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¿Cuál es la clave para frenar el turismo de masas?

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Durante años, Dubrovnik, Croacia, ha sido un claro ejemplo de turismo excesivo con visitantes de verano que superan ampliamente en número a la población local y el gobierno municipal implementando medidas para disminuir la magnitud y el impacto de una avalancha de turistas que convierte el centro histórico en un estacionamiento abarrotado de personas tomándose selfis.

Pero uno nunca se imaginaría los efectos negativos de recibir tantos visitantes al escuchar el reciente anuncio triunfalista del Ministerio de Turismo croata, que señalaba que las llegadas a la ciudad habían aumentado un 9 por ciento en 2024, en comparación con 2023. “Según todos los parámetros, hemos logrado otro año récord”, declaró el ministro de Turismo, Tonci Glavina.

Si 2024 fue el año en que la preocupación por el turismo de masas alcanzó un punto crítico en destinos de todo el mundo, generando protestas desde Ámsterdam hasta las Islas Canarias y provocando nuevas normativas desde Islandia hasta Indonesia, también fue el año en que quedó claro lo complicado que puede ser disminuir el turismo una vez que ha sido desatado.

Este año se promulgarán medidas en aún más sitios, pero las pruebas que muestren cómo se puede limitar el turismo, o si siquiera se puede, siguen siendo escasas. Los intereses económicos contrapuestos suelen obstaculizar los intentos de frenar la marea turística.

“La cruda realidad es que, una vez que ha llegado el turismo de masas”, dijo Rachel Dodds, profesora de gestión turística de la Universidad Metropolitana de Toronto, “es sumamente difícil dar marcha atrás”.

Ya en 2010, los expertos en turismo observaron que algunos destinos se acercaban o habían superado su capacidad. A mediados de la década pasada, ciudades como Ámsterdam y Barcelona habían empezado a tomar medidas provisionales para aliviar el impacto del turismo en la infraestructura, la vivienda, el medioambiente y la calidad de vida.

Pero fue solo hasta después de la pandemia, cuando los “viajes de venganza” llevaron a un mayor número de visitantes a más destinos, que los esfuerzos por pisar el freno se volvieron más generalizados.

Este año, los viajeros sentirán los efectos de esos esfuerzos. La nueva legislación que regula los alojamientos de Airbnb y otros alquileres de corta duración entra en vigor en Francia,la República Checa y Grecia, donde un incremento del 24,5 por ciento de visitantes extranjeros en 2024 respecto al año anterior también explica el aumento de los impuestos —hasta 20 euros al día— para los pasajeros de cruceros en las islas de Santorini y Mykonos.

Puertos desde Ibiza, España, hasta Juneau, Alaska, están restringiendo el número de cruceros que pueden atracar simultáneamente y, en el caso de Juneau, reducirán el número de pasajeros permitidos cada día. Brujas, Bélgica, ha detenido la construcción de hoteles nuevos, y Ámsterdam, tras imponer una medida similar en 2024, y descubrir que algunos alojamientos estaban aprovechando una laguna legal, aprobó en noviembre otra medida que les impide añadir más habitaciones o camas a sus ofertas.

En Italia, los turistas estarán limitados a 20.000 al día en Pompeya, y una nueva legislación de Florencia podría impedir que los turistas usen carritos de golf para pasear.

Nueva Zelanda exigirá a los visitantes que paguen una tasa turística de 100 dólares neozelandeses (unos 57 dólares estadounidenses), que es unas tres veces más alta que la de la mayor parte del año pasado, mientras que las islas Galápagos han duplicado su tasa, alcanzando los 200 dólares. En Japón, la localidad montañosa de Ginzan Onsen se unió recientemente al monte Fuji y a algunas calles de Kioto en la restricción del número de turistas. Y en Corea del Sur las autoridades han impuesto un toque de queda en un barrio histórico de Seúl para frenar los excesos turísticos.

“El principal problema es que durante muchos, muchos años, hemos usado un modelo extractivo de turismo que dicta: ‘volumen, a cualquier costo’”, dijo Marina Novelli, directora del Centro de Investigación Avanzada sobre Viajes y Turismo Sostenibles de la Universidad de Nottingham. “Ahora estamos en una situación en la que se están aplicando muchas cosas diferentes como estrategias reactivas, como los límites a las cantidades de turistas y las tasas turísticas”.

Aún no está claro si estas estrategias funcionarán. Las pruebas son irregulares y sugieren que las medidas tardan mucho tiempo en tener algún efecto. Barcelona, por ejemplo, aplicó su primera tasa turística en 2012, empezó a restringir los alquileres de corta duración en 2015 y limitó la construcción de nuevos hoteles en 2017. Sin embargo, los turistas siguieron llegando en cifras récord hasta el primer tercio de 2024. Solo a finales de año el índice anual de llegadas registró un modesto descenso del 0,7 por ciento respecto a 2023. En Ámsterdam, que empezó a luchar contra el turismo de masas en 2016, se espera que las llegadas asciendan a 26 millones en 2026.

Reducir el número de llegadas no siempre es el objetivo principal. Limitar los alquileres de corta duración, por ejemplo, es algo que se plantea a menudo como una solución a la escasez de viviendas, mientras que los impuestos turísticos pueden tener como objetivo compensar la presión que el turismo de masas puede ejercer sobre los recursos.

“Algunos lugares, como Nueva Zelanda y Hawái, están tratando de hacerlo más como una medida regenerativa o de administración”, dijo Dodds. “Mientras que en otros, como Venecia, es punitiva, lanzando un impuesto y pensando que eso convencerá a la gente de no venir”.

Con un costo más o menos equivalente al de un café y un cornetto, la tasa de 5 euros de Venecia, introducida el año pasado, no fue particularmente disuasoria. Venecia parece haber llegado a la misma conclusión: este año, la tasa se duplica a 10 euros.

¿Tendrá eso más impacto? Ko Koens, profesor de turismo urbano en la Universidad de Ciencias Aplicadas de Inholland, dice que nadie lo sabe. “Puedo asegurarte que 5 euros no funcionaría”, dijo. “Pero no tenemos datos suficientes para saber cuánto tiene que subir para que funcione”.

Otras medidas en Venecia también se han quedado cortas. La ciudad empezó hace poco a desviar los cruceros de su centro histórico. Aunque la iniciativa podría disminuir los daños medioambientales, no ha tenido ningún efecto perceptible en la cantidad de pasajeros. En otoño de 2024, Venecia predijo un aumento del 9 por ciento para ese año con respecto a 2023, gracias a sus puertos recién “distribuidos”.

De hecho, restringir los pasajeros en una zona puede canalizar el turismo excesivo hacia otra. “Es como una cama de agua”, dijo Koens. “Al distribuir a la gente por otros lugares, estás aumentando potencialmente los problemas de exceso de turismo”.

La ciudad de Nueva York empezó a aplicar el año pasado una prohibición preexistente sobre los alquileres a corto plazo. La medida, que algunos expertos correlacionan con el aumento del 7 por ciento de las tarifas hoteleras en 2024 con respecto al año anterior, ha enviado turistas a zonas circundantes donde los alquileres son legales. Nueva Jersey se ha convertido en el mercado con la demanda de alojamientos de Airbnb de más rápido crecimiento en Estados Unidos, de acuerdo con el sitio de análisis AirDNA. Sin embargo, esto no parece haber disminuido el número de turistas que llegan a Nueva York: la ciudad espera superar su récord anterior de 66,6 millones en 2019 en 1,4 millones en 2025.

Quizá el mayor obstáculo para resolver el turismo de masas sea la falta de consenso sobre el hecho de que realmente sea un problema. Como fuente de ingresos y empleo —a nivel mundial, el turismo generó la cifra récord de 1,6 billones de dólares en 2024—, viajar es un motor de crecimiento económico.

Debido a ese papel, la mayoría de los intentos de limitar el turismo enfrentan oposición, como lo demuestra la reciente decisión de revocar la moratoria prevista en Bali sobre la construcción de nuevos hoteles.

Mato Frankovic, alcalde de Dubrovnik, ha sido testigo de esa resistencia. Después de que redujera el número de cruceros, restringiera los alquileres en el casco antiguo y recortara en un 30 por ciento el número de mesas y sillas en los cafés al aire libre y en un 70 por ciento el número de puestos de souvenirs, las empresas internacionales y locales se rebelaron. “La oposición decía que iba a arruinar la ciudad”, dijo Frankovic.

Él perseveró. Este año, la ciudad reducirá el número de taxis; lanzará aplicaciones para regular las llegadas de autobuses turísticos y dirigir a los visitantes a puntos alternativos en las horas pico; y promulgará una legislación nacional que exigirá a los propietarios de departamentos en edificios de varias viviendas obtener el consentimiento del 80 por ciento de los demás residentes antes de poder alquilar su departamento.

Sin embargo, incluso cuando las autoridades municipales o regionales están decididas a introducir cambios, pueden verse enfrentadas a un gobierno nacional que da prioridad al crecimiento económico.

Por ejemplo, Copenhague. El ayuntamiento aprobó un impuesto turístico en 2024 “como una buena forma de evitar que acabemos como Barcelona”, dijo Rasmus Steenberger, miembro del gobierno municipal. Pero el gobierno nacional —que actualmente está ampliando el aeropuerto de Copenhague y recientemente anunció un plan para aumentar los ingresos del turismo de 152.000 millones de coronas a 200.000 millones de coronas al año (unos 28.000 millones de dólares), para 2030— rechazó la propuesta de tasa turística.

Este conflicto es la razón por la que muchos expertos creen que se necesitan cambios más profundos.

Dodds, de la Universidad Metropolitana de Toronto, dijo que una solución requiere replantearse la definición de éxito. “ONU Turismo sigue midiendo el éxito por el número de llegadas, lo que esencialmente perpetúa los problemas del turismo de masas”, dijo. “Así que la conversación tiene que ser: ¿cómo cambiamos la métrica del éxito?”

Hay indicios de que están surgiendo nuevas métricas. Tanto Brujas como Noruega retiraron sus campañas publicitarias turísticas el año pasado, y algunas compañías de cruceros y turismo han eliminado voluntariamente Santorini y Mykonos de sus itinerarios para 2025 y 2026.

Pero como se espera que las llegadas internacionales crezcan globalmente un 12,4 por ciento en 2025 respecto a sus niveles de 2019, parece probable que el turismo de masas se extienda. “No estoy segura de que exista una solución”, dijo Novelli, de la Universidad de Nottingham. “A menos que sea la gente la que asuma la responsabilidad y diga: ‘¿Sabes qué? No necesito ver Venecia. No voy a ir’”.

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