La carretera embrujada
Carlos Tovar
En Valencia, estado Carabobo, existen muchas historias relacionadas con casas viejas embrujadas, fantasmas y apariciones. Sin embargo, hay algo de lo que casi nadie habla: la carretera fantasma, como también se le conoce. Esta historia, contada por el señor Pablo Guanipa, ocurrió en 1987 y es uno de los relatos más escalofriantes que se han escuchado en la región.
Pablo trabajaba como chofer en una empresa privada y, aquella noche, salió tarde hacia su destino. Iba acompañado de su ayudante, un hombre joven y tranquilo que solía acompañarlo en sus viajes. Mientras avanzaban por la autopista, bajo un cielo oscuro y sin luna, de pronto visualizaron una carretera solitaria, perfectamente iluminada y con un asfalto impecable. Era como si hubiera aparecido de la nada, desafiando la lógica y el paisaje conocido. Ambos decidieron tomar esa vía para acortar camino, sin imaginar que esa decisión los llevaría a un lugar misterioso, similar a una pesadilla de la que no podrían escapar fácilmente.
A medida que se adentraban en la extraña carretera, notaron que el paisaje a su alrededor comenzaba a cambiar. La oscuridad se hacía más densa, como si una niebla espesa los rodeara, y el silencio era absoluto, interrumpido solo por el rugido del motor del camión. Una sensación de inquietud los invadía, como si algo o alguien los estuviera observando desde las sombras. Finalmente, llegaron al final de la carretera. Frente a ellos solo había un extenso campo de pasto verde y exuberante, que contrastaba con la atmósfera opresiva del lugar. En ese momento, debían tomar una decisión: devolverse o seguir adelante. A pesar de que la carretera había terminado, ambos optaron por continuar, impulsados por una curiosidad que pronto se convertiría en terror.
Al adentrarse en la espesa y siniestra vegetación, el paisaje se transformó por completo. El cielo se tiñó de un rojo intenso, como si el sol hubiera sido reemplazado por una bola de fuego infernal, y todo a su alrededor parecía sacado de una novela del infierno de Dante. La atmósfera era opresiva, y el aire olía a quemado, como si un incendio invisible consumiera todo a su paso. De repente, el ayudante gritó:
—¡Mire, señor Pablo! ¿Qué es eso?
Pablo miró hacia adelante y vio algo que lo dejó paralizado. Miles de personas, completamente desnudas, corrían hacia ellos. Entre hombres y mujeres, todos gritaban de manera desgarradora, como si estuvieran siendo quemados vivos. Sus cuerpos estaban cubiertos de un color rojo intenso, pero no podían distinguir si era sangre, pintura o algo peor.
—¡Retroceda el camión! ¡Tenemos que salir de aquí! —gritó el ayudante, aterrado.
Con dificultad, Pablo logró maniobrar el vehículo y comenzaron a retroceder. El camino de regreso fue una pesadilla. Las figuras rojas los perseguían, y los gritos resonaban en sus oídos como si el mismo infierno los estuviera reclamando. Finalmente, lograron salir de aquel lugar y regresar a la autopista.
Al llegar a su destino, ambos estaban temblando, sin poder articular palabra. Cuando lograron calmarse, contaron lo ocurrido a las personas que los esperaban. Al escuchar el relato, algunos comentaron que podría tratarse de una secta satánica, mientras que otros sugirieron que habían entrado en una dimensión desconocida, un lugar que no pertenecía a este mundo.
Lo más inquietante ocurrió cuando regresaron a Valencia. Al intentar encontrar la carretera nuevamente, descubrieron que había desaparecido por completo, como si nunca hubiera existido. Fue entonces cuando comprendieron que aquella noche habían estado en un lugar que desafía toda explicación lógica.
¿Cuántas personas habrán tomado esa carretera embrujada sin poder salir de ella? Lo que sí entendí ese día es que Valencia es mucho más misteriosa de lo que uno puede imaginar.