Leopoldo Puchi
Órdenes ejecutivas, instrucciones de tesorería, vetos en organismos económicos, congelamiento de activos: todas estas medidas se agrupan, en el lenguaje de la política internacional, bajo el término genérico de “sanciones”. Estas acciones buscan debilitar la economía de un país y limitar su acceso a inversores y recursos financieros.
Los Brics, por su parte, persiguen la promoción de inversiones, el fortalecimiento de la industria, la energía y la agricultura en sus países miembro. En este contexto, vetar el ingreso de Venezuela al bloque representa un golpe a su economía, lo que inevitablemente incide sobre las condiciones de vida de su población.
DOSIS ADICIONAL
Por supuesto, no estaba previsto que esas inversiones iban a llegar de manera rápida, y aún queda abierta la posibilidad de que, en un futuro, Venezuela logre beneficiarse de la nueva arquitectura financiera global que empieza a desarrollarse. Sin embargo, en lo inmediato, basta con el solo anuncio de un veto económico para generar un impacto negativo sobre el país.
En este sentido, el veto no ha sido un simple gesto diplomático inamistoso, sino una acción que erosiona las expectativas de recuperación. Es como añadir una gota de cianuro a un brebaje envenenado: aunque la dosis parezca mínima, su presencia puede amplificar los efectos acumulativos del veneno. Cada miligramo de nuevas sanciones cuenta.
EL ENGRANAJE
La decisión de Brasil de imponer un veto que causa daño a Venezuela y a su gente ha generado sorpresa en la región y ha desatado una avalancha de análisis que intentan comprender lo ocurrido.
Más allá de las diversas explicaciones, que van desde motivos puntuales hasta consideraciones geopolíticas, lo cierto es que la actuación de Brasil se inscribe en el engranaje de una estrategia, como ocurre con toda decisión política, aunque no todos los actores lo hagan de forma consciente o deliberada.
LA META TÁCTICA
En 2020, en plena pandemia, Estados Unidos vetó el acceso de Venezuela a los recursos que le habían sido asignados por el Fondo Monetario Internacional para implementar las medidas sanitarias necesarias contra el Covid-19. Este veto se sumaba al conjunto de acciones dirigidas a provocar un ‘cambio de régimen’.
Hoy, en medio de la difícil situación económica y la disputa poselectoral, el veto brasileño cumple, como toda decisión política, un papel dentro de una estrategia más amplia. Objetivamente, en el corto plazo, esta medida parece no tener otro fin que colocar obstáculos en el camino hacia la juramentación presidencial del 10 de enero y crear condiciones para un ‘cambio de régimen’.
LA META ESTRATÉGICA
En audiencia en el parlamento, Celso Amorim expuso lo que pudiera considerarse como la meta estratégica de la imposición del veto a Venezuela. Durante su intervención, Amorim dijo: “El principal interés es evitar que Venezuela se convierta en el foco de rivalidades geopolíticas que amenazan la paz en América del Sur y que signifiquen conflictos en el ‘corazón’ de la Amazonía”.
La conexión entre el veto y el interés de Brasil en la región de las Guayanas no es una presunción o una conjetura: ha sido el propio Amorim el que la ha establecido de forma explícita. Y más aún, Amorim confiesa que la forma de evitar un “foco” de amenaza es aplicando el veto, es decir, imponiendo un obstáculo adicional a la recuperación económica de Venezuela.
GUAYANA ESEQUIBA
Cuando Amorim dice que Venezuela representa una amenaza latente para “la paz en América del Sur” y se refiere al “corazón de la Amazonía”, resulta inevitable pensar en los intereses estratégicos y en los planes de expansión de Brasil en la región de las Guayanas. Desde la perspectiva de Brasilia, todo ese territorio constituye su “zona de influencia natural”. Por eso, Brasil no ve con buenos ojos las reclamaciones venezolanas sobre el Esequibo y viene desplegando una política hacia Guyana de proyectos de infraestructura, inversiones y apoyo militar.
Por esta razón, el ejército brasileño ha desplegado un contingente significativo de tropas y tanques de guerra justo al borde de la frontera con Venezuela, donde recientemente se llevaron a cabo ejercicios y maniobras militares.
Brasil necesita una Venezuela debilitada, una nación que no recupere fácilmente su economía ni su influencia en el continente. Porque, en política, los Estados no tienen amigos, sino intereses. Para eso están los vetos y las armas.