Getting your Trinity Audio player ready... |
(Por: Pbro. Luis Eduardo Martínez Bastardo)
.-Son innumerables los escritos en los cuales San Agustín de Hipona hace referencia al ministerio del Obispo. Desliza sus palabras entre lo sublime del ministerio hasta la cantidad de veces en las cuales él mismo se rehusaba a aceptar el cargo que la Iglesia le impondría más adelante. Servicio, fidelidad, santidad, predicación, escucha, son algunas de las palabras claves en los escritos agustinianos y que sirven de categorías de quien ejerce el ministerio de la jerarquía. Hay una dimensión común a todos los documentos de la cristiandad primitiva y transversaliza la herencia de la Teología del Episcopado servidor de todos. “El que preside a un pueblo debe tener presente, ante todo, que es siervo de muchos. Y eso no ha de tomarlo como una deshonra; no ha de tomar como una deshonra, repito, el ser siervo de muchos, porque ni siquiera el Señor de los señores desdeñó el servirnos a nosotros”. La invitación la encontramos en el sermón 304, pronunciado en la ordenación de un obispo el 10 de agosto del año 417.
Para Agustín, el oficio de pastorear está vinculado al amor. El apacentar es un desprendimiento amoroso del yo, que no se busca a sí mismo, sino que encuentra la plena realización en el acompañar a quien se ha confiado bajo el cuidado del pastor. Esta imagen la encontramos gráfica y detalladamente delineada en el salmo 22. Valencia cuenta con un nuevo Arzobispo. Mons. González de Zárate, lleno de entusiasmo, vida y experiencia llegó a nosotros a hacer presente al Señor por medio de su Ministerio. Sus palabras han estado cargadas de una gran esperanza; sus ideas sirven para iluminar los nuevos tiempos y abrir nuevas esperanzas.
Han sido pocas y concretas las intervenciones que en menos de 48 horas ha tenido el nuevo Arzobispo. Sin embargo, escuchando atentamente algunas de ellas, hay tres grandes ideas pueden servir de faro de luz y dibujar programáticamente las albricias de su nobel ministerio episcopal en Valencia.
“Estoy convencido que ha sido el Señor quien me ha enviado”. En el monumento dedicado al Beato José Gregorio Hernández en Guacara, el día viernes 20 de septiembre, el recién llegado Arzobispo, manifestó convencido la razón de ser de estar aquí. No se trata solo de una decisión personal, ha sido invitado por el Supremo Pastor. Vino siguiendo los pasos del Pastor Divino para acompañar el crecimiento de esta comunidad cristiana; fortalecerla y contribuir a su vigorosidad. Para hacer posible esto, el prelado valenciano advirtió la necesidad de escuchar a todos. Una Iglesia que se presenta como casa que acoge y cuyas puertas se abren para que ninguno quede por fuera, como refiere sustancialmente el Papa Francisco. Los nuevos tiempos han puesto de moda la palabra inclusión. Sus acepciones postomodernas pueden ser odiosas e incluso peligrosas. La Iglesia, más bien, ha pensado en sus orígenes: sinodalidad. Un desafío convertido en reto, una nueva manera de ser.
“Vengo con mi experiencia de Sacerdote y Obispo”. En la actualidad, el pensamiento lógico racional le ha dado mucha importancia a la experiencia. De ahí la simpatía contemporánea por el estoicismo y el florecimiento de la filosofía analítica. En el ámbito religioso, la experiencia es crucial. Ella es el punto de partida del conocimiento del Maestro. Con lozanía y frescura, el nuevo Arzobispo, asume delante de todos, que los proyectos de construyen juntos. La época de gobernar detrás de un escritorio y hacer de la toma de decisiones discusiones estériles que no involucran a nadie, ha quedado atrás, en la dinámica del mundo y de la sociedad en general. La ciudadanía implica la participación en los cambios que la polis demanda; de la misma manera la Iglesia exige esta conciencia de los creyentes. El proyecto para construirla, requiere partir del principio de la Comunión y la Participación. Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles sugiere: “Todo lo ponían en común”, (Hch 4, 32), incluso sus ideas.
“Una autentica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo”. Algunas ideologías totalitaristas lograron su cometido propuesto en la modernidad: hacer de la vida cristiana un ámbito privadísimo de la persona que se distancia de la razón, es decir, la cotidianidad. Una comprensión fundamentada en la gnoseología del error. En la homilía de la toma de posesión, el nuevo Obispo nos ha recordado que no solo somos creyentes, también somos ciudadanos. La peregrinación del pueblo de Dios se significa ampliamente en la acción de caminar, encontrando todos los obstáculos propios de un camino que no siempre resulta amigable. La misión es transformar las realidades temporales. Esta es la clave de lectura de la vida laical. Hay una imperiosa necesidad de retomar el papel de la religión en la razón pública.
Si hacemos una relectura de las palabras del Arzobispo, son muchas más las ideas que pueden emerger, no obstante, dada la situación de nuestra sociedad compleja y de la Iglesia en el mundo, éstas, pueden contribuir a afrontar el desafío de la nueva evangelización desde la encarnación. Este es el mundo redimido por Dios; aquí se ha hecho hombre. A este mundo ha salvado. Se muestran nuevos tiempos, llegan nuevas esperanzas.
Bienvenido Monseñor.