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La sombra de un ‘gobierno’ en el exilio

Hace unos días, al margen de la Asamblea General de la ONU, Antony Blinken organizó una reunión con delegaciones de alrededor de 30 países para tratar de coordinar una política de presión hacia Venezuela. Sin embargo, esta vez la declaración conjunta no resonó como en otras ocasiones y el texto fue más suave que en otros momentos.
Todo indica que la Casa Blanca está a la espera de cómo evolucionan los acontecimientos. Con las elecciones presidenciales de EEUU a la vuelta de la esquina y la experiencia del fracaso de la creación de un ‘gobierno interino’ en 2019, la administración Biden debe sopesar tanto las dinámicas internacionales como las presiones internas.
GUERRAS
Por supuesto, lo que está en juego en Venezuela sigue siendo de enorme importancia para Estados Unidos. Washington no ha renunciado a su interés en reinsertar a Venezuela dentro de su esfera de influencia, ni ha dejado de lado sus objetivos geopolíticos, como el acceso al petróleo, o de orden interno, como el problema migratorio. Pero la pregunta central sigue siendo: ¿Qué camino tomará finalmente Estados Unidos frente a Venezuela?
Hasta ahora, el abanico de herramientas utilizadas ha incluido sanciones, creación de un gobierno interino, amenazas de intervención militar, operaciones encubiertas y aislamiento diplomático.
Pero la próxima decisión no será tan sencilla, ya que tendrá lugar en un contexto internacional distinto, marcado por la guerra de Ucrania, el intento de destruir a la población palestina en Gaza, las incursiones de Israel en el Líbano y el enfrentamiento con Irán.
EN EL EXILIO
Por ahora, Washington ha optado por un reconocimiento a medias de Edmundo González al calificarlo de ganador de las votaciones del 28 de julio, pero sin comprometerse formalmente con una designación como “presidente electo”. Tampoco ha anunciado que constituirá un “gobierno en el exilio” a partir de enero, posiblemente debido a las repercusiones que esto tendría. Aunque algunos países podrían alinearse con esta posición, la mayoría parece inclinada a mantener relaciones con un gobierno oficialmente constituido.
LIBIA
Históricamente, un gobierno en el exilio ha sido más una declaración simbólica que una estructura de poder real. Con esta fórmula, se busca reconocimiento internacional y apoyo económico para organizar ‘la resistencia’ y, algún día, tomar el poder.
Ejemplos no faltan: los españoles republicanos en México, el gobierno polaco en Londres durante la Segunda Guerra Mundial, el Dalái Lama del Tíbet, que se exilió en India tras salir de China.
Ahora bien, en el caso de Libia, la creación de un gobierno en el exilio en 2011 formó parte de una estrategia más amplia para un cambio de gobierno violento, que incluyó participación armada extranjera.
En ese entonces, Rusia no utilizó su capacidad de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU para bloquear la resolución que autorizaba una zona de exclusión aérea y permitía “todas las medidas necesarias”. Rusia, junto con China y otros países, se abstuvo en la votación, algo que difícilmente ocurriría ahora.
MENSAJE
La idea de crear un ‘gobierno en el exilio’ para Venezuela podría ser tentadora para Washington, pero en realidad es una opción llena de riesgos, que podría encender tensiones internacionales, profundizar las divisiones internas y agravar la situación. Nicolás Maduro ya ha anunciado que esta vez no repetirá su política de 2019, cuando, a pesar del reconocimiento de Juan Guaidó, varios países mantuvieron a sus diplomáticos en Caracas.
Con Chile, Argentina o Panamá ya hemos visto señales de lo que podría suceder, incluso en relación con los países de la Unión Europea. Si esto sigue adelante, cualquier apoyo a un ‘gobierno en el exilio’ implicaría la ruptura de lazos diplomáticos, lo que afectaría a los venezolanos comunes, que ya sufren el impacto de las sanciones.
DOHA
En vista de estas circunstancias y de la creciente necesidad de suministros petroleros, es muy probable que, llegado el momento de tomar decisiones, Washington opte por un camino diferente al de 2019. En medio de las inmensas tensiones que se viven a nivel mundial, cada movimiento cuenta. Por lo tanto, un nuevo ciclo de negociaciones en Doha parece ofrecer más posibilidades de éxito que exacerbar un conflicto sin fecha de vencimiento.
Con informacion de El Universal
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