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Hace 80 años fue fusilado monseñor Salvador Montes de Oca

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Marielena Mestas Pérez

Así como el pasado mes de mayo recordamos los 102 años de la ordenación sacerdotal de monseñor Salvador Montes de Oca, este 6 de septiembre se conmemoran 80 años de su fusilamiento a manos del ejército nazi italiano.

Pocas situaciones tan injustas como dolorosas las acontecidas durante la Segunda Guerra Mundial. En medio de los más inhumanos eventos, mujeres, hombres y niños tocaron las puertas de la cartuja del Espíritu Santo, en Lucca, región de Toscana; huían del hambre, las bombas, el frío y las amenazas de muerte. Unos buenos hombres, los cartujos, no dudaron en darles cobijo porque en cada uno de ellos veían a Cristo vivo y sufriente. Todo lo hicieron por la caridad. Allí estaba monseñor Salvador, único venezolano ajusticiado durante la II Guerra Mundial.

Este extraordinario venezolano nació en Carora, estado Lara, el 21 de octubre de 1895. Fue bautizado con el nombre de Andrés Salvador María del Carmen Montes de Oca Montes de Oca Montes de Oca. De familia modesta, piadosa, recordada por sus altos principios morales, es ordenado sacerdote en 1922.

Desde niño se mostró estudioso, caritativo y atraído a la vocación religiosa. Ingresó al seminario de Barquisimeto y de allí, conducido por su obispo y mentor, monseñor Águedo Felipe Alvarado, prosiguió su formación en Roma, siendo destacado estudiante en el colegio Pío Latinoamericano.

Por problemas de salud, debe regresar a Venezuela, culminando sus estudios en el seminario de Caracas.

Hace 102 años, el 14 de mayo de 1922, recibió el Orden Sacerdotal de manos del amado obispo Alvarado.

Alma eucarística, un rasgo que define su vocación es la adoración a Jesús Eucaristía. También lo caracteriza su especial dedicación a la formación de los niños en este mismo carisma; a ellos dedica su participación en el Congreso Eucarístico Nacional, celebrado en Caracas. En el templo de Santa Capilla leerá “Los niños y la Eucaristía”, discurso ampliamente celebrado en la prensa local.

De igual modo destaca por sus prédicas constantes sobre la formación moral y de buenas costumbres que debe predominar en las familias, defensa de los más desasistidos, la formación en temas propios del credo católico y la particular atención al seminario y a los futuros sacerdotes.

De hondo fervor mariano, dedica su intervención en el Segundo Congreso Nacional, en diciembre de 1928, a destacar la figura de la Virgen por medio de un discurso titulado “María y la Eucaristía”.

El 13 de enero de 1927 fallece, repentinamente, el primer obispo de Valencia, monseñor Francisco Antonio Granadillo, por lo que queda vacante la diócesis. En julio del mismo año Congreso de la República nombra al joven presbítero Salvador Montes de Oca segundo obispo de Valencia.

El particular fervor mariano de Montes de Oca, ya aludido, que distinguió toda su trayectoria vital queda manifiesto para la posteridad en uno de los cuarteles que conforman su escudo episcopal donde puede leerse: Ad Jesum por Mariam, es decir, “A Jesús por medio de María”

Monseñor Salvador se dedicó al seminario y a la atención especialísima de cada seminarista. No sólo acompañó la formación espiritual de estos jóvenes en Valencia, sino que también los visitó en España y en Italia. De hecho, muchos fueron destacados presbíteros. Diversos obispos y los cardenales Quintero y Lebrún, le dedican nobles y elogiosas palabras destacando esta atención a los futuros sacerdotes.

Montes de Oca ocupará la silla episcopal de la diócesis de Valencia desde su consagración en octubre de 1927 hasta noviembre de 1934, cuando decide renunciar por diversas circunstancias. Su dimisión tuvo lugar en Roma.

En Italia permanece hasta el resto de sus días, primero como sacerdote de la congregación del Santísimo Sacramento, donde vivirá feliz y será muy bien considerado por todos; luego, siendo fiel a un nuevo llamado a desprenderse del mundo ( de su familia y amistades) y para expiar las faltas del clero, inicia una etapa definitiva como monje de clausura, ingresando a la cartuja del Espíritu Santo en Lucca, región de Toscana, en 1942.

Allí aprende a tornear madera y cultiva bellos rosales, pero también es el primero en levantarse en las frías madrugadas para llamar a sus hermanos en la fe y comenzar a orar antes del amanecer. Recogen los testimonios de compañeros cartujos que es un alma noble, siempre contento, servicial y muy caritativo.

Como dijimos al inicio, por dar caritativo cobijo a quienes huían del hambre, frío y terror generalizado durante la Segunda Guerra Mundial, el 6 de octubre de 1944 es ajusticiado, junto a otros dos cartujos, por miembros del ejército nazi italiano.

Sus restos estuvieron desaparecidos hasta 1947, año en que el cuerpo es hallado, reconocido, repatriado y recibido con altos honores. En mayo del pasado año sus restos fueron exhumados para un delicado y riguroso trabajo forense de preservación realizado por un equipo de excelentes expertos encabezado por el doctor Enrique López Loyo, expresidente de la Academia Nacional de Medicina. Concluido el proceso, hace un año, los huesos fueron inhumados y enterrados en la capilla de Nuestra Señora de Coromoto, en la catedral de Valencia.

En un país donde escasean los líderes, su figura intachable sobresale como modelo de hombre virtuoso y recto, pastor caritativo, que dedicó sus últimos años a la reparación por la santificación del clero.

Es un deber conocer la vida de este Siervo de Dios, imitar sus múltiples virtudes y orar por su pronta beatificación.

 

 

 

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