LEOPOLDO PUCHI
Donald Trump ha designado a Marco Rubio como su próximo secretario de Estado. Este anuncio ha captado ampliamente la atención de la opinión pública, tanto por la importancia del cargo, como por las implicaciones que tendrá para la política exterior de Estados Unidos, particularmente en América Latina.
Algunas declaraciones indican que los demócratas no verían mal esta decisión, porque consideran que Rubio sería una opción más moderada en comparación con otros posibles candidatos. Por ejemplo, Rubio no es muy partidario de distanciarse de la OTAN o de retirarse de algunos acuerdos multilaterales, puntos en los que Trump ha asumido posiciones más duras.
LA SELECCIÓN
La selección de personas para los puestos fundamentales tiene relevancia, ya que quienes los ocupan tienen la posibilidad de imprimir sesgos en la estrategia general y, por lo tanto, influir en la orientación y la toma de decisiones.
Además, los nombres seleccionados son un indicativo de las prioridades del nuevo presidente y de la estrategia que utilizará.
La visión política de Trump es ampliamente conocida por su lema “América Primero, que conjuga nacionalismo, proteccionismo y supremacismo. En temas como Irán, Palestina, Israel, la guerra de Ucrania y las relaciones con China, sus planteamientos son compartidos por Rubio, incluido el objetivo de poner fin al conflicto de Ucrania.
LA INCERTIDUMBRE
Sin embargo, hay un punto que sigue generando incertidumbre: Venezuela. A pesar de que Trump dejó claro en su primer mandato su interés por derrocar a Nicolás Maduro y aplicar una política de “máxima presión”, lo que no está claro es cómo abordará la situación ahora, si continuará o incrementará la estrategia de presión, si buscará nuevas alternativas, como un acuerdo sobre suministros petroleros y licencias, o si realizará algún tipo de intervención militar directa o encubierta. Por el momento, la política concreta que asumirá Trump hacia Venezuela sigue siendo una incógnita.
LA PERSPECTIVA
La designación de Marco Rubio como secretario de Estado no solo tendrá implicaciones diplomáticas globales, sino que es, en sí misma, una declaración de propósitos sobre América Latina. Rubio ha jugado un papel central en la política hacia Venezuela y ha adoptado una constante posición de “máxima presión”.
No se trata solo de su cuestionamiento al gobierno venezolano ni de su rechazo a cualquier alivio de las sanciones petroleras, sino que su pensamiento político está profundamente marcado por su origen cubano, que lo coloca en una perspectiva particular sobre la región.
Para Rubio, el realineamiento de Venezuela en la esfera de influencia estadounidense forma parte de un cambio más amplio en el panorama de América Latina, una transformación que también abarca a Cuba. En este sentido, su política hacia Venezuela se enmarca en una visión que busca reconfigurar los lazos de poder en el hemisferio bajo una mayor tutela estadounidense.
EL CANDIDATO
Una de las grandes dudas que surgieron cuando se comentaba sobre una posible designación de Marco Rubio como secretario de Estado tenía que ver con sus aspiraciones presidenciales para 2028.
Asumir ese cargo podría ser una espada de doble filo: por un lado, le otorgaría la experiencia y visibilidad necesarias en el escenario internacional, lo que lo proyectaría como un hombre de Estado con competencias diplomáticas. Sin embargo, se vería obligado a tener éxito en un ámbito tan delicado como la política exterior, algo difícil de asegurar en una gestión tan controvertida como la de Trump, cuyos métodos disfuncionales y estilo arrogante podrían terminar afectando al propio Rubio.
CONSECUENCIAS
Rubio llega a la secretaria de Estado con el sesgo de una visión muy particular hacia Cuba y Venezuela, la de un cubanoestadounidense, lo que plantea dificultades tanto para el cumplimiento de sus responsabilidades como para su propia carrera política. El problema para Rubio como aspirante presidencial está en lograr resultados concretos en Venezuela y Cuba, un asunto que no es sencillo.
El incremento de las sanciones a Venezuela afectaría lo suministros de petróleo pesado tan necesarios para las refinerías estadounidenses y difíciles de conseguir en otros mercados. Un bloqueo más severo que el actual deterioraría las condiciones de vida de la población e impulsaría la migración.
Por otra parte, si se optara por una intervención militar sangrienta, directa o encubierta, ya sea en Cuba o Venezuela, Rubio estaría frente a una situación de consecuencias imprevisibles, tanto para los países implicados como para sus aspiraciones.
La historia enseña que mezclar intereses personales y funciones públicas, por lo general desemboca en desastres no solo para quienes encabezan las decisiones, sino también para los problemas que intentan resolver.