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Por TAMMY WEBBER, BRITTANY PETERSON y CAMILLE FASSETT undefined
BELLVUE, Colorado, EE.UU. (AP) — Camille Stevens-Rumann se agazapó en la tierra y se inclinó sobre las plántulas de árboles perennes para medir cuánto había crecido cada una en siete meses.
“Eso es de dos a tres pulgadas (5 a 7,6 centímetros) de crecimiento en el abeto”, dijo Stevens-Rumann, directora interina del Instituto de Restauración Forestal de Colorado.
Su equipo de investigación monitorea varias especies plantadas hace dos años en una pendiente quemada durante el devastador incendio de Cameron Peak, de 2020, que carbonizó 844 kilómetros cuadrados (326 millas cuadradas) en las Montañas Rocosas de Colorado.
Quieren determinar qué especies es probable que sobrevivan a diferentes elevaciones, porque el cambio climático dificulta o imposibilita que muchos bosques vuelvan a crecer incluso décadas después que ocurrieron los incendios forestales.
A medida que la brecha entre las áreas quemadas y la replantación crece año tras año, los científicos ven grandes desafíos más allá de dónde plantar árboles jóvenes.
Actualmente, Estados Unidos carece de la capacidad de recolectar suficientes semillas de árboles vivos y de la capacidad de vivero para cultivar plántulas para replantar en una escala cercana a detener las pérdidas aceleradas, advierten los científicos. Tampoco tiene suficientes trabajadores capacitados para plantar y monitorear árboles.
El Servicio Forestal reportó que los mayores obstáculos para la replantación en tierras públicas es completar las evaluaciones ambientales y culturales y preparar las áreas severamente quemadas para que sean seguras para plantar. Eso puede tomar años —mientras que más bosques se pierden a causa de incendios.
“Si tenemos las plántulas, pero no tenemos los sitios preparados… no podemos poner las plántulas allí”, indicó Stephanie Miller, directora adjunta de un programa de reforestación.
Los científicos, la industria privada y las agencias ambientales son muy conscientes de los desafíos al considerar cómo restaurar los paisajes forestales en una región que es cada vez más árida.
“Debemos comenzar a ser creativos si queremos árboles en nuestros paisajes”, sostuvo Stevens-Rumann. “Estamos en un momento de cambio climático tan drástico que no hablamos de si algunos de estos lugares serán un tipo diferente de bosque, sino de si siquiera serán bosques o no”.
Brecha de reforestación
Cuatro años después del incendio de Cameron Peak —el más grande en la historia registrada de Colorado— un puñado de arbustos de frambuesa silvestre y plántulas han echado raíces. Pero la ladera de la montaña está principalmente salpicada de árboles carbonizados.
En áreas quemadas por incendios que se han producido en el oeste y el sudoeste del país, es posible que algunas zonas de bosque nunca vuelvan a crecer por sí solas.
Los incendios más grandes e intensos destruyen los árboles que normalmente proporcionan las semillas para la regeneración, o dejan cicatrices de quemaduras tan grandes que impiden que los árboles puedan llenar el vacío de manera natural. El clima también ha cambiado de forma tan marcada que muchos bosques no pueden volver a crecer en los mismos lugares. Incluso cuando las plántulas logran arraigarse, la sequía y los nuevos incendios suelen matarlas.
Diecinueve de los 20 incendios forestales más grandes jamás registrados en los 48 estados geográficamente contiguos de Estados Unidos se han producido en estados del oeste desde el 2000, según Sean Parks, ecologista investigador del Servicio Forestal. Fue entonces cuando la región se sumió en una megasequía que sigue en curso.
En el pasado, Estados Unidos podía replantar de manera fiable los bosques quemados. Pero ahora la brecha entre las áreas en el oeste que necesitan replantarse después de un incendio y la capacidad para hacerlo ha crecido a cuando menos 1,5 millones de hectáreas (3,8 millones de acres), y eso podría triplicarse para 2050, aseveró Solomon Z. Dobrowski, experto en gestión forestal de la Universidad de Montana y autor principal de estudios científicos.
Los bosques se queman con más frecuencia y sobre todo de manera más intensa y caliente, lo que puede destruir semillas que normalmente sobrevivirían al fuego, hacen que el suelo se vuelva tan duro como el hormigón y dejan laderas estériles que son susceptibles a ser arrastradas por las lluvias, lo cual contamina los cursos de agua.
En los 22 años desde que el incendio de Hayman en la cordillera frontal de Colorado quemara 471 kilómetros cuadrados (182 millas cuadradas) de bosque, casi no ha habido regeneración de árboles en las zonas más severamente quemadas, dijeron investigadores y el Servicio Forestal.
En la Sierra Nevada de California, donde hasta el 20% de las sequoias gigantes maduras del mundo y sus semillas han muerto por el fuego en los últimos años, hay enormes claros sin plántulas. Un estudio del Servicio Geológico de Estados Unidos concluyó que algunos bosques nunca se recuperarán si no son replantados.
Pero los investigadores subrayan que las probabilidades de que los bosques vuelvan a crecer empeorarán independientemente de la intensidad del fuego debido al aumento del calor y la sequía.
Eso significa que los bosques quemados podrían convertirse en matorrales y pastizales, lo que provocará la pérdida de la capa de nieve que proporciona agua potable y contribuye a regar los cultivos.
“Más del 70% de nuestra agua en el oeste de Estados Unidos proviene de nuestros ecosistemas forestales y nuestras montañas”, explicó Stevens-Rumann. “Y para que esa agua llegue de la manera que queremos… en el momento adecuado durante todo el año, necesitamos tener bosques, no sólo pastizales”.
Plantación dirigida de árboles
Cuando el ecologista forestal Matthew Hurteau se unió a la Universidad de Nuevo México hace nueve años, observó las secuelas del incendio de Los Conchas, de 2011, que diezmó una enorme franja de bosque de pinos ponderosa.
Aunque la zona había sido replantada varias veces, la mayoría de las plántulas murió, reportó Hurteau. Mientras que la supervivencia media en el sudoeste es de aproximadamente el 25%, dijo que sólo alrededor del 13% de los árboles plantados más recientemente en la zona quemada de Los Conchas han sobrevivido.
Así que plantó plántulas de diferentes especies a distintas alturas y en pendientes orientadas hacia diferentes direcciones, y luego controló la humedad del suelo, la temperatura y la humedad en el ambiente.
Un modelo informático resultante puede predecir la probabilidad de que una plántula sobreviva en un lugar determinado con una precisión del 63%. Se utilizará para decidir sobre la plantación este otoño.
“No usemos el viejo método de plantar y rezar”, manifestó Hurteau. “Plantemos donde sabemos que la probabilidad de supervivencia es bastante alta. Y en lugares donde la probabilidad… es bastante baja, simplemente optemos por no plantar allí”.
Los investigadores subrayan que la supervivencia de las plántulas es peor en elevaciones más bajas, donde hace más calor, está más seco y hay más espacios abiertos —por lo que es probable que la replantación de los mismos árboles en las mismas zonas fracase.
Ahora experimentan con plantar cerca de árboles supervivientes que podrían dar sombra a las plántulas y ayudar a la absorción de agua, y con la plantación en grupos que dejen huecos en el paisaje. Algunos incluso preguntan si especies diferentes deberían reemplazar a los árboles arrasados por el fuego.
Los grupos ambientalistas que trabajan en terrenos privados quemados por el incendio de Cameron Peak replantan pinos ponderosa a 152 metros (500 pies) más arriba debido al cambio climático y cerca de árboles caídos que pueden proveerles sombra, explicó Megan Maiolo-Heath, portavoz de la Coalición para la Cuenca del Río Poudre.
Hasta ahora, el 84% de los árboles plantados el año pasado siguen vivos, aunque la supervivencia a largo plazo es incierta. “Cualquier trabajo en el mundo ambiental en este momento puede sentirse desalentador y abrumador”, dijo Maiolo-Heath. “Así que creo que simplemente dar pequeños pasos … y tratar de no abrumarse demasiado es la forma de abordarlo”.
Las normas del Servicio Forestal generalmente requieren plantar las mismas especies que existían en las mismas elevaciones antes del incendio, pero cada vez es más claro que la agencia “necesitará ser flexible hacia el futuro”, opinó Jason Sieg, supervisor interino de los Bosques Nacionales Arapaho y Roosevelt y la Pradera Nacional Pawnee.
Con base en datos de investigaciones, Sieg agregó: “Podremos planificar una estrategia en torno a cómo preparar este paisaje para (que tenga) la mayor posibilidad de éxito … a largo plazo”.
Por ahora, eso podría significar replantar en otras elevaciones o recolectar semillas de otra ubicación. Con el tiempo, los investigadores argumentan que podría requerir la polémica opción de plantar árboles que no se encontraban originalmente en una zona.
Se necesitan más investigaciones y cautela, dijeron los científicos y el Servicio Forestal. Pero cada vez más personas comienzan a aceptar la idea.
“He visto a personas pasar de decir: ‘Definitivamente no podemos mover árboles de un lado a otro’ a: ‘Bueno, tal vez intentémoslo al menos y hagamos algunos experimentos para ver si esto funcionará'”, refirió Stevens-Rumann, la científica de Colorado.
Desafíos de la restauración
Hace cuatro años, investigadores y el silvicultor estatal de Nuevo México escribieron un plan de reforestación para el estado, donde 11.655 kilómetros cuadrados (4.500 millas cuadradas) de bosque fueron carbonizados entre 2011 y 2021, lo que dejó hasta 1,5 millones de hectáreas (2,6 millones de acres) que necesitaban ser replantadas.
Eso fue antes del incendio Calf Canyon-Hermits Peak, de 2022 —el más destructivo en la historia del estado—, que quemó otros 1.383 kilómetros cuadrados (534 millas cuadradas).
Pronto descubrieron un gran problema.
“Nos dimos cuenta de que nunca íbamos a tener suficientes plántulas para cumplir los objetivos”, dijo Hurteau, el investigador de la Universidad de Nuevo México.
El número de viveros del Servicio Forestal —que antes se financiaban con depósitos sobre las ventas de madera— se redujo de 14 a seis en la década de 1990, a medida que disminuyeron las talas de madera y se promulgaron protecciones a los hábitats, según un informe del Servicio Forestal sobre la historia de los viveros.
La mayor parte de la producción de plántulas en el oeste del país es privada y se lleva a cabo en los estados de Oregon, California y Washington, reportó Dobrowski.
En lugares como Nuevo México y las Montañas Rocosas, “realmente no tenemos una base de instalaciones para apoyar una reforestación generalizada”, agregó el investigador. “Nos (preguntamos): ‘¿Qué va a llenar el vacío?'”.
En Nuevo México, varias universidades y la división forestal del estado pusieron en marcha el Centro de Reforestación de Nuevo México con el objetivo de construir un vivero que pueda producir cinco millones de plántulas al año para tierras gubernamentales, tribales y privadas. Las primeras serán plantadas este año.
Pero los expertos dicen que se necesitan capacidades de vivero y recolección de semillas mucho mayores, y trabajadores capacitados para lograr incluso un progreso modesto para cerrar la brecha de reforestación. Y agregan que la cooperación del sector público y privado será esencial.
“Existen muchos cuellos de botella”, reportó Hurteau. “Hemos invertido poco en reforestación durante décadas en Estados Unidos. Hay mucha inversión en capital humano que tendrá que ocurrir”.
La recolección de semillas, por ejemplo, precisa el clima adecuado, es costosa y requiere mucha mano de obra. Una conífera occidental típica tarda unos años en desarrollar conos. Luego, los contratistas deben cosecharlos, lo que generalmente significa trepar a los árboles. Cultivar, plantar y monitorear plántulas en medio de sequías más frecuentes incrementa la incertidumbre, el tiempo y el dinero.
El Servicio Forestal considera que su mayor desafío es simplemente que la cantidad de incendios forestales intensos supera la capacidad de preparar sitios para la replantación.
Pero la agencia también moderniza los viveros y busca formas de expandir la capacidad interna o trabajar con la industria privada, los estados y grupos como el Centro de Reforestación de Nuevo México.
“Este es un esfuerzo colectivo”, dijo Miller, del programa de reforestación.
Los investigadores explican que los desafíos complican el objetivo del gobierno del presidente Joe Biden de plantar 1.000 millones de árboles en 10 años en bosques nacionales, donde identificó un rezago de casi 1,6 millones de hectáreas (4 millones de acres).
Pero el dinero provisto para la reforestación en el proyecto de ley de infraestructura de 2021 permitió a la agencia eliminar el 15% del atraso, agregó Miller.
“Si podemos realizar más preparación del sitio, eso será excelente para que podamos avanzar un poco más rápido”, indicó.
Los expertos dicen que claramente habrá áreas donde los árboles nunca volverán, pero es crucial que Estados Unidos haga todo lo posible de manera reflexiva.
“Los árboles viven cientos de años, así que debemos pensar en lo que es correcto cuando plantamos árboles hoy”, dijo Hurteau. “¿Estamos colocando las especies y densidades adecuadas en el paisaje, teniendo en cuenta cómo serán los próximos 100, 200 y 300 años?”.
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La periodista de datos de The Associated Press Mary Katherine Wildeman colaboró con este despacho desde Hartford, Connecticut. Webber reportó desde Fenton, Michigan, y Fassett, desde San Francisco.
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