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(Por: Rubén Limas Telles)
.- Hoy escribo sobre un tema polémico en un país altamente polarizado desde el punto de vista político. Lo escribiré desde mi visión nacionalista y antiimperialista, que son dos de los fundamentos doctrinarios de mi partido Acción Democrática. Quizás algún alzao tarifado, e intolerante político me acuse de tener el mismo discurso gobiernero. Sin embargo, no es así, soy opositor a este gobierno desde una visión muy crítica pero moderada, porque el fin de la política es ayudar al prójimo, y la única manera de hacerlo desde la oposición con un gobierno de las características que conocemos, es a través del diálogo y el acercamiento. Cuando te engrinchas en tus argumentos y pretendes con gritos de guapetón hacer entender a tu interlocutor que tienes la razón, sucede todo lo contrario de lo que debería ser el objetivo: resolver el problema.
Hemos rechazado categóricamente las sanciones, no sirven para nada, salvo crear más conflictos sociales y económicos a la población general.
Ya las sanciones nos han dejado su huella en su primer capítulo (Donald Trump). Colas para comprar comida, medicinas y para llenar el tanque de la gasolina.
¿Usted amigo lector, vio alguna vez al presidente de la república, gobernadores, ministros o alcaldes haciendo cola para algo de eso? Estoy seguro que no. Fuimos los de la clase media o populares los que hicimos agotadoras colas para comida, medicina o gasolina. Por ello desde AD afirmamos que las sanciones no sirven para nada, o quizás pudiéramos decir que sí sirven: afianzar el gobierno y darle discurso para sus narrativas caracterizadas por echarle la culpa a terceros.
Las sanciones es un viejo mecanismo de presión de los Estados Unidos para intentar cambiar situaciones políticas en el mundo. Erigidos como amos del valle, pretenden a través de este mecanismo perverso ejercer presión sobre gobiernos que ellos consideran hostiles.
Y aunque los defensores de estas sanciones señalan de manera equivocada, que ellas sólo están dirigidas a los gobernantes o sus amigos, todos sabemos que terminan padeciéndolas duramente es el pueblo.
La historia de las sanciones estadounidenses es extensa y se ha utilizado como herramienta de política exterior desde hace más de un siglo.
En el Siglo XIX, las sanciones se limitaban a la prohibición de comercio con ciertos países. Luego fueron recrudeciendo. El uso de sanciones se intensificó después de la Segunda Guerra Mundial. Las sanciones se convirtieron en una herramienta clave durante la Guerra Fría, utilizada para presionar a países comunistas y aliados de la URSS.
A partir de la década de 1970, las sanciones económicas se convirtieron en una estrategia más común. Incluían la prohibición de comercio, restricciones financieras y congelación de activos. Los países que han sido sancionados son varios:Cuba,Irán,Sudáfrica, Irak, Rusia, y ahora Venezuela. Como podemos observar en todos esos países no ha habido cambios, por el contrario se han acentuado los problemas económicos y sociales que impactan a la población civil.
Pudiéramos señalar sin temor a equivocarnos, que ellas consolidan los gobiernos de esos países, y desmovilizan al sector opositor. Una especie de castigo colectivo. En nuestra conclusión las sanciones gringas, son una herramienta de política exterior compleja y controvertida que ha evolucionado a lo largo del tiempo. Aunque su objetivo es presionar a gobiernos y modificar comportamientos, sus consecuencias son a menudo difíciles de medir y pueden tener efectos adversos en las población, como lo hemos visto a través de la historia. Esperamos que esta pesadilla termine; pareciera tener un nuevo capítulo para los venezolanos, y se vislumbra en el horizonte más problemas de los que ya tenemos. Como me decía mi abuela: “Dios nos agarre confesados”
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