domingo, junio 22, 2025
28.1 C
Carabobo
DIARIO LA CALLE
BANNER-LA-CALLE-1100X150PX
DIARIO LA CALLE
previous arrow
next arrow

Gobernantes locos y otros anormales: Por Carlos Raúl Hernández

Gobernantes locos y otros anormales

Carlos Raúl Hernández

La desenfrenada, valiente y bellísima Wu Zetian, pasó de esclava a emperatriz soberana de China y practicó una diplomacia muy original. Si le gustaba un embajador que presentaba credenciales, le exigía hacerle cunnilingus, so amenaza de muerte y acataban, “solo para proteger su vida”, claro. Siglos antes, Chi Shi Wan Chi, creador del imperio chino, enfurecido porque una colina “no dejaba pasar” al ejército, hizo talar los árboles y pintarla de rojo. Murió por devorar mercurio para ser inmortal, según consejos médicos. Enterraron con él artistas, artesanos y obreros que construyeron su majestuosa tumba, custodiada por miles de “soldados de terracota”. Aburrido en una fiesta, Calígula violó en público a un general y a su esposa.

Se creía la reencarnación de Zeus y acuchilló a su hijo en el vientre materno, para prever el parricidio, “costumbre de familia” (Urano, Cronos y Zeus). Le entretenía ver a las fieras devorar prisioneros en el Coliseo, y al agotarse la existencia, tomaba gente del público. Mesalina, la mujer de Claudio, se acostó una noche con setenta hombres en apuesta que ganó a la prostituta más famosa de Roma, Escila, que apenas con 30 quedó exhausta.  La película favorita de Hitler era Blancanieves, y ya Alemania aplastada, movilizaba batallones imaginarios ante el asombrado pánico de su Estado Mayor y ordenaba fusilar oficiales “traidores”, entre ellos a Goering. En la convención del Baath que hizo a Sadam Hussein dictador de Irak, la policía política detuvo a decenas de dirigentes críticos, y esa noche los asesinaron.

En 1962 Jrushchov creyó que Castro era una persona normal y colocó unos misiles en Cuba, pero este quiso lanzarlos contra Nueva York. El presidente de Guinea Ecuatorial (1968-1979) impuso en su país la consigna “Dios es Macías Nguema” (él mismo, claro). Cerró escuelas y hospitales, y prohibió gastar en lubricantes para las máquinas, que él supliría con magia. Francois Duvalier, presidente vitalicio de Haití, era reencarnación de Egún, la deidad vodú de la muerte. Ordenó asesinar a su vicepresidente y como huyó y no lograron conseguirlo, los tonton macoute, precavidos, dijeron que se había transformado en perro negro; entonces ordenó matar a todos los perros negros.  Una fatwa, ley, del Ayatola Jomeini en 1980, ordena “destruir a Israel”, “el pequeño Satán”, razón de la crisis del Medio Oriente.

El anterior dictador coreano, Kim Jong Il, era fanático de Hollywood, en especial de James Bond y El Guardaespaldas (Mike Jackson: 1992) con Kevin Costner y Whitney Houston. Pidió a los hijos que en su sepelio imitaran la secuencia de En la línea de fuego (Petersen: 1993), en la que trotaban agentes, encabezados por Clint Eastwood, flanqueando el carro fúnebre del presidente. Stalin, otro adicto a las vaqueras, planeó dos atentados contra John Waine que el FBI evitó.  Para la escritora Alejandra Vallejo-Nájera en su obra Los locos de la historia, todos los dictadores tienen las tejas rodadas y muchos, además cementerios personales; y el director francés Alain Charlot nos ofrece el documental Dictador: trabajo de locos (2012). Y según biógrafos, y Vargas Llosa en La fiesta del Chivo, Rafael Leonidas Trujillo, tirano de República Dominicana, era un depredador sexual.

Los tiranos son heterosexuales u homosexuales voraces, impotentes, paranoicos, obsesivos, ansiosos, bipolares, introvertidos, cariñosos o crueles con sus animales y familias (mujeres de Stalin y Hitler se suicidaron). Joaquín Fest, Allan Bullock, Jung Chang, Jon Halliday, Isaac Deutscher, Norberto Fuentes, Robert Service, los estudiaron e incluso la CIA hizo una investigación en 1942 que pronosticaba el suicidio de Hitler. Ellos son sicópatas, pero ídolos de la intelectualidad que apoyó frenética a Stalin, Mao y Castro, y este último recibió sus abajo firmantes por aquí. Para clasificarlos hay un baremo sencillo: ¿cuánta sangre está dispuesto a derramar, incluida la suya, para cambiar el mundo? El dictador tradicional, cuando las cosas se tuercen, se mete en una embajada, huye entre sus millones y pasa la vida pegado de los periódicos a la espera del retorno.

Pero el dictador totalitario cree en su misión sobre la tierra y tiene en la cabeza rellenos nacionalsocialistas, marxistas, islamofascistas, fascistas, supremacistas, (¿anarcocapitalistas?) Trump, según declaró, se salvó del atentado su misión de descojonar el planeta. Santiago Carrillo cuenta en sus Memorias, cuando Mao en la Internacional Comunista proclamó sacrificar dos o tres cientos millones de chinos para “derrotar el imperialismo”. Al final, dormía desnudo con grupos de niños. También narra Carrillo que, en su primera visita a Rumania, lo sorprende que, a diferencia de la imagen conocida, Ceaucescu tenía el pelo totalmente blanco, y le comenta. Este le responde que cuando trabajaba mucho se le decoloraba, pero ese fin de semana se proponía dormir bien.

Descansó plenamente, porque en el siguiente encuentro, el cabello del presidente era negro “pluma de cuervo”. Faruk de Egipto se tomaba treinta coca-colas al día y robó el reloj de Churchill en una visita oficial. Soñó que lo atacaban leones e hizo que los exterminaran en los zoológicos. Jorge III de Inglaterra nombró a su almohada príncipe y le puso de nombre Octavio en un acto solemne. Iván el terrible, deslumbrado por la maravilla de la iglesia de San Basilio en Moscú, hizo vaciar los ojos del arquitecto para que no la repitiera. En una furia, mata a su mujer y a su hijo preferido, el heredero de la corona.  Mariano Melgarejo, presidente de Bolivia, era un niño tan horripilante que su madre lo entrega a un convento y las monjas no lo aceptaban al sospecharlo hijo del demonio por su imparable coprofagia.

Lo hicieron exorcizar, nunca estudió y ya presidente dijo “que gobernaría hasta que le diera la gana y al que no le gustara, lo mataría a palos”. La constitución, por ser papel, la usaría para higiene íntima.  El embajador de Brasil le regaló un hermoso caballo, Holofernes, al que nombró general, y en reciprocidad, Melgarejo colocó en el piso un mapa de Bolivia y le dijo “lo que pise el caballo, se lo regalo”. Bolivia perdió 300.000 kms. y sus costas marítimas. Gobernó en bacanales y el principal invitado era “el general” Holofernes, y le asignaba bidones especiales de cerveza. Recuerda a Incitatus, el equino de Calígula, “cónsul” en Bitinia y que bebía vino en toneles. Brilla entre los locos el dictador de Turkistan, hasta apenas 2006.

Saparmurat Niyásof, a quien solo podían dirigirse con todos sus títulos, cuantas veces lo aludieran en el mismo discurso: “Su Excelencia, líder de toda la etnia turcomana, Presidente de Turkmenistán y gobernador del gabinete de ministros”. De aspecto normal y apacible, con traje y corbata, parece un parlamentario norteamericano o francés. Su cara debía estar en todo hogar, etiquetas de bebidas, alimentos o cualquier otro producto, billetes, logos de programas. Para obtener títulos académicos, u optar a licencia de conducir, todos debían memorizar su libro de poemas y decretó que quien no lo hiciera, no podría entrar al cielo. El país está lleno de estatuas suyas, una de oro (la de su émulo Evo Morales la “derrocaron” en La Paz). Quiso hacer un palacio de hielo en medio del desierto de Karakum, el más caliente de Asia. Cambió el nombre del mes de abril por el de su mamá.

@CarlosRaulHer

TUFLASHNEWS

Otras Noticias

Noticias de ActualidadNoticias MundoNoticias en ColombiaNoticias de Moda

Más Leídas