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miércoles, abril 24, 2024
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De la violencia y otros demonios

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Por Carlos Raúl Hernández

 

1 Las diversas versiones de King Kong, tienen cambios sutiles, pero el centro de la historia es el mismo, pese a la distancia de fechas. La ciudad malvada, burlona, rica, frívola, mujeres cubiertas de pieles y hombres vestidos de etiqueta en el teatro, devienen inferiores humanamente a la Bestia que da la vida por un sentimiento sublime. El gorila se humaniza al sacrificarse como Dido, Werther, o Madame Butterfly. El romanticismo es la estética del fracaso y el acto romántico por excelencia, es morir por el objeto amado como Marco Antonio y Cleopatra, Romeo y Julieta, propio de seres superiores. Por el contrario, el pragmático Bond, James Bond, después de descalabrar  malvados, termina en un íntimo bote salvavidas y escasa ropa con la bella. Kong se inmola en el centro simbólico de la modernidad perversa, dos veces en el Empire State (Cooper y Schoedsack 1933, y Jackson 2005) y una en las Torres Gemelas (Guillermin 1976), luego bien disciplinadas por Bin Laden. Kong yace en el asfalto, entre el llanto desencadenado de la Bella y la curiosidad mediocre, la roma normalidad de paseantes que se fotografían con el héroe muerto, indiferentes a la tragedia. A Sodoma y Gomorra las arrasa el fuego sagrado, y a Jerusalén, la ira romana. Otra historia cuenta que, confundida por lenguas diferentes en la construcción de una blasfemia que llegaría al cielo, Babel, antro de vanidades pecaminosas, recibe el castigo bíblico. Según los exégetas “la prostituta de Babilonia” del Apocalipsis y que denostan Isaías, Jeremías, Ezequiel, era Roma y para otros, Jerusalén. Para los rastafarianos es la sociedad occidental y otros creen que es la ciudad como arquetipo.

2 Pese a sus maravillas, la civilización urbana se considera a sí misma el mal. La ciudad se asocia a vidas turbias.  Juvenal identificaba a Roma con “sus mujeres (fáciles) de entrepierna húmeda y caliente” (se comprende que muera de saudade en el exilio) Rousseau declara que es la corrupción, donde las artesanías dejan de servir a las necesidades simples y “honestas” y se convierten en vanidades de los ricos. El primer movimiento revolucionario con una filosofía, el Romanticismo alemán del siglo XVIII, anti urbano y anti europeo, reivindicaba el volk, la tradición, la religión, el campo, contra las influencias disolventes del cosmopolitismo, la modernidad y la razón. La palabra “pueblo” se carga de la metafísica que hasta hoy mantiene. En su ópera inspirada en Tanhausser, una especie de Ulises del siglo XIII, Wagner presenta al héroe ante las tentaciones de un pueblo llamado curiosamente Venusberg (Monte de Venus) que lo seducen a abandonar su vida de vengador errante. La revolución se entendió como lucha contra la modernidad, las máquinas, la ciudad, hasta que Marx en el Manifiesto Comunista se quitó de tonterías y encumbra las ciudades, la industria, el comercio, claro, como paso previo a la llegada del comunismo. Define los campesinos como “bárbaros” de “vida reptante”, celebra la colonización de la India y llama payaso al héroe Simón Bolívar.

3 Con el paso del tiempo, la prédica antiurbana, primitivista, caló en el tercer mundo, mientras más brutales y anacrónicas fueran las revoluciones, más “originarias” eran. Lenin había hecho su alianza metafísica entre “obreros, campesinos y soldados”, que jamás tuvo obreros o campesinos ni para remedio. El horror maoísta viene del campo, contra las concepciones de la Tercera Internacional y castiga brutalmente la “corrupción urbana” (su mujer, “Manzana Azul” era del oficio en Shangai, con el genocidio llamado “Cacería del Tigre” en 1951 cuyo balance es de cientos de miles de muertos, y la Revolución Cultural en 1960, que comenzó precisamente en Shangai. Pol Pot, acompañado de muchachos harapientos, toma Phon Phen asesina un tercio de la población camboyana y destruye la ciudad, convirtiendo las escuelas en cámaras de tortura. Hoy como Juana la Loca, la posmodernidad abraza el cadáver del atraso. Repudia la industria a nombre de elucubraciones ambientalistas con la ideología “verde”. André Malraux, en una secuencia memorable de la literatura del siglo XX y del socialismo del siglo XX, narra la historia de Katow, un agente de la Internacional destacado en Shangai para la organización del Partido Comunista en 1927, días de la histórica sublevación de la ciudad. Derrotado el intento, detienen a Katow junto a muchos otros y los arrastran a un viaje sin retorno en la infernal locomotora donde arrojaban vivos los insurrectos a la caldera.

4 Lo conmueve el pánico de un joven camarada ante suplicio tan atroz y le cede el único bien valioso en ese momento terminal: la única pastilla de cianuro, pasaporte a una muerte rápida. Prefiere inmolarse en el fuego, al fin y al cabo, él es jefe del movimiento y debe demostrárselo a sus subordinados. Hombres excepcionales se yerguen desde la soledad del calabozo o la sala de torturas, para enfrentar la bestia del poder. Jan Valtin (seudónimo del periodista alemán Richard Krebs) en su autobiografía La noche quedó atrás, rememora cómo caminó por el peligro ultra mortal de una inconcebible cuerda floja. Agente de la KGV stalinista, engaña a la Gestapo al superar la tortura sin decir nada, y logra infiltrarse en ella. Se hace doble agente y mantiene ese juego suicida al servicio de Stalin, hasta que espantado por los crímenes soviéticos huye y escribe esta monumental obra. Dicen que la intensa historia de amor que vivió con su mujer, muerta en manos de los nazis, inspiró los personajes de Bogart y Bergman en Casablanca. El periodista checo Julius Fucik enfrenta la muerte en la Gestapo con una serenidad sobrehumana y escribe en su Reportaje al pie del patíbulo: “Abro los ojos y aun no llega la muerte sino torturadores con cubos de agua a despertarme…aquellos a los que dañé, que me perdonen. A los que ayudé, que me olviden. Y que mi nombre jamás sea asociado a la tristeza”.

5 El escritor revolucionario ruso Vassily Grossman, relata sus dolorosas, apasionantes, oscuras y profundas vivencias en Vida y destino. Preso primero en un campo de concentración nazi y luego en otro stalinista, conoce los dos infiernos para ayudarnos a concluir que ambos eran peores. En su extraña novela El Tunsgteno, Vallejo habla de Servando Huanca, y en Trilce, de Pedro Brito, ambos sindicalistas, víctimas de la represión. Al último le consiguieron “en el cuerpo un gran cuerpo y en el bolsillo una cucharita muerta. ¡Biban los compañeros. Pedro Brito!”. Todas esas obras, menos o más, autobiográficas (Malraux no estuvo en la rebelión de Shangai pero sí en la gemela de Cantón) tienen un rasgo común. La fortaleza moral de los que se levantaban contra torturadores, sicarios, como cerca de nosotros aquellos “parados” en las cárceles castristas o las Damas de Blanco. Personajes reales y de ficción interactúan para reproducir el heroísmo verdadero de varias generaciones que murieron en pos de la inalcanzable utopía revolucionaria, pero cuyo pecado original lo hacen olvidar con su abnegación, el valor y el desinterés para enfrentar prometeicamente la tortura. Prometeo es el símbolo de la libertad. Entregó el fuego y la artesanía y el castigo es que el águila le comiera el hígado ad eternum. Desde la roca a la que estaba clavado por el centro del pecho, lejos de implorar, increpaba fieramente al poderoso, sin oír los mediadores que le pedían moderación.

6 El politólogo e historiador alemán Matthias Kuntzel en su trabajo, Los demonios de Ahmadinejad, ayuda a comprender la revolución iraní. Dice que al inicio de la guerra con Iraq, se evidenció que Irán no podría ganar. El Ayatola Jomeini hizo traer de Taiwán medio millón de llaves de plástico que guindaron en los cuellos a niños reclutas, y así tuvieran lo necesario para abrir las puertas del Paraíso, donde los esperaba la felicidad. Cita Kuntzel el diario semioficial iraní Ettelaat … “en la guerra, tuvimos niños voluntarios de catorce, quince y dieciséis años. Estuvieron en los campos minados. No vieron ni escucharon nada… Unos instantes después, alguien vio nubes de polvo…y desparramados, se encontraban restos humanos chamuscados. Eso se evitará en lo sucesivo <Ahora, al entrar en los campos minados, los niños van envueltos en mantas y ruedan por el suelo en fila, a efecto de que las partes de sus cuerpos permanezcan juntas después de las explosiones y así se puedan llevar a sus tumbas.>… pertenecían a la Basij Mostazafán –Movilización de los Oprimidos- …una milicia de niños creada por Jomeini en 1979…, recordaba un veterano de la guerra Irán-Iraq al periódico alemán Frankfurter Allgemeine. <A veces parecía como si fueran a una competencia… todos querían ser los primeros>.”.

@CarlosRaulHer

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