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El veto, el Esequibo y el ‘cambio de régimen’

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Órdenes ejecutivas, embargos comerciales, vetos en organismos económicos, congelamiento de activos: todas estas medidas se agrupan, en el lenguaje de la política internacional, bajo el término genérico de “sanciones”. Estas acciones buscan debilitar la economía de un país y limitar su acceso a inversores y recursos financieros.

Los Brics, por su parte, persiguen la promoción de inversiones, el fortalecimiento de la industria, la energía y la agricultura en sus países miembro. En este contexto, el veto de Brasil al ingreso de Venezuela al bloque representa un golpe a su economía, lo que inevitablemente incide sobre las condiciones de vida de su población e impulsa la migración.

DOSIS ADICIONAL

Por supuesto, no estaba previsto que las inversiones llegaran de manera inmediata, y aún queda abierta la posibilidad de que, en un futuro, Venezuela se beneficie de la nueva arquitectura financiera global que empieza a desarrollarse. Sin embargo, en este momento, el solo anuncio de un veto económico genera un impacto negativo sobre el país.

En este sentido, el veto no ha sido un simple gesto inamistoso, sino una acción hostil que erosiona las expectativas de recuperación. Es como añadir una gota de cianuro a un brebaje ya envenenado: aunque la dosis parezca mínima, su presencia puede amplificar los efectos acumulativos de las otras sanciones. Cada miligramo cuenta.

EL ENGRANAJE

La decisión de Brasil de imponer un veto que causa daño a Venezuela y a su gente ha generado sorpresa en la región y ha desatado una avalancha de análisis que intentan comprender lo ocurrido.

Más allá de las diversas explicaciones, que van desde motivos puntuales hasta el interés subyacente en afectar a los propios Brics, lo cierto es que la actuación de Brasil forma parte de un engranaje estratégico, como ocurre con toda decisión política, aunque no todos los actores lo hagan de forma consciente o deliberada.

LA META TÁCTICA

En 2020, en plena pandemia, Estados Unidos vetó el acceso de Venezuela a los recursos asignados por el Fondo Monetario Internacional para implementar las medidas sanitarias necesarias contra el Covid-19. Este veto se sumó al conjunto de sanciones dirigidas a provocar un ‘cambio de régimen’.

Hoy, en medio de la difícil situación económica y la disputa poselectoral, el veto brasileño cumple, como toda decisión política, un papel dentro de una estrategia más amplia. Objetivamente, en el corto plazo, esta medida parece no tener otro fin táctico que colocar obstáculos a la juramentación del 10 de enero y crear condiciones para un ‘cambio de régimen’.

LA META ESTRATÉGICA

En audiencia en el parlamento brasileño, Celso Amorim expuso lo que podría considerarse la meta estratégica detrás del veto a Venezuela. Durante su intervención, Amorim afirmó: “El principal interés es evitar que Venezuela se convierta en el foco de rivalidades geopolíticas que amenazan la paz en América del Sur y que signifiquen conflictos en el ‘corazón’ de la Amazonía”.

Al señalar a Venezuela como una amenaza latente para la paz en la Amazonía, Amorim no solo conecta el veto con el interés de Brasil en las Guayanas, sino que también revela la existencia de una estrategia que va mucho más allá del mero desacuerdo político. El veto es, así, una herramienta que ha sido utilizada en función de ese “principal interés”.

GUAYANA ESEQUIBA

Cuando Amorim menciona el “corazón de la Amazonía”, resulta inevitable pensar en los intereses estratégicos y los planes de expansión de Brasil. Para Brasilia, toda esa área representa su ‘zona de influencia natural’. Por eso, Brasil no ve con buenos ojos las reclamaciones venezolanas sobre el Esequibo y ha impulsado una política de apoyo a Guyana que incluye respaldo militar, diplomático y proyectos de conexión vial.

En este contexto, el ejército brasileño ha movilizado un importante contingente de tropas y tanques de guerra hacia la frontera con Venezuela, donde recientemente ha llevado a cabo ejercicios y maniobras militares.

ALINEACIÓN 

Desde inicios del siglo XX, la política exterior brasileña ha mostrado una alineación estratégica con Estados Unidos, en un fenómeno que el historiador Bradford Burns describió como una “alianza no escrita” entre ambas naciones. Esta alineación, facilitó el camino para que Brasil se extendiera hacia territorios de Bolivia y Perú.

El vínculo ha evolucionado con el tiempo y ha consolidado una relación de dependencia. En la actualidad, es precisamente en la Amazonía, en la base aeroespacial de Alcántara, donde hay presencia militar estadounidense. Esta presencia representa no solo una asociación, sino también una forma de subordinación más amplia de los intereses de seguridad y defensa brasileños a los de Estados Unidos, en el marco de esa “alianza no escrita”.

VETOS Y ARMAS

Tanto la preservación de los intereses geopolíticos de Estados Unidos en la región como los planes de expansión de Brasil requieren una Venezuela debilitada, un país que no recupere fácilmente su economía ni su influencia en el continente. Ese es el papel de los vetos y las armas: dos caras de una misma moneda.

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