Cómo el yoga puede ayudar a mantener joven y sano nuestro cerebro
Además de educar la postura, fortalecer los músculos, mejorar la salud cardiovascular y reducir el dolor crónico, este hábito ayuda a reorganizarse mentalmente y crear nuevas conexiones neuronales.
Quizás hoy, con lo que sabemos de la ciencia y del cerebro, podríamos afirmar algo parecido sobre el yoga. Esta actividad, aunque muchos la vean solo como una rutina física o una moda pasajera, es en realidad una poderosa herramienta para cuidar de nuestra mente.
Las posturas elegantes, los estiramientos suaves y la respiración profunda no son solo una forma de relajar el cuerpo o aumentar la flexibilidad. Son la puerta de entrada a una transformación más profunda: la del cerebro. Aunque esto pueda sonar poético o exagerado, la ciencia está empezando a respaldarlo con evidencias.
El yoga como gimnasio cerebral
Casi todos hemos oído hablar alguna vez de los beneficios del yoga para el cuerpo. Se trata de un ejercicio físico que mejora la postura, fortalece los músculos, mejora la salud cardiovascular y reduce el dolor crónico. Sin embargo, sus efectos sobre la mente y el cerebro son menos conocidos.
Estudios científicos han demostrado que practicarlo regularmente incrementa la neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para reorganizarse y crear nuevas conexiones neuronales. Este efecto se debe, en parte, al aumento de una proteína llamada BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro), que resulta fundamental para el aprendizaje, la memoria y la reparación neuronal.

Disciplinas como el yoga, el pilates o la meditación pueden ayudar a lograr el equilibrio físico y emocional
Lo más interesante es que estos beneficios se observan incluso tras pocas semanas de práctica y en personas de todas las edades. Los resultados muestran mejoras en funciones cognitivas como la atención, la memoria de trabajo y la velocidad de procesamiento. El cerebro, como el resto del cuerpo, responde al entrenamiento constante.
Contra el estrés y sus efectos cerebrales
El estrés crónico es un enemigo muy dañino para nuestro cerebro. Vivimos en una sociedad que glorifica la prisa, la productividad sin pausa y la multitarea. Todo eso activa en exceso nuestro eje hipotálamo-hipófisis-adrenal, lo que eleva los niveles de cortisol, la hormona del estrés. En pequeñas dosis, el cortisol es útil, pero cuando está crónicamente elevado, daña el hipocampo (clave para la memoria), reduce la concentración y debilita la regulación emocional.