(Por: Rubén Limas Telles)
.- Siempre he mencionado en todos mis discursos, reuniones de partido o extra partido que Venezuela fue en los 40 años de gobiernos civiles la “Venecia de América Latina”. Y estoy seguro que sí la democracia venezolana hubiese tenido la oportunidad de 23 años más, como son estos que transcurren con el “Socialismo del Siglo XXI”, hoy fuésemos la puerta de entrada del desarrollo de todo el continente y, no, como ocurre hoy la puerta trasera de Latinoamérica.
Se han perdido dolorosamente 23 largos años, con este gobierno; donde todo lo que construyó la democracia lo destruyó el socialismo. Esto lo sostengo y lo debato con respeto, en cualquier escenario. La única revolución que hoy está triunfando en el mundo, es la revolución del conocimiento, de la ciencia y la tecnología. Y nosotros como país estamos muy lejos de ella. Algunos brincaran a la palestra gritando que es por culpa de las sanciones y le diríamos tajantemente ¡No! Las sanciones no han servido para nada, deben levantarse, pero ellas por sí solas no han sido las responsables del deterioro de la calidad de vida de los venezolanos. Ha sido la corrupción, la ineficiencia y excesiva politización de todo.
Un ejemplo claro, lo tenemos en un hecho que se da en todo el mundo. La riqueza de un país no depende de sus recursos naturales, sino de su gente. Tener mentes brillantes, abiertas y creativas secundado por un excelente sistema educativo – crítico, universal, abierto, competitivo- es lo que le da valor agregado plus a un país. Y hoy nuestro sistema educativo, producto de la excesiva, dantesca y grosera ideologización y politización se encuentra muy mal.
El Irán sancionado, es una potencia empresarial y científica. Otro tanto Israel asediado por las guerras. No hay excusa para que Venezuela con el talento humano suficiente siga abollada en la miseria y la pobreza que hoy padecemos. No es apertura económica lo que necesitamos, es apertura mental. “El culto a lo diferente” como en Silicon Valley, según nos señala en su libro Andrés Oppenheimaer. La educación, la ciencia, la tecnología, sus científicos, sus emprendedores e innovadores son la principal riqueza de nuestros países.
No hay duda que también en nuestro país necesitamos de un ecosistema amigable a la inversión y el emprendimiento que haga la tarea menos burocrática. Pero, primero lo primero: educación de altísima calidad para comenzar.
Lo que ya está ocurriendo en el mundo con el avance gigantesco de la ciencia y la tecnología; si no nos adaptamos rápido, la brecha entre la pobreza y la riqueza será mayor.
Andrés en su libro señala “coinciden la mayoría de los científicos, en las próximas décadas veremos inventos tecnológicos más revolucionarios que todos los que ha producido la humanidad desde la invención de la rueda alrededor del año 3500”.
Hemos insistido una y otra vez en el seno de la Asamblea Nacional en leyes que creen este ambiente de captar mentes abiertas, innovadoras, emprendedoras, científicas y desafiantes. “Culto a lo diferente” no es ideologizar la educación, porque ello en sí mismo la castra. Es producir una verdadera revolución educativa que nos lance a los éxitos tecnológicos del Siglo XXI.
Nuestro reto ya no es ser la Venecia de América, sino otro Silicon Valley en América del Sur. Tenemos todas las herramientas para lograrlo, a pesar de las desagradables sanciones. Leyes que reposan en la Sub Comisión de Innovación esperan por ser aprobadas. Tenemos entonces la convicción cierta que los tiempos de cambio están por llegar.
El crecimiento exponencial de las ciencias y la tecnología nos obliga a reinventarnos, a promocionar masa crítica basada en una educación de calidad y abandonar el discurso cansón de la ideología. Más educación, mayor crecimiento y menos pobreza.
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