Carlos Raúl Hernández
José María Arguedas (Los ríos profundos), Jorge Icaza (Huasipungo) y Manuel Scorza (Redoble por Rancas). Resalta un enfoque humanista, sin adulteración histórica de la explotación y el maltrato a los indígenas por los gamonales criollos después de la independencia.
Pasada la segunda guerra mundial, nace el indigenismo marxistoide contra España. Se reúne el Primer Congreso Indigenista Interamericano, presidido por John Collier del Bureau of Indian Affairs en EE. UU. Sus actividades son oficiales, aunque es difícil que los gobiernos hayan tenido idea de lo que hacían. Crean el Instituto Indigenista Interamericano adscrito a la OEA en 1954 y comienza el debate retorcido y turbio sobre una nueva caterva de trampas. El blitzkrieg y tierra arrasada contra la cultura hispánica y reinventan relación entre victimarios y víctimas: autodeterminación indígena, invasión española, resistencia contra la opresión, el español es una lengua impuesta, destrucción de la identidad de pueblos originarios, que se tornan doctrina oficial en las universidades, a través de los Latin American Study, pero más que “estudios”, aberraciones ideológicas y falacias seudoacadémicas, para fabricar una identidad indígena. Por ejemplo, los españoles “invadieron” Perú, México, Argentina, Bolivia, Colombia, Venezuela, forzando que pueblos dominados calcen con las entidades creadas con la desmembración posterior a la independencia.
Como las élites hispanoamericanas van a universidades norteñas enfermas de “teoría crítica”, recibimos de vuelta la bipolaridad que dice Octavio Paz. En los sesenta y setenta la izquierda incorpora el racismo como opción política y aspira una nueva fragmentación, segunda luego de la independencia, aunque indigenistas iberoamericanos se comunican en inglés o castellano. España nos legó grandes estados, los Virreinatos y la mitad del territorio norteamericano de hoy pertenecía a México porque se lo cedieron los abuelos de López Obrador con el tratado Guadalupe Hidalgo de 1848. Entre esa fecha y 1920, cometen un genocidio de 120 mil indígenas en California. Los westerns presentan una conquista del Oeste contra pieles rojas salvajes que no habían visto un hombre blanco, cuando la verdad histórica es que los colonos protestantes llegaron en hordas, expulsaron y asesinaron pueblos sedentarios y cristianos para quitarles sus tierras. California fue parte del Virreinato de la Nueva España y los naturales tenían una vida estable hasta que, con las guerras apaches, usaron la “limpieza étnica”. Gerónimo, Cochise, apaches, chiripaguas y venoquis eran cristianos, hablaban y tenían nombres castellanos, y poseían sus tierras, pero quedaron como sombras “en reservaciones indias” o asesinados. Gerónimo prisionero sirvió como una atracción para exhibirlo en ferias.