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miércoles, abril 24, 2024
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Lecturas de las primarias

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Las primarias opositoras ha levantado una polvareda inimaginable. Fue un proceso interno para escoger al candidato que representará a la oposición en las elecciones presidenciales del 2024. Se hicieron con el fin de no atomizar las fuerzas políticas adversas al gobierno, de cara a la contienda electoral del año próximo.

En cualquier democracia del mundo, las primarias hubieran sido un evento más de la dinámica política del país. Un evento programado en el cual se inscribieron todos los candidatos que quisieron, se retiraron algunos, y uno resultó ganador. A todas luces se presenta como un acontecimiento inofensivo, como fueron las primarias opositoras del año 2012, pero esta vez como que no sucedió así. Probablemente por la cantidad de personas que acudieron a votar.

Estas elecciones internas no tuvieron ayuda del Consejo Nacional Electoral, del Plan República o la ley seca, sin centros de votación tradicionales, bajo la lluvia en parques y plazas, con todos los obstáculos. Hubo premoniciones fatídicas de quienes no las querían, también agresiones físicas oficialistas a algunos candidatos y censura. Pese a todo esto, se completaron el domingo 22 de octubre sin ningún inconveniente reportado. Tanto en Venezuela como en el exterior, los opositores que así lo desearon fueron a votar en paz en una jornada ejemplar.

Así funciona la democracia, con votos y no con violencia. Este fue solo un ejercicio. Un calentamiento para las presidenciales del año 2024. Y se realizó tranquilamente, pese a todas las dificultades. Así fueron las últimas elecciones para escoger a las autoridades de la Universidad Central de Venezuela. Parece que ya aprendimos que con violencia nada, y con votos todo. Los venezolanos hemos madurado políticamente. Esa realidad debe ser motivo de alegría para cualquier demócrata; elecciones en paz y sin inconvenientes. ¿Eso no es lo que todos deseamos?

Impresiona entonces ver a personas, del gobierno o de la oposición, furiosos con los resultados. Pareciera que les molesta que ese ejercicio democrático hubiera terminado sin ningún incidente. Se nota a todas luces que anhelaban el fracaso de la jornada democrática. La frustración se les ve en las caras, como si fueran máscaras dramáticas expresando sus estados de ánimo. Al observar a esos actores políticos tan enfadados, parece que en vez de comentar una fiesta democrática estuvieran actuando en una tragedia griega.

Los de la oposición que quedaron inconformes, esconden con gritos inútiles su poco caudal de votos o el miedo que tuvieron de medirse. Como yo perdí o no jugué el partido, entonces hubo fraude. Si hubieran ganado, estarían fascinados pregonando a los cuatro vientos el talante democrático de la contienda electoral.

Los del gobierno, que ni deberían opinar sobre una elección interna que no les compete, será que están molestos por la cantidad de personas que fueron a votar en paz. O por la foto que publicó The New York Times mostrando larguísimas filas de electores en Catia, “un barrio de Caracas que es bastión del presidente Nicolás Maduro”, pregona del diario en la leyenda. No puede ser por los resultados, porque esos ya estaban cantados en todas las encuestas. La democracia implica respeto a quien piensa diferente y, sobre todo, la aceptación de los resultados electorales cuando son incómodos.

Cuando el partido de gobierno hace elecciones internas para elegir a sus candidatos, nadie de la oposición se enfurece. Ni siquiera cuando las autoridades violentan los resultados electorales de los militantes para colocar a dedo a algún candidato que perdió, como ha sucedido en el pasado. Eso es un asunto interno de su partido, y nadie externo se debería entrometer. En esos casos, solo se quejan los inscritos en el partido a quienes les escamotearon sus votos.

Uno aprende mucho viendo la reacción de los perdedores, y también de la de los que no se atreven a competir. Hay un viejo proverbio japonés que reza así: “Se aprende poco con la victoria, en cambio, mucho con la derrota”. Al escuchar al unísono la palabra fraude, en boca de los grupos inconformes de lado y lado, a uno le viene enseguida a la mente el viejo proverbio español: Cada ladrón juzga por su condición.

Otra lectura, completamente distinta, consiste en comparar los votos que obtuvieron los candidatos en esta elección con la última elección primaria de la oposición. En las redes aparecen mensajes mostrando que María Corina obtuvo más votos que los que obtuvo Capriles en las primarias opositoras de 2012. Eso es totalmente cierto en valores absolutos, pero para comparar cosas comparables hay que dibujar el contexto en el cual se dieron los dos eventos. Los periodistas basan su credibilidad profesional en ver cosas que los demás no ven, recoger testimonios que el público no puede recoger, y colocar en contexto las situaciones.

En las primarias del 2012, organizadas por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), hubo 18 millones electores inscritos en el CNE y votaron 2.904.710, el 16,14% del total. El resultado fue que Enrique Capriles ganó con 1.806.860 votos, o sea el 63,91% de los sufragios. El muy popular en ese entonces Pablo Pérez quedó de segundo, con 867.601 votos que significaban el 30,68% del total. El tercer puesto fue para María Corina, quien logró en ese momento 103.500 votos, o sea el 3,66%. Luego siguieron Diego Arria y Pablo Medina, con muy pocos votos.

Para estas primarias del 2023 votaron, según el último boletín, 2.307.635 personas. Las encuestas mostraban a María Corina muy bien posicionada desde el comienzo de la carrera electoral. Henrique Capriles, el segundo en las encuestas, se retiró de la contienda. Es fácil inferir, debido a la economía del voto, que los simpatizantes de Capriles terminaron votando por María Corina.

Lo cierto es que María Corina arrasó limpiamente con el 92,35% de votos en unas primarias, en las cuales parecía correr sola. Los demás candidatos, todos legítimos aspirantes a representar a la oposición, nunca levantaron vuelo en las encuestas. El resultado final era entonces bastante previsible.

Si somos demócratas de verdad, entonces todos los venezolanos debemos aceptar los resultados de las primarias y aprender de ellos. Algo bueno nos quedará de este aprendizaje.

@montenegroalvaro

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