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¿Niños o perros? las mascotas son como hijos con fiesta de cumple y otros caprichos

Por DÉBORA REY Associated Press
BUENOS AIRES (AP) — Venus observa desconcertada al grupo de personas que a su alrededor golpea las manos y repite varias veces la misma melodía. De repente, hacen silencio y se quedan mirándola. La vela de un pastel en el centro de la mesa está a punto de consumirse.
Pero Venus, con un bonete rosa que se bambolea sobre su cabeza, no puede soplarla. Los perros no saben. Al lado, su dueña Victoria Font apaga la vela, toma un trozo de la torta y se la da en la boca. Los invitados vuelven a aplaudir.
«Para mí Venus es como mi hija, se merece que le festeje el cumpleaños», comentó Victoria un domingo reciente en el Barto Café, en un suburbio al sur de Buenos Aires, que ofrece un servicio de pastelería y cumpleaños para perros.
La escena que hubiera resultado disparatada años atrás describe una nueva forma de vincularse de los humanos con los animales. En Buenos Aires —una de las ciudades del mundo con más perros (2.463) por kilómetro cuadrado—, cada vez más personas eligen tener mascotas antes que niños.
«A ella le encanta que le den atención… Quiero que ella sienta que es el centro de la escena en un lugar público, con invitados… Así como un nene cuando festeja su cumpleaños», acotó la joven veinteañera en plena celebración de los 5 años de su «perra-hija» de raza mixta y color negro. «Ella es como muy humana, literal. En casa duerme con la cabeza en la almohada, sabe abrir las puertas, sabe comer en la mesa, entiende absolutamente todo lo que le digo».
Según cifras oficiales, en la capital argentina hay un estimado de 493.676 perros y 368.176 gatos, mientras que la población humana de 0 a 14 años asciende a 460.696. Esto significa que hay una mascota en casi 8 de cada 10 hogares porteños.
Y aunque la tendencia a preferir tener un animal a un niño es global, no en todos los países hay cifras que pongan a las mascotas por delante. En México, por ejemplo, aún hay más hogares (79%) con un niño o niña menor de 17 años que los que tienen alguna mascota (70%).
En España, hay 1,8 millones de niños menores de 4 años frente a 10,4 millones de animales de compañía.
Detrás de esta inercia animalista, hay factores también socioeconómicos. A las personas «se les exigen más credenciales educativas, es más difícil acceder a créditos o a vivienda propia, ya no hay exigencia de cómo formar la familia o qué estilo de vida llevar», remarcó el doctor en Psicología Marcos Díaz Videla.
La recesión económica, el trabajo precario y la falta de expectativas, que empujan a muchos jóvenes argentinos a emigrar, desalienta también los deseos de maternidad o paternidad al tiempo que se impone un nuevo concepto de hogar con hijos de cuatro patas.
«Los animales pasan a ser integrantes de la familia y a delinear junto con los humanos la dinámica, los rituales, las rutinas, los espacios dentro del hogar. Ya no se trata simplemente de tener animales dentro de casa, sino formar vínculos de familia con ellos», sostuvo Díaz.
Mientras el ala política conservadora de la capital argentina observa con preocupación la caída de la tasa de natalidad, desde sectores más progresistas buscan convertir la ciudad en un espacio más amigable para los animales con iniciativas para permitir su acceso al transporte público, un registro de paseadores y la cremación de sus restos en cementerios públicos. Al mismo tiempo, crece un pujante negocio en torno a su crianza.
No son mascotas, son ‘perrhijos’
Argentina es en esencia un país futbolero y Magalí Maisonnave, una fanática del club River Plate, sueña con ir al estadio Monumental con su perro salchicha Sandro, como cualquier padre con su hijo.
«Fue a banderazos, fue a bares a ver partidos de fútbol. Es fanático de River. Nos faltó ir a la cancha», dijo Magalí, estilista de 34 años que adoptó a Sandro hace seis «en un momento de mi vida que yo no estaba bien».
«Sandro es mi salvador, es alegría», cuenta mientras ambos posan vestidos con la casaca riverplatense. «Es alguien siempre feliz al recibirte. La alegría que te da a diario al despertarte. La emoción, un amor incondicional. Por más que juegue con todo el mundo, yo soy su mamá».
El psicólogo Díaz Videla, especializado en antrozoología, ciencia que estudia la relación de los humanos con los animales, analizó que «tradicionalmente se podía cuestionar subir a los animales a la cama, festejarles el cumpleaños, humanizarlos. Hoy, por el contrario, se cuestiona tener animales sin formar vínculos de vida con ellos».
La cara más famosa de esta tendencia es el presidente ultraderechista Javier Milei, quien identifica como «mis hijos de cuatro patas» a sus mastines ingleses Murray, Milton, Robert y Lucas, que nacieron como resultado de un procedimiento de clonación de Conan, fallecido en 2017. Los nombres son en homenaje a economistas de corriente liberal a la que se adscribe el gobernante.
La legislatura de Buenos Aires debate en distintas comisiones cinco proyectos sobre bienestar de los animales de compañía. Uno de los más novedosos propone un registro de paseadores, que deberán rendir examen cada dos años y capacitarse en RCP y conducta animal.
«La ciudad avanzó mucho, pero creo que ahora tiene la obligación de dar un salto más grande y creo que hay una oportunidad de ser la ciudad más ‘pet friendly’ de la región», explicó el legislador Emmanuel Ferrario, del partido centrista Vamos por Más y autor de la iniciativa «Ley Huellas».
Pero no todos políticos tienen una mirada positiva del fenómeno.
«Buenos Aires tiene más perros que Nueva York y casi el doble de perros que París. Es muy probable que seamos la ciudad con la mayor cantidad de perros y gatos por habitante del mundo (o está entre las tres primeras). Es un liderazgo inquietante. Muchos perros y pocos niños», comentó la vicealcaldesa conservadora de Buenos Aires, Clara Muzzio.
Una vida no tan de perros
Mientras la variable económica se pone en la balanza a la hora de tener un hijo por las recurrentes crisis económicas y la inflación que aqueja el bolsillo de los argentinos, los porteños no se lo piensan tanto en el cuidado, alimentación y entretenimiento de sus animales.
Mónica Ocando maneja con habilidad la tijera para cortar el pelo blanco del maltés India, cliente habitual en su peluquería «Experiencia Guau».
«Apenas entra hacemos corte de uñas, luego va a pileta. Se baña, se colocan dos shampoos. Uno que saca lo sucio y otro que aporte brillo. Y después acondicionador. Luego secado, si va a corte o arreglitos (sic). Al final perfume», enumera la estilista que tiene en promedio entre 10 y 12 lavados por día a un costo de 20.000 a 150.000 pesos (16 a 120 dólares).
En Chumbis, una panadería exclusiva para perros, los clientes de cuatro patas se abalanzan sobre la vidriera que exhibe galletitas, pasteles, medialunas, hamburguesas, canapés y otras delicias elaboradas con ingredientes naturales como carne, pollo y cerdo. Uno de sus éxitos son los pasteles de cumpleaños a un costo equivalente a los 16 dólares.
«Acá el sentido es fomentar la relación entre el humano y su perrito, de celebrarle la vida», valoró Nicole Verdier, una de sus propietarias y que tiene tatuados en sus antebrazos a sus perros Petrona y Tadeo, ya fallecido. «Es un ser vivo que vive poco tiempo y el tiempo que esté hay que darle lo mejor en comida, en amor, lo que sea».
De lunes a viernes, el paseador León Sipes busca a una treintena de perros por diferentes domicilios en un autobús y los lleva a un parque en el sur de la capital, donde los entretiene durante dos horas. El servicio cuesta unos 100.000 pesos (86 dólares) mensuales por cada perro.
Sipes, quien dirige el emprendimiento «Amigos caninos» y que le da para vivir, adaptó un autobús escolar para el traslado de los animales sin asientos y con arneses para sujetarlos.
«Si el perrito está mal, te puede traer problemas familiares, hasta maltrato animal. Al final es una inversión. Que el perro tenga amigos y salga a pasear», argumenta.
«Los costos económicos no son los principales. La gente no lo percibe como lo más difícil para tener animales, sino los costos emocionales», reflexionó el psicólogo Díaz Videla. «Todos somos conscientes que en algún momento tenemos que despedirnos y eso nos produce mucho dolor».
En «Jardines del Alma», un cementerio habilitado dentro de un refugio ubicado en el suburbio de Francisco Álvarez, hay pequeñas lápidas con los nombres Negro, Coco, Lucía, Morita, Winnie, Jordan, Froid, Jazmín, Sam y Kemal. Sus dueños dejan flores, fotos de los animales difuntos y hasta los utensilios que usaban en vida, como un recipiente para beber agua.
El camposanto empezó a funcionar en 2008, pero en el último tiempo explotó la demanda hasta llegar a los 300 animales enterrados, la mayoría perros.
«Antes podían pasar dos meses sin que viniera ninguno. Ahora por lo menos entre uno y dos por semana», detalló Alicia Barreto, administradora del refugio.
Entre las tumbas destaca una lápida de mármol identificada como «Soy Mariano».
Fue el primer perro que rescató Barreto dentro de una bolsa arrojada al costado de una carretera, junto a otros cachorros muertos en el 2000. Lo cuidó durante 10 años hasta que murió de leucemia.
«Le dije que lo voy a volver a encontrar», reveló la mujer. «Siento que su alma sigue estando en otro lado, tal vez en otro animal. Al momento de mi muerte, voy a reencontrarme con ellos».
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La fotoperiodista Natacha Pisarenko en Buenos Aires contribuyó con este reporte.

 

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