Por PAOLA FLORES Associated Press
EL ALTO, Bolivia (AP) — ¿Y si en los altares por el Día de Muertos no solo hubiera fotos de los parientes fallecidos, sino algo más real? Es lo que está haciendo un artista en Bolivia.
Las tradiciones para recordar a los difuntos atraviesan varios países latinoamericanos, cada uno con similitudes y particularidades. El artista plástico boliviano William Luna quiso diferenciarse y añadió un punto de realismo a los panes que se venden en estas fechas: tallar de la forma más fiel posible una pequeña carita de los familiares que ya les dejaron y que va colocada sobre la masa.
Lo habitual en Bolivia para estas fechas es preparar un pan con la silueta de un cuerpo humano y con una careta, que a veces representa un rostro genérico y a veces simula personajes conocidos de la vida pública o de la ficción. Se llama tantawawa, una combinación de dos palabras aymaras: tanta, que significa pan, y wawa, bebé.
Las tantawawas forman parte del folclor boliviano y se cree que unen a los vivos con los muertos. Ese pan se comparte con la comunidad, así como otros alimentos, bebidas y dulces con los que las familias esperan el regreso de los seres queridos. El 2 de noviembre, el día de Todos Santos, los cementerios se colman de visitas a los que partieron y el pan se despacha y entrega a cambio de oraciones.
La apuesta particular de Luna, de 40 años, es que sus tantawawas se parezcan realmente a los difuntos. Él realiza tallados personalizados a pedido de sus clientes.
“La idea original de todo esto es volverse a encontrar con la persona que ha partido hace mucho tiempo, volverlo a ver. Aunque sea de esta forma, que no está aquí, en físico”, compartió.
Cuando perdió a su madre, quiso hacer un homenaje en el primer año de su muerte en 2017 y ahí empezó todo. Primero, diseñó una careta que la representaba a ella y ahora espera llegar a más familias al vender sus propuestas en mercados populares.
El artista inicia el trabajo con un poco de arcilla y va moldeándola con estecas —unas herramientas de plástico que parecen cuchillos con diferentes puntas—, mientras mira desde su celular la foto del difunto para copiar los rasgos. El proceso, que en total demora una semana y solo le permite hacer una pieza por vez, replica la figura en un molde de goma del que luego saca la careta hecha con yeso. Para finalizar, la familia Luna ayuda con el pintado.
“Las familias nos piden que la careta sea lo más exacto posible a su difunto querido, por eso yo me baso en las peculiaridades que cada persona tiene, todos tenemos rasgos especiales”, mencionó Luna.
Sus caretas personalizadas se venden junto con otras más tradicionales de hombres, mujeres, niños, bebés e, incluso, mascotas. Otros artesanos han ido introduciendo novedades como rostros que representan a personajes del cine, como el superhéroe Deadpool, o los dibujos animados de la película “Intensamente”.
“El fin es seguir atrayendo a los niños, a las nuevas generaciones… Que compartan con sus padres y tengan su tantawawa”, contó la vendedora Julia Alanoca, para quien las ventas fueron bajas al inicio de la semana pero mejoraron a medida que se acercaba el día de Todos Santos.
El antropólogo Milton Eyzaguirre, del Museo Nacional de Etnografía y Folklore, explicó a la AP que no hay registros exactos del origen de la tantawawa, pero se la relaciona con el periodo prehispánico. También se preparaban entonces, aunque “con harina de quinoa”.
“Y, obviamente, se transformó cuando llegaron los españoles, porque estas tantawawas comenzaron a hacerse con harina de trigo”. Se fusionó con antiguas tradiciones de indígenas, que creían en una vida después de la muerte. La idea es que los seres queridos fallecidos regresan por un día para compartir con los vivos la mesa que estos dejan servida, incluyendo la tantawawa.
“Nuestra tradición señala que las almas llegan de hambre y sed y es por eso que las familias los esperan con comida”, señaló Eyzaguirre.
Y, ¿qué tiene que ver una wawa (bebé) con el pan que se ofrece a los muertos?
“Eso es fundamental, porque es igual a la renovación de la vida”, recalcó el antropólogo, explicando la relación de esta costumbre con el ciclo agrícola. “Los difuntos están en el subsuelo, en la tierra, por eso se lo relaciona con las plantas que están por nacer… También con que traen lluvias”, mencionó. Es otra de las particularidades del país al celebrar el día de muertos.
Por eso, las festividades en las zonas rurales andinas de Bolivia se prolongan hasta febrero. Hasta que llegan los carnavales.