Las venas abiertas de américa catira
Por: Carlos Raúl Hernández
“durante décadas América ha sido robada, violada, por naciones cercanas y lejanas, amigas y enemigas”. Donald Trump
Trump se define como “el hombre arancel” y nos acostumbra a su heterodoxia con la verdad. Para los populistas salvadores del mundo, lo sabemos bien, la verdad es lo que ellos hacen o sirva a sus delirios. Ideólogos actuales de izquierda y derecha “relativizan” la verdad, porque creen que las teorías científicas son intereses disfrazados de epistemología, “mentiras que nos ayudan a vivir”, afirma Nietzsche. Pero si vamos a operarnos del cerebro o a cruzar el Atlántico, agradecemos que Newton descubriera la gravitación, existan las resonancias magnéticas, la aerodinámica, la neurocirugía, y no solo la respetable opinión de un vecino enterado. El 2 de abril de 2025, Día de la liberación, falsifica los “efectos de la globalización”: “durante décadas América ha sido robada, violada, por naciones cercanas y lejanas, amigas y enemigas”. Fidel Castro con piquete al revés.
Entre mayores y menores tasas, fija la media de aranceles a las importaciones en 30%, aumentos respectivos de los precios al consumidor. El último estadista norteamericano, Bill Clinton, cambió al mundo, hizo la revolución tecnológico informática, la automatización, eliminó aranceles, abrió el comercio con decenas de países, como la Nafta con México y Canadá. Multiplica los intercambios con China, equilibra la balanza de pagos y el presupuesto, reduce la deuda externa, desregula las comunicaciones, crea la “autopista de la información” (internet), 20 millones de empleos y eleva los ingresos medios de la población con crecimiento anual de 4%. Nada parecido a insultar ni despedir al presidente de la Reserva Federal, al estilo tercermundista. Eso no ha ocurrido en EE. UU e iría a la Corte Suprema. Fidel inquirió por un “economista” para el Banco Central de Cuba y el Che aceptó porque oyó “comunista”.
- EEUU y Europa invierten masivamente en China porque, salvo para Eduardo Galeano, comprar más barato, no es delito sino ley de la economía. Para entonces los bajos costos de producción chinos reviven sus economías, maximizando ganancias absolutas y relativas, las mayores desde la Revolución Industrial. Durante 40 años de globalización, China fue “la fábrica del mundo”, la maquila de bajo costo que redujo drásticamente la inflación mundial y dedicó sus ganancias a la acumulación extensa e intensa de capital. Ahora tiene un millón de empresas globales en su territorio, 50 millones de empresas nacionales, 55 millones de milmillonarios, ciudades y servicios del siglo XXII. Creó su compleja red universal de proveedores y producción, dejó de ser una economía barata y gracias al elevado nivel de sus universidades y centros de estudio, hoy posee trabajadores de altos salarios y calificación.
Estados Unidos ganó trillones gracias al trabajo chino y encima se endeudó hasta el monstruoso 140% de su PIB. Según importantes economistas, más que deuda es una enfermedad incurable y un juicio a la ineptitud de los gobiernos después de Clinton. En 2024 China vendió a EE. UU productos por $400 mil millones y le compró el equivalente de 150 mil millones. La teoría económica dadaísta de Trump inventa que el balance es un “arancel”, porque cada país debe comprar a EE. UU bienes por el mismo valor que le vende. Es como si alguien exigiera a Páramo, Central Madeirense o Río que le compre cosas por igual cantidad que yo les compro, creación del asesor Peter Navarro, a quien Elon Musk caracterizó “más tonto que un saco de ladrillos”.
Nadie se beneficiará de una recesión mundial que empobrezca al mundo, y menos EE. UU, pero las empresas chinas buscan mercados sustitutivos y muchos países, por ejemplo Canadá, están dispuestos. Crean una crisis “aceleracionista” global para cambiar el sistema económico reagano-clintoniano por el New deal de Roosevelt de los años 30 y de paso cargarse la democracia. Escribí meses antes de su coronación que Trump estaba entre dos polos, uno Elon Musk, el más importante hacedor científico-técnico y empresario actual, hijo de la globalización y que por eso tiene claro que EE. UU debe competir para seguir siendo la primera potencia económica, como Reagan y Clinton. Destruir todo lo que existe, es hundir a EE. UU y gran parte del mundo, menos a China, que lleva diez años preparándose para este desafío y pasó a la ofensiva.
Muchos debaten si lo que hace Trump es un plan guía o una cadena de disparates, y no hay duda de que es el plan guía de una cadena de disparates. Musk recuperó en términos prácticos la libertad de expresión, con la apertura de X a las más variadas corrientes de pensamiento. Me consta porque estuve varios años eludiendo el bloqueo de mi cuenta en twitter, pues mis opiniones no eran feminazis, proterroristas ni abstencionistas. Gramsci escribió en Cuadernos de la cárcel, que los expertos, imprescindibles para gobernar, carecen de esenciales skill, artfullness, para lograr consenso en cambios al mínimo costo-roces y conforme a las normas. Esa falta de habilidad política lo estrella contra factores que posiblemente comparten la necesidad de enfrentar la corrupción y despilfarro, pero de acuerdo a la ley, y podría perder la pelea.
Musk entiende la fatalidad, entre muchas, del intento de paralizar a China, sus efectos devastadores en la economía y el equilibrio mundiales. Sin apoyo chino, él no dominaría el mercado mundial de autos eléctricos. La planta de Tesla en Shanghái, produce un millón de unidades anuales, por encima de las de Texas y California. En vez de “robarlo”, Musk recibió de los bancos 500 millones de dólares a bajos intereses y le cobran a la empresa impuestos corporativos de 15%, diez puntos por debajo de la tasa oficial. Pero está en una peligrosa coyuntura, en una tenaza: ser figura central en un gobierno antichino y tener una inmensa empresa en Shanghái. Hace unos días Trump anunció que Musk podría irse del gobierno “porque tenía muchas empresas que atender”. No lo acaba de descubrir.
@CarlosRaulHer