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viernes, mayo 3, 2024
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Medios de comunicación y Política

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Hace unos años escribimos en estas mismas páginas sobre este tema de medios y política que resulta apasionante para los investigadores en las ciencias sociales. Tratar de descubrir esa relación, siempre tensa, que existe entre los medios de comunicación y el poder o la fama es todo un reto. Decíamos que conectar a la política y la democracia con medios de comunicación es un campo de estudio que tiene muchos antecedentes, pero no es tarea fácil. Probablemente, porque este enlace pasa forzosamente por reflexiones sobre la opinión pública, su origen y sus reflejos en la sociedad. La opinión pública, vista como un resultado, es la manera más usual de comprender los efectos de los medios de comunicación en la práctica política y visualizar sus incidencias.

Una pregunta inmediata aflora en esta reflexión, referente a cómo la actividad política se visibiliza; cómo toma forma y cómo se entiende por la mayor parte de la población. El tema lo abordó el investigador de opinión Irving Crespi, asentando que este es un dilema difícil de resolver si se piensa en la opinión pública como un acto de voluntad de unos actores, y no se entiende más bien como un proceso. Un proceso que evoluciona y se transforma día a día, siguiendo unos parámetros muchas veces inexplicables que desembocan en percepciones públicas diferentes. Por eso, un sondeo de opinión elaborado un año antes de unas elecciones, es una herramienta que no sirve para predecir resultados electorales, sino para medir la temperatura de la sociedad en ese momento. Es como tomar una radiografía a un paciente, apenas se fracturó un hueso. La placa no muestra cómo quedará el hueso después de una operación, sino cómo está en ese momento. Los resultados serán muy distintos si se toma unos meses después del tratamiento. El hueso va evolucionando con el tiempo, así como el humor político de un pueblo cambia día a día.

Los medios de comunicación tienen un papel que jugar en este proceso de cambio, que no debe ser ni sobredimensionado ni subestimado. Como la opinión pública casi siempre busca una cara para darle forma humana a sus ideas, y esas caras se visibilizan a través de los medios, entonces puede haber una creencia de que los medios forman por sí solos a la opinión pública, y al liderazgo también. Pero, tal y como muestran las investigaciones del profesor Iván Abreu Sojo, los problemas de imagen y liderazgo trascienden a los líderes que aparecen en los medios.

Adicionalmente, el investigador español Manuel Castells, en su obra Comunicación y Poder, afirma que el poder se basa en la capacidad para modelar las mentes a través de imágenes. Afirma que las imágenes colectivas, a diferencia de las individuales, se crean a través de la comunicación socializada, que él llama “decisiva”. Entonces el autor deduce que la política de hoy en día es una política mediática, que él define como la forma de hacer política a través de los medios.

Un ejemplo muy ilustrativo de este fenómeno fue la incursión política del empresario norteamericano Donald Trump, fundamentalmente mediático. También lo fue, cuando comenzó, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien también se dio a conocer en el mundo del espectáculo antes de incursionar en la política. Muchos otros ejemplos podemos encontrar en todos lados del mundo. Uno que dejó una huella en la historia de la comunicación política por su impecable forma de hablar en público fue Ronald Reagan, a quien su dominio de los medios aprendido como actor de Hollywood le resultó decisivo para ser gobernador de California y luego presidente de los Estados Unidos.

Visto del lado del público, del ciudadano votante, el tema se convierte en simpatías o antipatías hacia la personalidad de un candidato. Las ideas o doctrinas pasan a un segundo plano, para darle paso a la cercanía que el votante sienta por cada líder político. Hay una fuerte creencia de que nosotros votamos mucho más siguiendo los impulsos del corazón, que con la cabeza. Por supuesto que visto así, sería como simplificar demasiado la realidad, pero lo cierto es que los seres humanos somos un sistema de preferencias, que influyen drásticamente en nuestras decisiones.

El inglés David Sanders plantea este proceso en una forma cruda: ¿Por qué la gente se comporta como lo hace? La pregunta penetra en el núcleo de la investigación, y puede tener derivaciones infinitas al tratar de responderla en casos como votaciones, huelgas, protestas, fanatismo político, guerras, etc. La dificultad aumenta en entornos políticos polarizados, como en el que se desenvuelve la mayoría de sociedades en el mundo occidental, sin términos medios que ayuden a entrar en razón.

Tomemos un momento la idea del filósofo Richard Rortry, quien afirmaba que en las personas no hay otra cosa que aquello que han recibido por el lenguaje, y examinemos lo que recibe diariamente el ciudadano venezolano como discurso político. El discurso de violencia sigue presente en la boca de líderes políticos, que deberían evitarlo a toda costa para no desbordar las pasiones como ha sucedido trágicamente en el Ecuador.

Al añadir a este hecho mediático la interrogante de a través de cuáles medios de comunicación sucede este proceso, entonces muy probablemente se puedan encontrar algunas explicaciones al comportamiento electoral y al humor político de los venezolanos en la actualidad.

Twitter, Instagram y Facebook se encienden con las pasiones más humanas que pueden encontrarse en el debate político. Los individuos proveedores de contenidos en estos medios no pueden ser controlados fácilmente. Ellos comunican sus miradas, sus verdades, sus opiniones, lo que ven y cómo lo ven, aunque no lo hayan contrastado ni verificado con ninguna fuente razonable. No tienen que hacerlo, no aprendieron a hacerlo, no fueron educados para ello, no son periodistas.

Al final, todo el mundo cree lo que quiere creer precisamente porque los humanos somos sistemas de preferencias. No somos espejos planos, decía el humanista francés André Maurois. Somos espejos cóncavos o convexos, a través de los cuales miramos el mundo según lo que aprendimos en nuestras familias, la educación que tuvimos, la sociedad donde vivimos, nuestra religión, experiencias y preferencias personales.

Afortunadamente, en lo que concierne a medios de comunicación masivos y política la mayoría de medios tradicionales conservan, probablemente por su vocación social, un rigor profesional que sin importar las diversas líneas editoriales, permite a los periodistas ejercer limpiamente su trabajo de mediadores. De esa manera, los grandes medios tradicionales contribuyen a conectar a la política con los ciudadanos sin tantas deformidades personales.

@montenegroalvaro

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