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5 razones por las que esta guerra entre Hamás e Israel está siendo más larga que ninguna otra

Es la guerra que más ha durado de todas las que Israel ha librado contra Hamás en Gaza, y una de las más largas desde su nacimiento como Estado.

Y aún no hay final a la vista.

Un año ha pasado desde que el 7 de octubre de 2023 cientos de milicianos de Hamás invadieran Israel y asesinaran a cerca de 1.200 personas, llevándose a unos 250 rehenes.

La operación militar israelí que se inició ese mismo día y que se ha convertido en una guerra total ha devastado la Franja y matado a más de 41.000 personas.

El 90% de la población de Gaza se ha visto desplazada y la mayor parte malvive en condiciones infrahumanas, entre montañas de basura y aguas fecales debido en gran parte al bloqueo que Israel impone sobre la entrada de ayuda humanitaria a la Franja, según denuncia la ONU.

Además, un centenar de rehenes siguen en manos de Hamás, aunque el ejército israelí cree que un tercio de ellos podría haber fallecido.

¿Por qué se está prolongando tanto esta guerra?

Varios factores se han confabulado para alargar un conflicto que ha vuelto a llevar a Medio Oriente al borde del abismo.

«Objetivo irrealizable»

El brutal ataque de Hamás contra Israel el 7 de octubre, en el que sus milicianos asaltaron poblaciones cercanas a la Franja matando a familias enteras en sus hogares y a cientos de jóvenes en un festival de música, fue el más mortífero que ha sufrido el país en toda su existencia.

La respuesta de Israel iba a ser contundente y el primer ministro Benjamín Netanyahu, sostenido por un gobierno de coalición con partidos ultranacionalistas religiosos y de extrema derecha, prometió destruir a Hamás para siempre y alcanzar una “victoria total” en Gaza.

Pero ese objetivo, reconocieron entonces analistas militares israelíes e incluso el exprimer ministro Ehud Olmert, no era alcanzable.

El grupo “está profundamente arraigado en Gaza, y no es algo que pueda eliminarse por la vía militar”, argumenta a BBC Mundo Elham Fakhro, investigadora del programa de Medio Oriente y Norte de África de Chatham House.

Hamás es un movimiento islamista que tiene una rama política y una militar. Gobierna Gaza desde que ganó las elecciones en 2006 y se hiciera con el control de la Franja un año más tarde tras expulsar a su rival político, Fatah.

Como tal, administra un territorio en el que viven más de 2,3 millones de personas, y es responsable de unos 50.000 funcionarios.

Además, para algunos palestinos, Hamás no es solo un grupo miliciano, sino que encarna una idea. “Israel puede matar a los milicianos y destruir todo el territorio, pero no puede matar la determinación de luchar contra la ocupación y alcanzar la independencia nacional”, explica a BBC Mundo Imad K. Harb, director de investigación y Análisis del centro de estudios Arab Center Washington DC.

Un año después del inicio de la guerra, “Gaza, como territorio, sus ciudades, sus infraestructuras, han sido destruidas y ha habido un tremendo sufrimiento, pero Hamás no ha sido destruido como organización”, añade Fakhro.

Su líder político, Ismail Haniya, fue asesinado el pasado agosto en Teherán en un atentado del que se acusó a Israel, y muchos de sus milicianos, entre ellos algunos de sus altos mandos, han muerto en los combates y bombardeos israelíes en Gaza.

Pero la extensa red de túneles que la organización islamista ha construido a lo largo de los años ha dado cobijo a sus milicianos y les ha permitido llevar a cabo una guerra de guerrillas muy difícil de combatir para Israel.

En ellos se cree que se esconde el hombre que ideó el ataque del 7 de octubre y que se ha ha sustituido a Haniya tras su muerte: Yahia Sinwar.

Y esto remite al segundo objetivo que se propuso el gobierno de Netanyahu en Gaza: el rescate de los rehenes en manos de Hamás, muchos de los cuales han sido escondidos en los túneles.

Un centenar de ellos fueron liberados el pasado noviembre en un intercambio por 240 presos palestinos en cárceles israelíes.

“Hay una tensión, si no una contradicción, entre estos objetivos ya que, para rescatar a los rehenes, el ejército israelí no puede lanzar en los túneles el tipo de ataques que necesitaría para matar a los milicianos de Hamás y sus líderes, entre ellos Sinwar”, analiza para BBC Mundo Dov Waxman, director del centro Y&S Nazarian de Estudios sobre Israel de la Universidad de California.

La política interna israelí

Los analistas consultados por BBC Mundo también coinciden en el papel que tiene el actual ejecutivo israelí en la forma en la que se ha llevado a cabo la guerra y en que no se haya alcanzado aún un alto el fuego.

Israel está gobernado desde finales de 2022 por una coalición formada por el Likud, el partido de derechas del primer ministro Netanyahu, y una serie de pequeños grupos políticos entre los que se encuentran formaciones de corte ultraderechista, supremacista judío y antiárabe como Sionismo Religioso y Otsmá Yehudit.

Se trata, según valora Elham Fakhro, de la “coalición más de derechas que Israel haya tenido nunca”.

Estos partidos, aunque son minoritarios, han acabado por acaparar algunas de las carteras más importantes del Ejecutivo.

Entre ellas la de Finanzas, liderada por Bezalel Smotrich, y la de Seguridad Nacional, que controla la policía en Israel y Cisjordania y que está encabezada por Itamar Ben-Gvir, un político condenado en el pasado por racismo e incitación al odio y que militó en formaciones ahora prohibidas por las leyes antiterroristas.

Sus posiciones son tan radicales que, al estallar la guerra, diputados de la oposición como el centrista Benny Gantz, exjefe del Estado Mayor del ejército israelí, se unieron al gobierno de unidad nacional a condición de que extremistas Ben-Gvir o Smotrich no pudieran tomar decisiones sobre la guerra.

Gantz acabó abandonando el gabinete de guerra al comprobar que no existía un plan para poner fin al conflicto.

Es posible, plantea Dov Waxman, que al principio de la guerra “ningún otro gobierno israelí se hubiera comportado probablemente de manera muy diferente dado el nivel de ira, de dolor, de trauma que se vivió tras el 7 de octubre y el deseo extendido entre los israelíes de golpear y destruir a Hamás, de ir a por todas”.

Sin embargo, conforme ha ido avanzando la guerra, “este gobierno y, especialmente los miembros de ultraderecha, han mostrado un desprecio absoluto por la opinión y la presión internacional”, añade el profesor de Estudios sobre Israel.

Esto puede observarse especialmente en el asunto de los rehenes israelíes en manos de Hamás. “Está bastante claro que el primer ministro Netanyahu no está interesado en alcanzar un acuerdo, que lleva sobre la mesa ya varios meses, para traer de vuelta a los rehenes a cambio de un alto el fuego”, analiza Waxman.

Por su propia esencia expansionista -abogan por la anexión de Cisjordania y el completo dominio israelí del territorio entre el río Jordán y el mar Mediterráneo- estos partidos radicales “comparten la opinión de que la paz con los palestinos no es deseable, y priorizarán la expansión de la ocupación antes que llegar a una solución política o un alto el fuego”, señala Fakhro.

Netanyahu los necesita para mantener en pie el Ejecutivo y ellos han dejado claro que, si acepta un alto el fuego, abandonarán el Gobierno.

De esta forma, el primer ministro “ha priorizado su propia supervivencia política por delante de un alto el fuego, pero también y más importante, por delante de la liberación de los rehenes”, agrega la investigadora de Chatham House.

Para algunos analistas como Imad K. Harb, “Netanyahu está utilizando la guerra para postergar su ajuste de cuentas con la justicia”.

El primer ministro israelí está siendo juzgado por presunta corrupción en un juicio que empezó en 2020 y en el que se enfrenta a los cargos de fraude, soborno y abuso de confianza, por los que podría ser condenado a hasta 10 años de cárcel.

Él ha negado los cargos y asegura que se trata de una “caza de brujas”.

La estrategia parece que está dando sus frutos: según la última encuesta elaborada por la televisión Canal 12, la popularidad de Netanyahu se ha recuperado desde el 7 de octubre, especialmente después de las victorias militares contra Hezbolá, y su partido, el Likud, volvería a ser hoy el más votado en Israel, aunque seguiría necesitando una coalición para gobernar.

Hamás no se doblega

La diferencia de fuerzas entre Israel y Hamás no puede ser más evidente.

Por un lado está uno de los ejércitos más potentes del mundo, y por el otro una milicia islamista con poderosos aliados como Irán, que les ha suministrado armamento, pero que lleva aislada en el territorio de Gaza desde hace 17 años.

Sin embargo, Hamás ha logrado resistir el envite de Israel durante un año y sigue, mediante una guerra de guerrillas, causando bajas entre los soldados israelíes.

Hamás contaba con la ventaja de la sorpresa: llevaba años preparándose para esta guerra.

Sus posiciones son tan radicales que, al estallar la guerra, diputados de la oposición como el centrista Benny Gantz, exjefe del Estado Mayor del ejército israelí, se unieron al gobierno de unidad nacional a condición de que extremistas Ben-Gvir o Smotrich no pudieran tomar decisiones sobre la guerra.

Gantz acabó abandonando el gabinete de guerra al comprobar que no existía un plan para poner fin al conflicto.

Es posible, plantea Dov Waxman, que al principio de la guerra “ningún otro gobierno israelí se hubiera comportado probablemente de manera muy diferente dado el nivel de ira, de dolor, de trauma que se vivió tras el 7 de octubre y el deseo extendido entre los israelíes de golpear y destruir a Hamás, de ir a por todas”.

Sin embargo, conforme ha ido avanzando la guerra, “este gobierno y, especialmente los miembros de ultraderecha, han mostrado un desprecio absoluto por la opinión y la presión internacional”, añade el profesor de Estudios sobre Israel.

Esto puede observarse especialmente en el asunto de los rehenes israelíes en manos de Hamás. “Está bastante claro que el primer ministro Netanyahu no está interesado en alcanzar un acuerdo, que lleva sobre la mesa ya varios meses, para traer de vuelta a los rehenes a cambio de un alto el fuego”, analiza Waxman.

Por su propia esencia expansionista -abogan por la anexión de Cisjordania y el completo dominio israelí del territorio entre el río Jordán y el mar Mediterráneo- estos partidos radicales “comparten la opinión de que la paz con los palestinos no es deseable, y priorizarán la expansión de la ocupación antes que llegar a una solución política o un alto el fuego”, señala Fakhro.

Netanyahu los necesita para mantener en pie el Ejecutivo y ellos han dejado claro que, si acepta un alto el fuego, abandonarán el Gobierno.

De esta forma, el primer ministro “ha priorizado su propia supervivencia política por delante de un alto el fuego, pero también y más importante, por delante de la liberación de los rehenes”, agrega la investigadora de Chatham House.

Para algunos analistas como Imad K. Harb, “Netanyahu está utilizando la guerra para postergar su ajuste de cuentas con la justicia”.

El primer ministro israelí está siendo juzgado por presunta corrupción en un juicio que empezó en 2020 y en el que se enfrenta a los cargos de fraude, soborno y abuso de confianza, por los que podría ser condenado a hasta 10 años de cárcel.

Él ha negado los cargos y asegura que se trata de una “caza de brujas”.

La estrategia parece que está dando sus frutos: según la última encuesta elaborada por la televisión Canal 12, la popularidad de Netanyahu se ha recuperado desde el 7 de octubre, especialmente después de las victorias militares contra Hezbolá, y su partido, el Likud, volvería a ser hoy el más votado en Israel, aunque seguiría necesitando una coalición para gobernar.

Hamás no se doblega

La diferencia de fuerzas entre Israel y Hamás no puede ser más evidente.

Por un lado está uno de los ejércitos más potentes del mundo, y por el otro una milicia islamista con poderosos aliados como Irán, que les ha suministrado armamento, pero que lleva aislada en el territorio de Gaza desde hace 17 años.

Sin embargo, Hamás ha logrado resistir el envite de Israel durante un año y sigue, mediante una guerra de guerrillas, causando bajas entre los soldados israelíes.

Hamás contaba con la ventaja de la sorpresa: llevaba años preparándose para esta guerra.

Con información de BBC

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