Los peligros del trumpismo panamericano
Leopoldo Puchi
Donald Trump luce impredecible y sus decisiones políticas no siguen una lógica evidente a primera vista. Se le consideraba un aislacionista, centrado en replegar a Estados Unidos dentro de sus fronteras y en darle prioridad a su lema de «hacer América grande de nuevo». En este contexto, sus posiciones respecto a Ucrania, México, Panamá o Venezuela pueden parecer erráticas o contradictorias. Sin embargo, al analizar su comportamiento con mayor detenimiento, se percibe un patrón subyacente. Más allá de su estilo disruptivo, hay una lógica: la redefinición de la estrategia estadounidense en función de los nuevos retos geopolíticos y económicos.
PRINCIPIO INAMOVIBLE
En primer término, toda administración estadounidense, cualquiera que sea su signo ideológico, actúa bajo un principio inamovible: la defensa de los intereses económicos que sustentan su hegemonía. Esto implica garantizar el flujo de su capital, recursos y mercados, así como la restructuración del sistema internacional de manera que permita a Washington mantener el control. Trump no rompe con esta dinámica, sino que la adapta a las nuevas realidades.
CHINA
El punto central reside en la identificación de un nuevo adversario estratégico: China, país que, desde su perspectiva, pone en juego el dominio económico de Estados Unidos no solo por su creciente presencia en los mercados internacionales, sino por su capacidad para disputar la supremacía tecnológica, industrial y financiera que Washington ha mantenido durante décadas. Para contrarrestar esta situación, Trump no solo apela a medidas económicas como la imposición de aranceles, restricciones comerciales y sanciones contra empresas chinas, sino que también recurre a herramientas ideológicas y culturales para construir una narrativa que busca consolidar el apoyo interno.
MODELO
La figura de Donald Trump ha dejado de ser un fenómeno exclusivamente estadounidense para convertirse en un referente global de una nueva derecha que combina autoritarismo, estilo demagógico, desregulaciones y guerras culturales. En América Latina, este modelo se expresa en líderes como Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador, Daniel Noboa en Ecuador, Jair Bolsonaro en Brasil, quienes ven en Trump no solo un aliado estratégico, sino un modelo a seguir. En Venezuela, María Corina Machado representa esta corriente, lo que la ha distanciado de otros sectores de oposición.
PANAMERICANO
Bajo este paraguas, se articula lo que el analista Greg Grandin ha denominado “trumpismo panamericano”, una fuerza política que combina el discurso de «mano dura» y desregulación económica con la dimensión cultural del trumpismo. El rechazo a los valores de equidad, inclusión social y diversidad son ejes centrales de esta nueva identidad. Estos temas, promovidos por actores como Vox y Elon Musk, sirven para cohesionar a esta derecha y proyectar una visión