Ángel Lata Landi llamó el domingo a su madre en Ecuador, como lo hacía todas las semanas. Le dijo que no podría enviarle dinero como solía hacer porque se le habían acumulado las cuentas. Pero prometió compensarlo pronto.
Al día siguiente, en la siguiente llamada que recibió de su familia, su madre, Mercedes Landi, se enteró de que su hijo había muerto.
Lata Landi, trabajador de construcción de 36 años, fue una de las tres personas apuñaladas mortalmente por un hombre que se lanzó a matar el lunes en Manhattan. Lata Landi estaba cogiendo una escalera en la calle 19 Oeste cuando fue apuñalado, dijo su familia.
El agresor siguió matando a otros dos desconocidos, dijo la policía: Wilma Augustin, de 36 años, una inmigrante haitiana que vivía en un albergue de Midtown; y Chang Wang, de 67 años, quien había estado pescando junto al East River. Ramon Rivera, de 51 años, ha sido acusado de tres cargos de asesinato en primer grado por los ataques. Fue detenido después de que un taxista viera el tercer ataque, lo siguiera y lo denunciara a un agente de policía.
Tras asistir el martes a la comparecencia de Rivera ante el Tribunal Penal de Manhattan, los familiares de Lata Landi dijeron sentirse desesperanzados, angustiados y asustados.
“Dejó un gran vacío en el corazón”, dijo su hermana Berta Landi, de 43 años, hablando en español en una entrevista el miércoles en la oficina de Queens de Alianza Ecuatoriana Internacional, una organización sin fines de lucro que está ayudando a la familia. “Quiero que ese señor se quede adentro y que no salga, que pague todo lo que hizo”.
Y añadió: “Sé que no va a reparar; no me va a devolver a mi hermano”.
Lata Landi llegó a Estados Unidos desde Cuenca, Ecuador, cuando tenía unos 16 años, dijo su hermana. Casi de inmediato, dijo, empezó a trabajar en construcción, trepando andamios a grandes alturas para poder ganar el dinero suficiente para permitirse una vida sencilla pero alegre.
Su tía Mariana Lata, de 55 años, dijo que una vez le preguntó por qué no tenía miedo de hacer el trabajo que hacía. Él le contestó que todo el mundo iba a morir algún día.
Su repentina muerte le seguía pareciendo irreal, dijo, como algo que ves pasar a otras familias por televisión, sin pensar nunca que podría ocurrirte a ti.
“La verdad es que yo tengo terror ahora de salir a la calle, a lo mejor tener que andar con los ojos bien abiertos porque uno no sabe que haya otro loco por ahí”, dijo.
Lata Landi vivía en el Bronx con su tía y el esposo de esta, junto con un sobrino de 16 años cuya madre había muerto y de quien él se convirtió en tutor, dijo Lata.
El sábado, dijo, fue a Peekskill, Nueva York, donde vivía su hermana. Cocinó sopa de cangrejo con ella y tomó cervezas con su cuñado. El lunes estuvo más tranquilo de lo habitual. Prometió estar en casa por la tarde para pasear a su terrier, Jack, y comprarle una golosina.
Lata dijo que él mantenía a la familia, pagando siempre el alquiler y enviando dinero a su madre en Ecuador, quien estaba siendo tratada de cáncer, para ayudarla con las facturas médicas y la comida.
Durante su última llamada telefónica, su madre dijo que, entre sollozos desgarradores, él le pidió perdón por no haber podido enviar dinero esa semana y por haberla hecho sufrir.
Ella le dijo que nunca la había hecho sufrir. Él le aseguró que algún día sus sueños de casarse y tener hijos se harían realidad. Hasta entonces, esperaba dejar la casa y las tierras que poseía en Ecuador a su sobrino en caso de que le ocurriera algo, dijo.
Los familiares de Lata Landi dijeron que querían recordarlo como es debido. En Ecuador, dijeron, es costumbre velar el cuerpo de un ser querido fallecido durante varios días. En Nueva York no se les permitió hacerlo.
Quieren llevarse el cuerpo de Lata Landi a Ecuador, pero, según su hermana, eso podría costar hasta 15.000 dólares. Están trabajando con Alianza Ecuatoriana Internacional para iniciar una campaña en GoFundMe para recaudar el dinero. También están haciendo arreglos para un servicio a principios del próximo mes en una funeraria en Manhattan.
Mientras tanto, dijo Lata, están de luto junto con los miembros de la familia en Ecuador. “Me llaman y lloran conmigo”, dijo. “Era un muchacho joven que tenía sus sueños, todavía tenía sus planes”, añadió. “Todos venimos por un sueño”.