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martes, abril 23, 2024
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El País: “En los conciertos, nuestras neuronas bailan al mismo ritmo”

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Tres estudios científicos independientes analizan cómo el cerebro humano transforma las notas en emociones, un misterio que intriga a psicólogos y musicólogos desde hace décadas

Un reportaje del El País, por Enrique Alpañés, da cuenta de cómo las emociones que produce la música son asumidas en el cerebro.

Música conexión cerebral
La cantante Taylor Swift durante un concierto de su última gira en Melbourne, Australia. JOEL CARRETT

Psicólogos y neurólogos llevan décadas intentando entender cómo percibe la música el cerebro, qué células y circuitos entran en juego. Si es un rasgo exclusivamente humano u otros animales, como los pájaros o algunos perros, son igualmente musicales. Si existen algunos ritmos universales o por qué la música en directo nos emociona más que la grabada. Este mismo mes, tres estudios independientes han intentado arrojar algo más de luz sobre el tema.

Sascha Frühholz, profesor de la Unidad de Neurociencia de la universidad de Zurich, es el autor principal de uno de ellos. Lleva años estudiando cómo se transmite la emoción a través del sonido, un tema que ha sido muy explorado, admite, pero en el que encuentra ciertas lagunas. “Apenas hay estudios que analicen la música en directo, y creo que es algo que todos sabemos a nivel personal, que en un concierto, sientes la música de forma más intensa”, explica en conversación telefónica.

Para demostrar científicamente esta intuición, Frühholz se valió de 19 voluntarios como audiencia y dos pianistas. Los conciertos no fueron especialmente cómodos. El público (una sola persona por recital) no estaba sentado, sino tumbado en una camilla, y esta se introducía en un enorme escáner de resonancia magnética para leer cómo reaccionaba su cerebro a la música. “Sí, fue bastante raro”, confiesa entre risas el experto. En ocasiones se ponía una canción grabada. En otras, el músico arrancaba a tocar un tema y podía ver en directo el escáner cerebral de su oyente. “Le pedimos al pianista que intentara cambiar la forma de tocar para adaptarse a la actividad cerebral”, explica Frühholz. “Una de las cosas que hace que la música en directo tenga un efecto más fuerte es la capacidad de cambiar algo en la actuación, y si el cambio sucede en la audiencia en la misma dirección, con la misma intensidad, pensamos que hay una sincronía”. La sincronía es una especie de empatía musical, una comunión entre músico y oyente que no se produce con la música grabada. El estudio confirmó esta idea, y la actividad cerebral que se registró escuchando canciones grabadas fue considerablemente menos que con el directo.

La conexión con el público

“Los artistas suelen buscar esa conexión con el público”, explica en un intercambio de audios la psicóloga Rosana Corbacho, que lleva varios años especializada en tratar a músicos y otros profesionales del sector. “Hay que saber surfear esas olas emocionales para poder estar presente y abiertos a la conexión con el público. El estar sintiendo las mismas emociones o estar provocando ciertas emociones en un concierto es descrito como una de las experiencias más intensas en la vida de un artista”, reflexiona. Este sentimiento de pertenencia, de formar parte de algo, sirve como amplificador emocional, magnificando los efectos de la música en un público que reacciona al unísono ante un mismo estímulo. Es algo que se aprecia en los conciertos o discotecas actuales, pero que funcionaba igual en los ritos prehistóricos con música y baile frente al fuego. “Hay estudios donde se ve como al público que está bailando en un club una sesión de un DJ el ritmo del corazón se les sincroniza de alguna forma”, señala Corbacho. “Es como si nuestras neuronas bailaran al mismo ritmo”.

Esta comunión musical explica en parte cómo en los últimos años, cuando la música grabada se puede reproducir a una calidad mucho mayor que en el pasado, los conciertos y festivales hayan ido ganando importancia hasta convertirse en uno de los pilares de la industria musical. En 2017, los ingresos de la música en vivo en el mundo ascendieron a 18.100 millones de dólares, según el portal Statista. En 2023, han superado los 30.100 millones. Las cifras no parecen sorprender a Frühholz. “Si lo piensas, la música nació para ser escuchada en directo, solo en los últimos cientos de años, gracias a la tecnología, hemos empezado a escuchar música grabada”, argumenta.

El estudio de Frühholz viene a apuntalar estas ideas, pero el experto reconoce ciertas limitaciones, como la falta de contagio emocional, al haber solo un oyente, y la mayor capacidad que tenía el pianista para adaptarse a su público, no solo por ser reducido, sino por poder leerle, casi de forma literal, la mente. Es difícil pensar que en un concierto de Taylor Swift, que reúne de media a 70.000 oyentes, la artista se pueda amoldar a los sentimientos todos y cada uno de ellos. “Es cierto”, reconoce el experto, “pero en cantantes pop como ella la conexión es más fácil porque el público conoce el texto de las canciones. Y además debes tener en cuenta el contagio emocional”. El público, en un concierto multitudinario, tiende a homogeneizar sus sentimientos y a comportarse casi como un solo oyente.

Más información en El País

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