Leopoldo Puchi
Para Venezuela, la elección de Donald Trump y su regreso a la Casa Blanca deben ser evaluados, principalmente, en función de las sanciones y los riesgos que corre la soberanía nacional. La cuestión clave es si Trump abrirá la puerta a un alivio de las sanciones que permita la recuperación económica del país, o si, por el contrario, su mandato traerá nuevas acciones que amenacen la independencia de Venezuela.
La actuación de Trump ha estado relacionada con Venezuela en dos momentos: por un lado, durante su primer mandato, implementó un régimen de sanciones económicas y políticas dirigido a derrocar el gobierno de Nicolás Maduro. Con este propósito adoptó la política de creación de un ‘gobierno interino’, rompió relaciones diplomáticas y amenazó con una intervención militar directa.
En un segundo momento, en el marco de su reciente campaña electoral, utilizó la migración venezolana como un arma propagandística. De manera inescrupulosa, descalificó y estigmatizó a los venezolanos migrantes al identificándolos a todos como parte de bandas criminales como el Tren de Aragua y como una amenaza para la seguridad interna de EEUU.
FIN ÚLTIMO
Es previsible que, luego asumir la presidencia, Donald Trump diseñe una nueva política hacia Venezuela, aunque es difícil imaginar que se desvíe del objetivo que ha sido constante en las distintas administraciones estadounidenses: realinear a Venezuela dentro de la esfera de influencia de EEUU. Si bien podrían existir matices en el enfoque, el fin último —lograr que Venezuela se ajuste a los intereses estratégicos de Washington— se mantendrá vigente, ya que responde a una lógica que trasciende los partidos políticos y las administraciones.
NÚCLEO
Este objetivo forma parte de un consenso en la política exterior estadounidense, y no es exclusivo de un sector partidista, ya que todos coinciden en que la Doctrina Monroe es la base de su concepción geopolítica hacia Latinoamérica. El núcleo de esa doctrina establece que los países del hemisferio deben estar subordinados a los intereses de Washington. Trump hizo referencia explícita a la Doctrina Monroe para justificar su posición hacia Venezuela durante la Asamblea General de la ONU en 2019 cuando habló de la “legítima defensa” de sus intereses en la región.
IMPREVISIBILIDAD
A lo largo de la historia, los presidentes de EEUU han mantenido la continuidad en la política hacia la región, adaptándola a las circunstancias de cada época. Sin embargo, la política de Trump se caracteriza por la imprevisibilidad, lo que ha estado asociado a una toma de decisiones disfuncional.
Esta diferencia con administraciones anteriores, más estructuradas, es motivo de incertidumbre en la región. La interrogante es: ¿Repetirá Trump su política hacia Venezuela del mandato anterior? De cambiarla ¿en qué sentido lo hará? ¿Una ‘máxima presión hasta el punto de una intervención violenta? ¿Un acuerdo de suministros petroleros, licencias y deportaciones?
NEGOCIACIONES
Trump se ha centrado en su mensaje de “América Primero”, lo que implica que prioriza los intereses estratégicos de Estados Unidos, pero sin que ello necesariamente signifique el mantenimiento de políticas rígidas y estancadas. En el caso de Venezuela, es posible que Trump busque negociar y llegar a acuerdos convenientes para ambos países, en lugar de quedarse atado a la política heredada de su primer mandato, que se caracterizó por una constante confrontación. Un eventual levantamiento de sanciones no necesariamente sería interpretado como un arrepentimiento, sino como un paso táctico para abrir la puerta a una relación más fluida y beneficiosa en cuanto al petróleo y el problema migratorio.
GANAR-GANAR
Por supuesto, el lobby cubanoamericano, con su poder de influencia, intentará evitar que la administración Trump se desvíe demasiado, y figuras cercanas a él, como Elon Musk o Erik Prince, que desempeñaron un papel en su ascenso, seguirán presionando para tomar decisiones de violencia y confrontación. Sin embargo, la posición que le otorga su triunfo electoral le brinda ahora una mayor libertad de acción.
Aunque su historial indica que regresaría con una línea dura, Trump es también un negociador y podría llegar a acuerdos si esto sirve a sus intereses. La decepción de Trump con la oposición venezolana podría llevarlo a cambiar de dirección. En este contexto, es posible que decida explorar una relación ganar-ganar, más pragmática y alejada de las posturas extremas del pasado.