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El relato de la Hiperinflación desde la óptica de los servicios públicos

Por Prensa
17 de febrero de 2021
en Opinión
El relato de la Hiperinflación desde la óptica de los servicios públicos
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Por Carlos Ñáñez R.

Del libro de Philllp Haslam y Rusell Lamberti, intitulado “Cuando el dinero destruye las Naciones”, se pueden establecer una serie de paralelismos con nuestro drama, la distante y africana Zimbabue sufrió un terrible proceso de Hiperinflación contemporánea, pues su primitivo gobierno encabezado por Robert Mugabe, pretendía que las leyes de la teoría y la política monetaria podían decretarse, ordenarse desde un escritorio, prohibir y decretar la inflación, por la vía de los hechos, si hay algo en común entre los tiranos y autócratas es su natural propensión para ser arrogantes y creer que están por encima del bien y del mal. Zimbabue fue verde, prospera y estable, con un aparato de salud e higiene envidiable por sus vecinos, Botswana, Mozambique, Zambia y Namibia, excluyendo desde luego a Suráfrica, todos sus vecinos fueron receptores de los migrantes de la austral Zimbabue, todos escapaban de ese flagelo hiperinflacionario, de la destrucción de la moneda local el dólar de Zimbabue y del daño que este proceso generaba en la población y en la confianza de la sociedad.

Zimbabue comenzó a advertir como se desmonetizaba su economía, como el rand la moneda de Suráfrica desplazaba cada vez más a un inútil signo monetario incapaz de generar confianza, de ser usable y de contar con las cualidades del dinero, el Gobierno decretó que el aumento de los precios estaba prohibido y así comisiones de la policía política de Robert Mugabe, escudriñaban la fijación de precios de en la economía, causando escasez y quiebras masivas, la gente común comenzó a padecer este flagelo, decidieron los más cautos escapar a la vecina Botsuana, Zambia, Mozambique y los más afortunados podían llegar a la ansiada y estable Suráfrica.

Desde luego la recaudación tributaria se hizo irrelevante, el estado no tenía otra vía para tributar que producir cada vez más billetes de dólares de Zimbabue, hasta aquel surrealista billete de cien trillones de dólares, que eran inútiles para comprar una hogaza de pan, así el propio estado por muchos decretos que prohibían el ajuste de precios quedó presión en su laberinto y desde luego se hiso inviable, la generación de electricidad comenzó a fallar, la gente no podía refrigerar los pocos alimentos de los que disponían, los cortes eléctricos cada vez eran más prolongados, se usaba la carne de búfalos destripados y transportados en las maleteras, para hacer intercambios ilegales, la práctica del trueque se tornó usual, las redes de cooperación y de relaciones comerciales eran la única vía para sobrevivir, si no se contaba con el acceso a estas redes de información informal, corrían el riesgo vital de morir.

Los autores del libro mencionado en líneas previas, pudieron constatar como los zimbabuenses, sobrevivían en torno a mercados grises primero para obtener comida, productos de limpieza, de higiene personal, como la red de acueductos colapsó y todas las ciudades de ese país quedaron sin acceso al agua corriente,, nadie podía gozar de un baño un enjuague era un lujo prohibido a las mayorías, las epidemias eran casos comunes, la red de salud colapsó, los servicios de internet, de comunicaciones, toda una república se deshilachaba y quedaba reducida a un fardo, inerte, el fenómeno de la hiperinflación destruyó institucionalmente a Zimbabue, su capital ya no funcionaba, los pocos beneficios de Harare fueron destruidos por este fenómeno monetario.

El combustible se hizo escaso, la gente se desplazaba a pie o tenían que pagar sobornos en las largas filas para abastecer sus vehículos, obviamente apelando a la moneda Surafricana el rand, la hegemonía en el poder gozaba de un estándar de vida absolutamente insostenible con el del grueso de la población, que se vio forzado al límite de apelar a la autarquía, huertas improvisadas, en un intento desesperado se sacrificaron a casi todo el rebaño de ganado, esto desde luego presionó los precios a la baja en la carne, pero las fallas eléctricas impedían que se conservara refrigerada, solo aquellos con familia en el exterior, podían gozar de generadores privados y pozos profundos para surtirse de agua, el resto quedó rezagado al empleo de lámparas artesanales y antorchas para el tránsito en las peligrosas calles de un país, además afectado por la violencia política.

Este país inestable, buscó a los enemigos comunes, los propietarios de las pocas unidades de producción agrícola, un emulo de las haciendas en nuestro país, fueron expropiadas de manera violenta, por grupos de adeptos al régimen de Mugabe y desde luego la dinámica de desconfianza atizaba el crecimiento de precios.

Tomar una ducha, contar con agua corriente o tener energía eléctrica y gas eran una rareza, en medio de un país en el cual la moneda había destruido a la Nación, los agobios de los zimbabuenses, son cercanos a la de los venezolanos. De hecho en la obra de Haslam y Lamberti, se encuentra un prefacio y un apéndice dedicado a Venezuela, en estos comentarios que sirven de adendum, al horror de la economía venezolana, se describe nuestro caso con un augurio nada halagüeño, nuestro país es más violento que Zimbabue, la capacidad de crear dinero digital por parte del Banco Central de Venezuela, le confieren mayor grado de violencia a esta crisis de explosión de precios.

Así como las hiperinflaciones están relacionadas a la inestabilidad política, también destruyen a los servicios públicos y sumen a la población en niveles de primitivismo absurdo e incompatible con las formas de la mínima dignidad ciudadana.  Venezuela aún continua en hiperinflación, Zimbabue por su parte logró superarla y quedar con una cicatriz imborrable en pobreza, destrucción e incapacidad para hacerle frente al horror, de no poder comer, usar las monedas y poder pronunciar los precios o tener un nivel de vida digno con la progresividad como acto humano.

Dos realidades una misma fealdad. Destruida se exhibe hoy Venezuela y con ella su moneda y la capacidad de dotar servicios públicos, cada frustración en nuestros marcos personales de vida encuentran su explicación en la presencia de esta antigualla económica.

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