad, dijo, una suma casi inalcanzable para muchos en la ciudad.

Me arrepiento de haber venido y que mis hijas tuvieran que vivir todo esto”, dijo con lágrimas en los ojos. “Pero quedarme en Venezuela, donde no hay nada, también me hubiera hecho una mala madre”.

Cada vez más, los que pueden regresar al sur optan por hacerlo.

Cerca del centro de la ciudad, un grupo de unos 30 venezolanos esperaba tranquilamente un autobús con destino a Guatemala, la primera etapa de su largo viaje de regreso a casa. Algunos se habían autodeportado de Estados Unidos, otros nunca llegaron a esa frontera. Pero tenían dos cosas en común: el deseo de regresar y apenas el dinero suficiente para hacer posible el viaje.

“Es mejor pasar hambre en tu país que en país ajeno”, dijo Deisy Morales, de 33 años, apenas antes de subir al autobús. “¡Me voy para casa!”

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Un niño salta sobre una cama, proyectando una sombra sobre una pared amarilla, mientras otro niño observa en primer plano.
Kendrick y Kaleth jugando en una habitación alquilada por Mendoza en Tapachula. Es una de los muchos migrantes venezolanos atrapados allí, sin poder salir ni trabajar, sin medios para regresar a Venezuela.
By The New York Times-Mariana Morales y Marian Carrasquero colaboraron con reportería.

Comisario jefe de la PNB fue asesinado en Aragua

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La mañana de este Domingo reportaron a dos ciudadanos fallecidos en la Calle F de la Urb Jardines de Turagua, Santa Cruz del Mun Jose Angel Lamas edo Aragua.

Los mismos fueron identificados como Jimmy Ericsson Mendoza Pérez de 54 años quién era comisario jefe de la PNB y 2do Comandante de la estación policial de Tejerías y Alexander Ramón Velázquez Pérez de 50 años, quién residía en la misma Urbanización anterior mencionada, ambas víctimas recibieron disparos en el rostro tras ser emboscados por sujetos desconocidos..

El Cicpc inició las investigaciones correspondientes para dar con los autores de este doble homicidio.