domingo, diciembre 8, 2024
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Un veterinario psiquiatra pone a los gatos en el diván

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Incluso la gente que prefiere a los perros debe admitir que los gatos están pasando por un buen momento. En un año en el que el comentario del senador JD Vance sobre las “señoras con gatos y sin hijos” provocó una tormenta política, y un artículo de la revista New York titulado “¿Mi gato es un prisionero?” situó a nuestras mascotas como ventanas a nuestras almas (o a la falta de ellas), un libro de un jovial veterinario psiquiatra parisino ha escalado sin cesar las listas de los más vendidos en Francia. Recién traducido y publicado en Estados Unidos, The Interpretation of Cats (La interpretación de los gatos, en español) de Claude Béata pone a los gatos —al igual que a sus compañeros humanos— en el diván .

“¿Qué hacemos con los gatos? preguntó hace poco Béata, mientras tomaba un aperitivo en un café cerca de la Torre Eiffel. “Hoy son icónicos. Pero ayer eran demonios, familiares de las brujas. Y mañana quizá vuelvan a ser demonios. Porque no los entendemos. Solo proyectamos”.

Y añadió: “Los gatos no son tan fácilmente comprensibles como los perros. Los perros son una especie social; es fácil hablar con ellos. Los gatos son extraños”.

En The Interpretation of Cats, Béata, de 65 años, explica el comportamiento felino presentándonos al hiperactivo Nougatine, que siembra el caos allá donde va; al hipervigilante Caramel; a los ferozmente territoriales Kiss y Cheri; y a otros, muchos con nombres apetitosos. Pero el libro no se ha escrito solo para que la gente entienda por qué sus gatos actúan como lo hacen. También es una fuente de consejos prácticos para los dueños de gatos. Recomienda, por ejemplo, dar a los gatos un bebedero, un comedero y un lugar para dormir que puedan reclamar como propios: “Son individuos y hay que respetarlos”.

Algunos de los consejos de Béata son culturalmente específicos. Los franceses no tienen un concepto de la “gente de gatos” como adversarios naturales de la “gente de perros” (vive la différence), y Béata suele sugerir a sus clientes humanos que tengan uno de cada uno. Además, los franceses tienden a ser más positivos sexualmente cuando se trata de sus mascotas. Para Béata, negar a un animal la capacidad de reproducirse es, en cierto sentido, cercenar sus libertades.

Sin embargo, muchas de las recomendaciones de Béata son universales. Por ejemplo, desea acabar con el estigma que pesa sobre los gatos que viven en interiores. Como señala, los gatos son una presencia relativamente reciente al hogar humano, mucho más reciente que los perros. Siguen siendo animales salvajes —de los pequeños, programados para la vigilancia (y, a veces, la violencia)—. Cuando se aventuran al exterior, son a la vez depredadores y presas. Como tales, a los gatos que tienen libertad para deambular les puede resultar más difícil relajarse en tu regazo, y también son menos propensos a jugar: están demasiado cansados. Los gatos de exterior viven una media de cuatro años menos que los gatos confinados en casa, una diferencia que Béata atribuye en parte al estrés.

Los propietarios de gatos, dijo Béata, deben recordar siempre que a sus mascotas les gusta estar solas. Por eso la covid fue difícil para los gatos, en comparación con los perros: “En general, los perros estaban muy contentos de que la gente estuviera allí. Pero los gatos, el primer día decían: ‘Vaya, qué interesante’. El segundo día decían: ‘Bueno’. El tercer día decían: ‘¿Cuándo vuelves al trabajo? Quiero mi espacio, por favor’”.

Si The Interpretation of Cats tiene un lema general, es la inutilidad —la crueldad, pero sobre todo la inutilidad— de intentar castigar a un gato. Como los gatos son fundamentalmente asociales, porque (a diferencia de los primates o los cánidos) no están programados para la jerarquía, el refuerzo negativo no les afecta, salvo como un desvío. Puede que recuerden un golpe —de hecho, según Béata, los gatos pueden guardar rencor de por vida—, pero no aprenderán de él.

Esto no significa que no podamos aprender de ellos. De hecho, dijo Béata, los gatos son excelentes maestros, y pueden ayudarnos a interiorizar lecciones importantes sobre la intimidad y el consentimiento. “Cuando se produjo el movimiento #MeToo, y todo el mundo hablaba del respeto al cuerpo, yo pensaba que los gatos son los maestros perfectos. Los gatos dicen: ‘No me toques si no te lo permito’”.

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