Simón Bolívar sigue vigente a 240 años de su nacimiento
Por : Denis Miraldo
En los tiempos recientes, donde predomina un uso cuestionable de nuestros ratos de ocio al ver videos en redes sociales, podemos comprobar con profunda preocupación un descenso en la búsqueda del conocimiento, en el interés por las ciencias, en la iniciativa por descubrir los secretos del universo y la humanidad.
Entregados al consumo sensorial de lo intrascendente, de las modas cada vez mas desprovistas de contenido, de lo inmediato, lo rápido, lo efímero, lo básico, lo burdo y grotesco de muchos influencers que han adquirido el liderazgo para alejar a la humanidad de metas elevadas y entregarlas al narcisismo más ególatra desbordante de anti-valores.
Cantantes que gimen penosamente con ritmos ridículamente auto parodiados, obras de arte de extrema fealdad o nulo compromiso social, en fin, productos culturales para una masa desprovista de cualquier sentido trascendente, que no lee, que no investiga, que no ve más allá de los ídolos mediocres de moda.
Y en medio de esta vorágine decadente, la educación se ve también arrastrada, por muchos factores, pero golpeada por un gran desinterés en cultivar la intelectualidad como arma para reforzar el proceso educativo, la lectura, la investigación, la creación de nuevas propuestas y soluciones.
Nos preocupa la actualización del sistema educativo para que sea útil para la vida del educando, pero arrastramos a nuestros hijos y jóvenes cada vez más lejos de los libros, más lejos de experimentar por sí mismos la satisfacción de descubrir los secretos de la historia y del funcionamiento del mundo.
Decía el Libertador Simón Bolívar, “La educación es la única arma para derrotar al Poder Supremo que domina al mundo… Las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso que camina la educación… Nuestras discordias tienen su origen en las dos más copiosas fuentes de la calamidad pública: la ignorancia y la debilidad”.
Bolívar y la fuente de la virtud
En busca de una pedagogía para la libertad, Bolívar bebió de fuentes históricas, como la experiencia del Areópago griego, de los censores y tribunales domésticos romanos y de la austeridad formativa de Esparta y propuso la formación de una fuente de virtud de esos que llamó los “tres manantiales”, de donde madura su idea de un cuarto poder del Estado “cuyo dominio sea la infancia y el corazón de los hombres, el espíritu público, las buenas costumbres y la moral republicana.”
Entonces inventa el Poder Moral para promover permanentemente el cultivo de la virtud entre los ciudadanos. Ese Areópago republicano debía velar sobre la instrucción nacional sobre la educación de los niños, purificar la corrupción y, esto es lo más sorprendente de la vigencia del ideario bolivariano, que señale el egoísmo, el ocio, la negligencia de los ciudadanos, la ingratitud, la frialdad del amor a la patria (palabra que muchos actualmente se atreven a usar en tono irónico sin importarles el estrago que causan en la relación de la infancia y la juventud con su país
En esa institución, podemos comprobar el proyecto de Bolívar de convertirla en la gran educadora del país, para contribuir a formar ciudadanos conscientes de sus responsabilidades y derechos.
Es que acaso nuestra clase política actual no se ha dado cuenta que con sus pobres actuaciones, sus malos ejemplos, su bajo nivel, la grosera ostentación del derroche y la apetencia de poder y riquezas ya sin ningún tipo de disimulo, le dan el peor ejemplo posible a un pueblo. ¿No se dan cuenta que un líder político es un maestro y que sus acciones causan consecuencias beneficiosas o perniciosas?
Si existe tanta impunidad institucional en políticos y funcionarios corruptos, entones la gente de a pie se empieza a dar cada día mayor permiso para pasar por encima de las leyes, volvernos estafadores entre nosotros mismos, “comernos” cualquier luz roja, lanzar basura a cualquier calle o acera, privilegiar a toda hora, todos los días esa nefasta cultura del pónganme donde haya, del más vivo, del vivalapepismo, de agarrar lo que esté “pagando”, del definitivo triunfo de la astucia de Tío Conejo sobre la fuerza de Tío Tigre, no desde el punto de vista del débil y el opresor, sino de superar adversidades a punta de mucha astucia y poco mérito.
Y líbranos de toda esta decadencia infame
La ciudad es una escuela, el país es una escuela, los hombres y mujeres públicos son maestros y su conducta es imitada. Qué mal andamos cuando nos mandan a estudiar los anti-valores y respondemos sin ningún sentido crítico para continuar la deconstrucción de esta inmensa aula de clases en continuo desmantelamiento, como lo es gran parte del país. “Y líbranos de toda esta decadencia infame”, decía José Rafael Pocaterra. Y yo digo “¡Amén!”.
En su Discurso de Angostura, Bolívar muestra una profunda creatividad al procesar a favor de la causa emancipadora el pensamiento liberal europeo, las teorías de Rousseau sobre la libertad, de Montesquieu sobre la organización del poder público, de Volney sobre las preocupaciones históricas, de Solón sobre los escollos de la democracia, de Licurgo sobre los principios legislativos y las experiencias educativas de Atenas, Roma y Esparta, reinventadas y adaptadas a nuestra realidad.
Allí podemos escuchar una vez más la voz profética de El Libertador: “Uncido el pueblo americano al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no hemos podido adquirir ni saber, ni poder, ni virtud.”
(Elaborado a partir de un fragmento de “Apuntes para una visión integral en la aplicación del pensamiento liberador de Simón Bolívar en el proceso de enseñanza”, discurso como Orador de Orden en el Museo Casa Páez, en el Acto Solemne de la Sociedad Bolivariana de Carabobo, con motivo del 186 Aniversario del fallecimiento del Libertador Simón Bolívar, el 17 de diciembre de 2016)
