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Juan Calzadilla deja como legado el arte para transformar la realidad

Por: Denis Miraldo

La poesía, las artes plásticas y la crítica artística fueron, para Juan Calzadilla, los tres frentes de un accionar estético comprometido, constante y genuino en su empeño por la transformación de la realidad a partir de una obra convertida en referencia cultural de Venezuela, entre los siglos XX y XXI, reconocida en 1996 con el Premio Nacional de Artes Plásticas y, en 2017, con el Premio Nacional de Literatura, sin duda demostración plena de la vigencia permanente de un hombre integral, humanista y brillante.

Su partida, este domingo 15 de junio en Caracas a los 95 años, trasciende en las páginas de sus libros y en los lienzos de sus cuadros como una de las voces fundamentales de la poesía contemporánea, siempre en la búsqueda de derribar las barreras entre pintura y literatura, un puente multifacético que enlazó ambas disciplinas en un solo oficio amoroso e integrador, con el que inspiró a muchos escritores a explorar nuevas formas de expresión.

Luchador político y referente literario Nació en Altagracia de Orituco el 16 de mayo de 1930, residió en Caracas desde joven y estudió Castellano y Literatura, en la Universidad Central de Venezuela y en el Instituto Pedagógico Nacional hasta ser detenido por protestar contra la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Luego de abandonar sus estudios, inicia la publicación de una obra vanguardista y contestataria compuesta por unos veinticinco poemarios, traducidos a varios idiomas, además de integrante de la Generación del 58 y cofundador del célebre colectivo El Techo de la Ballena y de la revista Imagen, para convertirse en referente nacional, reconocido, premiado y respetado por la excelencia de su obra y su sensibilidad social.La literatura fue de su mano hasta fusionarse en las artes visuales, gracias a lo que llamó “poesías corporales” y “cuerpos caligráficos”, expuestas en numerosas individuales y colectivas, incluyendo la Bienal de São Paulo en 2004.

Además, fue director de la Galería de Arte Nacional.Miembro de número de la Academia Venezolana de la Lengua -sillón V-, Calzadilla estudió y registró la evolución del arte venezolano, se dedicó al periodismo cultural y produjo gran cantidad de textos como crítico y ensayista, siempre querido por las nuevas generaciones por su vocación de formar a los jóvenes en numerosos talleres literarios.

Nos acompañará para siempre fue el vicepresidente Sectorial de Comunicación y Cultura, Freddy Ñáñez quien, a través de sus redes sociales, hizo el anunció que llena de pesar a miles de artistas venezolanos este lunes 16 de junio, día del natalicio del pintor valenciano Arturo Michelena.“Con mucha tristeza despedimos al gran Juan Calzadilla, poeta, artista plástico, crítico literario.

Justo el día del padre nos deja un gran venezolano con una obra que nos acompañará para siempre.

Ahora Juan es su palabra viva. ¡Hasta cada rato maestro!”, escribió.Para la escritora trujillana Melania Reyna, directora de la agrupación El Taller de Calíope y el Festival de Perfopoesía Valencia, Calzadilla ha sido la principal referencia de lo que significa sentir el arte desde todas las esquinas posibles. “Ha construido puentes entre diferentes generaciones de escritores y artistas. Su capacidad única para capturar la esencia de lo cotidiano y transformarlo en algo universal y profundo, ha permitido que muchos jóvenes encuentren su propio camino en el mundo de las letras y la expresión plástica”, explicó.

Reyna añadió que la naturaleza, en sus diversas formas descritas en su poesía urbana, “le ha conferido el merecido honor de Maestro en la vanguardia de la literatura venezolana, influyendo además en grandes escritores de América latina”.

La poesía, las artes plásticas y la crítica artística fueron, para Juan Calzadilla, los tres frentes de un accionar estético comprometido
Epitafio
En mi entierro iba yo hablando mal de mí mismo y me moría de la risa.Enumeraba con los dedos de las manos cada uno de mis defectos y hasta me permití delante de la gente sacar a relucir algunos de mis vicios como si me confesara en voz alta y en la vía pública.Comprendo que esto no es usual en un entierro ni signo de buen comportamiento.Un ciudadano cabal, aun estando muerto—cuando es él el centro de la atención—debe guardar las apariencias y cuidar de no exponerse al ridículo.
Juan Calzadilla@denismiraldo
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